06 de Abril de
2015 (13:06 h.)
Las elecciones
autonómicas andaluzas han revelado dos claros triunfadores: Podemos y
Ciudadanos.
Las elecciones
autonómicas andaluzas han revelado dos claros triunfadores: Podemos y
Ciudadanos. Sin embargo, teniendo en cuenta la inclemente campaña política y
mediática contra Podemos, nunca vista desde la recuperación de la democracia en
1977, y teniendo en cuenta además que Podemos no se financia mediante préstamos
bancarios, de los dos triunfadores electorales creo sinceramente que la
victoria de Podemos tiene más mérito que la de Ciudadanos, sin restarle a éste
el suyo propio, que ha sido articular el primer éxito electoral fuera de
Cataluña en pocos meses desde el inicio de su expansión territorial al resto de
España
.
Los no
triunfadores en Andalucía son, claramente, el resto de partidos que aspiraban a
representación parlamentaria según las encuestas, es decir, PSOE, PP, IU y
UPyD. Aunque el PSOE ha ganado las elecciones autonómicas, su victoria es
pírrica pues Susana Díaz no ha conseguido aumentar el número de diputados que
le dejó su antecesor, José Antonio Griñán. Bien es verdad que tampoco ha
perdido representación, y de ahí la sensación de victoria, que lo es al fin y
al cabo, máxime en el escenario pluripartidista de la contienda andaluza, pero
triunfo a todas luces insuficiente para gobernar con la estabilidad que demandaba
la candidata socialista, estabilidad que dijo haber perdido con su socio de
gobierno, IU. Por lo tanto, victoria doblemente pírrica. El resto de partidos
no triunfadores, PP, IU y UPyD, son en realidad partidos derrotados por sus
adversarios políticos, pues PP e IU han perdido una considerable representación
parlamentaria y UPyD no ha conseguido, una vez más, entrar en el Parlamento
andaluz, aunque argumentos que justifiquen la resignación siempre se
encuentran.
Ahora comienza la
campaña para las elecciones municipales y autonómicas, segunda de las cuatro
citas electorales de este año, y la incógnita ya sólo consiste en saber qué
representación obtendrán los dos partidos más novedosos, Podemos y Ciudadanos,
y en qué medida podrán romper el bipartidismo PP-PSOE que ha definido nuestro
régimen constitucional desde 1982, aunque a la socialista Trinidad Jiménez le
chirríe el término de régimen para referirse a nuestro sistema político, en una
sorprendente reacción airada que tuvo en un especial televisivo sobre las
elecciones andaluzas cuando Íñigo Errejón, de Podemos, utilizó dicho término.
Resulta chocante tener que recordarle a Trinidad Jiménez (porque lo sabe) que
el término régimen, en Derecho Constitucional o en Ciencia Política, es
sinónimo de sistema político, sea éste democrático, constitucional, autoritario
o dictatorial.
Sin embargo, de
los dos partidos novedosos, Podemos y Ciudadanos, es el primero el que tendrá
que hacer frente, de nuevo, a una campaña política y mediática sucia,
difamatoria, de esas que tanto gustan a la derecha radical española, campaña de
la que se encargarán medios de comunicación, periodistas y políticos adscritos
a esa ideología que tantas veces ha embarrado la legítima contienda electoral
en España. Esa derecha radical lleva doscientos años abusando de la libertad de
expresión, manipulando los medios de comunicación a su alcance, tergiversando
los mensajes electorales y difamando sobre las intenciones de sus adversarios
políticos.
Esa derecha
radical de ahora es la lejana heredera de la que se opuso a la libertad de
imprenta en las Cortes de Cádiz de 1810 pero que, sin embargo, la retorció
hasta la inmoralidad contra sus adversarios políticos, los liberales, en la
campaña electoral de 1813, obteniendo como resultado unas Cortes
mayoritariamente absolutistas que permitieron al año siguiente el regreso al
Antiguo Régimen. Esa derecha radical de ahora, política y mediática, es también
la heredera de la que, durante la II República, participó en la creación del
estado general de pánico al nuevo régimen constitucional que había echado a
andar tras la alianza socio-política de las clases populares y la pequeña
burguesía.
Esa derecha
radical de ahora encuentra en los medios digitales el sustrato perfecto para la
expansión de sus virus, que tienen como objetivo atemorizar a los electores con
información tergiversada y, en la mayoría de los casos, directamente falsa. Esa
derecha radical, política y mediática, le ha declarado la guerra a Podemos,
siendo ahora mucho más condescendiente con Ciudadanos. Luego, de nuevo, el
partido liderado por Pablo Iglesias tendrá que hacer frente a una campaña de
difamaciones que exigirá un esfuerzo diario (por no decir horario) de
desmentidos y explicaciones. ¿Está Podemos preparado para ello? ¿Cuenta con
estructura y recursos suficientes para responder a tantos ataques viscerales
nunca vistos? La libertad de expresión tiene límites en un Estado de Derecho,
aunque dichos límites se dirimen en sede judicial, una vez que las calumnias se
denuncian. ¿Ha preparado Podemos una bolsa de resistencia para hacer frente al
coste de las demandas que, posiblemente, tendrá que interponer ante los
tribunales? Si no es así, creo que deberían ir pensando en ello, y comenzar por
las últimas declaraciones de Esperanza Aguirre a la Agencia EFE, plagadas de
injurias contra Podemos que sobrepasan el límite tolerable en campaña
electoral.
La derecha
radical parece no haberse enterado todavía de que el pluralismo político es un
valor superior de nuestro ordenamiento jurídico, según la Constitución de 1978.
Por tanto, si esa derecha creyera honestamente en nuestra norma fundamental,
que es tanto como creer en la democracia, respetaría el pluralismo político ya
no solo como valor superior sino como derecho fundamental de los ciudadanos a
elegir libremente a sus representantes políticos, para lo cual es
imprescindible respetar al adversario en justa contienda electoral. Dicho de
otra manera, si esa derecha radical creyera lealmente en la democracia, no
recurriría a instrumentos electorales tan sucios como difamatorios. Y si la
derecha radical asentada en algunos medios de comunicación y en algunos
periodistas creyera sinceramente en la democracia, no pondría la mentira y la
tergiversación al servicio de la libertad de expresión, en la que tampoco esa
derecha cree fielmente. No disfrutaremos de una democracia avanzada y sana
hasta que estas actitudes intrínsecamente antidemocráticas no sean desterradas
del debate político
Fuente: http://www.nuevatribuna.es/
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