DÍA15.4.13
Estos días
se conmemora el aniversario de la II República. En este sentido, siempre
resulta interesante conocer y estudiar aquel tiempo para tratar de asimilar lo
mejor de aquella democracia abruptamente interrumpida. Una de las virtudes de
la II República fue el impulso que dieron los distintos gobiernos a la
educación. En efecto, una de las principales preocupaciones de los socialistas
y especialmente de Fernando de los Ríos como ministro de Educación durante el
primer bienio reformador, fue establecer la cultura y los valores republicanos
de la cultura como ejes transformadores del pueblo. La nación española encarnada
en la II República era para Fernando de los Ríos heredera de los valores del
98, y tenía que seguir la tarea de cambio al igual que hicieran los
regeneracionistas.
La República
española trata de dar vigencia a este sentido de la historia, trata de encauzar,
de fortalecer el valor de la instrucción destacando los hitos históricos del
pueblo, sus mejores logros, sus más significativos avances. El socialismo
entendió la educación como un hecho social y por tanto se desarrolla dentro del
marco de un sistema de relaciones sociales, pretendía por tanto “profundizar en
la conciencia de la historia española para que el español sepa qué es, que es a
su vez la única manera de saber adónde va”. Si observamos de manera escrutadora
la anterior cita, debemos extraer dos ideas clave: La educación es ante todo un
medio que tenía el pueblo para penetrar en la nación, debía estar a su
servicio. Y, la educación también es el principal instrumento que encontraba la
España del pueblo para su transformación.
Para ello,
muchas veces la escuela sirvió de soporte a un discurso de afirmación de las
propiedades del pueblo y como constructor del progreso de la nación: Rodolfo
Llopis, escribió unos años antes un interesante tratado La escuela del
porvenir, sobre la importancia de la escuela para la sociedad y la creación de
una ciudadanía política. “La escuela acaba siendo el centro del barrio, la
escuela y el pueblo son ya la misma cosa”. La escuela así, tenía una función
socializadora en cuanto hacer de ella “un centro de trabajo, hacer que ella sea
el centro de la ciudad, del pueblo, del barrio…”. Sin embargo, la situación era
más bien la contraria, la existencia de grandes numerosos núcleos rurales, la
influencia de la religión en la política, era la causa de la ignorancia en que
se tenía sumido al pueblo por la inacción del régimen de caciquil de la
Restauración. “Nuestro regazamiento en relación a otros países que llevan la
delantera de la civilización descansa en el analfabetismo en que se encuentran
la mitad de la población española”.
Para Julián
Besteiro, la conquista de la cultura era un momento de la lucha de clases
previsto ya por Marx. Cuando Marx decía que había que ejercitar la lucha de
clases para acabar con la existencia de las clases -anotaba el catedrático y
líder obrero- no querría decir sino que había que llegar a un grado de cultura
superior que permitiese la organización de la nueva sociedad. La educación se
convirtió así en la nueva religión del obrero socialista y el esfuerzo por
obtenerla, especialmente mediante la participación en los organismos e
instituciones de educación obrera, en una de las principales señas de identidad
del obrero en lucha por cambiar las relaciones de poder en el Estado.
El concepto
desarrollo ha sido tradicionalmente más utilizado en economía que en educación,
con diferentes connotaciones ideológicas. Sin embargo, lo común en España,
desde el liberalismo, era identificar a la educación como un instrumento o
proceso para el desarrollo, en su función productora de profesionales y técnicos
en relación con las demandas socioeconómicas del país. Concebir de esta manera
la educación era olvidarse para los republicanos de que ésta es una institución
formal, dirigida a la capacitación inmediata de habilidades y destrezas
cognitivas del ser humano, no solo entendiéndolo como agente de producción,
sino también comprende otras dimensiones sociales, culturales y cívicas que
moldeaban la sociedad y la fisonomía del país. Así, para los socialistas y los
republicanos de aquella época, la idea de mercantilización de la sociedad de la
derecha católica, había degenerado en un desarrollismo caracterizado por
cumplir metas de índices económicos sin analizar las consecuencias de éstos en
la condición humana.
Forjando al
pueblo. Hablar de educación era referirse a la forja, esto es, dar el primer
golpe de martillo, a la creación de ciudadanos. Aquí reside el papel
fundamental de la educación para los socialistas y los republicanos: educación
no para reproducir los modelos, visiones, valores y esquemas de una sociedad
que da muestras de agotamiento, sino para construir una visión distinta
creadora de la humanidad.
Hoy, en
tiempos de crisis, la educación debería concebirse en el sentido republicano,
como un medio de autodeterminación de la sociedad, un instrumento al servicio
de la emancipación del ser humano para que sea capaz de criticar la explotación
del hombre y buscar soluciones posibles. Un camino, sin duda, muy lejano al
ciudadano económico y funcional que desde el poder se pretende imponer.
Daniel Molina Jiménez
Investigador de Historia Contemporánea
Fuente: www.nuevatribuna.es
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