Izquierda Unida
es hoy por hoy, y pese a su esclerosis teórica, confusión política y practica
errática, la única alternativa de izquierdas realmente existente.
nuevatribuna.es |
Carlos Tuya 06 de Abril de 2015 (13:05 h.)
A Izquierda Unida
merece la pena defenderla, ayudándola en el urgente e inevitable proceso de
revisión, reorganización y cambio necesarios para que pueda enfrentarse al
desafío que ha supuesto la aparición de Podemos. Y para no dejar huérfanos a
los trabajadores de una opción política socialista
La fulgurante
aparición de Podemos ha puesto en evidencia un hecho que estaba a la vista de
todos los que quisieran ver: una parte mayoritaria de la ciudadanía, sacudida
por la crisis económica y la corrupción sistémica, se había divorciado de sus
tradicionales representantes políticos. La crisis del 2008, con sus terribles
secuelas de paro, pobreza, exclusión social, etc. agravada por la corrupción
sistémica, ha trastocado la percepción por la ciudadanía de las formas
tradicionales de actuación política. Podemos nace tanto como reflejo del
desafecto político, como del rechazo al régimen del 78. Y lo hace desde
planteamientos populistas, que los mismos dirigentes reconocen, o al menos no
rechazan. Populismo bueno, sin el habitual sentido peyorativo del
término, inspirado en las teorías de Ernesto Laclau (La razón populista)
y Chantal Mouffe (Hegemonía y estrategia socialista) Nos enfrentamos
pues a un fenómeno novedoso cuya incidencia en la configuración política
española no se puede ignorar o menospreciar. El joven equipo dirigente de
Podemos supo captarlo y traducir su análisis en una propuesta de reconstrucción
de esos vínculos rotos sobre nuevas bases. En este caso, siguiendo, de una
manera más o menos estricta, las teorizaciones sobre el populismo de Ernesto
Laclau. Es decir, una propuesta que busca aglutinar la protesta y el rechazo
bajo unos significantes (flotantes o vacíos, en la terminología
de Laclau) genéricos, asumibles por todos, opuestos o distintos de los términos
habituales del discurso político oficial de los partidos tradicionales. Hasta
aquí, pocas diferencias con otros movimientos de carácter transversal nacidos
en Europa, como el 5 Stelle de Pepe Grillo, creador del término casta.
Por todo ello, el éxito in crescendo de Podemos estaba cantado. Y sus
consecuencias en el seno de la izquierda también.
Es lógico que, en
mayor o menor medida, el desconcierto se apoderara de los partidos
tradicionales que veían en Podemos un peligro, bien para su existencia, como
ocurre con Izquierda Unida, bien para mantener su electorado. De ahí que la
mayoría de los partidos trataran de imitar los exitosos aspectos formales del
fenómeno, como el uso de las tecnologías digitales y las redes sociales de
Internet; o adoptando alguna de sus propuestas más movilizadoras, como la lucha
contra la corrupción. Y hemos visto como se fraguaba una lucha frontal contra
Podemos y su patada al tablero electoral. En Izquierda Unida el
desconcierto ha sido mayor porque Podemos era, y es todavía en gran medida,
percibido como una opción de izquierdas con la que hay que confluir, aunque
Podemos no se defina políticamente, sino que busque la centralidad
socialdemócrata. Lo ilusorio de dicha política se hizo patente en cuanto se
plantearon las primeras confrontaciones electorales, o se buscaron plataformas
unitarias. Ahora todo es confusión y peleas dentro de la organización de
izquierdas histórica en nuestro país. Pienso que será imposible salir del
actual marasmo con medidas disciplinarias, o simplemente organizativas, que
siempre provocan divisiones y fugas, como ya está ocurriendo. La cuestión
debería abordarse, en mi opinión, plateándose con claridad y sin miedo la
pregunta: ¿qué hemos hecho mal? Fase previa para responder a la cuestión clave:
ahora, qué hacer. Responder adecuadamente es para Izquierda Unida sencillamente
vital. Se juega lisa y llanamente su existencia como fuerza mayoritaria de la
izquierda radical. Por eso, me gustaría contribuir a la solución de los
actuales problemas de Izquierda Unida con unas reflexiones que atañen tanto a
la naturaleza y posible evolución de Podemos, como a las tareas que definen hoy
a una organización verdaderamente de izquierdas.
Cuando un partido
de vanguardia (y lo es todo partido que se propone la transformación de la
sociedad) se ve desbordado por los movimientos sociales, donde se supone que
esta inmerso, es que está en la retaguardia. No debe extrañarle que una parte
de dichos movimientos sociales o le ignoren o le rechacen. Por lo tanto,
la pregunta es: somos un partido de vanguardia. Es decir, tenemos una propuesta
de transformación social, una ruta hacia el socialismo que abarque lo
económico, lo político y lo cultural? Y, si la tenemos, ¿la hemos defendido y
propuesto con la suficiente claridad como para que, cuando las circunstancias
sean favorables, como ocurre en una crisis global del sistema, pueda verse cono
la única salida con futuro? ¿O nos hemos comportado, y eso en el mejor de los
casos, como el pepito grillo de la socialdemocracia, sin mayor
operatividad y con el peligro claro de terminar siendo identificados con ella?
Eso por no hablar de los lastimosos casos de prácticas políticas oportunistas
como ha ocurrido en Extremadura, posibilitando primero y permitiendo después un
gobierno del Partido Popular.
Un análisis
riguroso de nuestra sociedad, sin anteojeras ideológicas reformistas ni
voluntarismo pseudorevolucionario, evidencia que toda propuesta de avance real
al socialismo, que es la razón de ser de la izquierda radical, será minoritaria
mientras el sistema capitalista no entre en una de sus crisis profundas y
sistémicas, como es la actual. Es decir, una crisis que afecte a todo el
sistema social, de forma que la mayoría de la ciudadanía se plantee la
necesidad de un cambio profundo del sistema económico y la representación
política. ¿Debemos por ello renunciar a plantear dicho camino a la sociedad?
Por supuesto que no. Alguien tiene que hacerlo. No debemos olvidar que ser
vanguardia conlleva necesariamente ser inicialmente minoría. ¿Quiere esto decir
que no se puede hacer política mientras no se alcance la mayoría política?
Naturalmente que no. La izquierda radical construye su mayoría movilizando y
presionando para que se realicen las mayores reformas y mejoras sociales
posibles, lo que exige tener la capacidad de realizar una acción política
hábil, pero sin olvidar los planteamientos estratégicos y la pedagogía
transformadora. No tengo datos suficientes como para saber si esto es lo
que se ha tratado de hacer en Andalucía durante el gobierno de coalición. En
cualquier caso, la estancia en el gobierno andaluz de Izquierda Unida se ha
saldado electoralmente con un sonoro fracaso. Por eso, en mi opinión, lo que
Izquierda Unida debe analizar antes que nada es si tiene una propuesta clara,
científicamente elaborada, de avance al socialismo, o si el pragmatismo del día
a día de la actividad parlamentaria se ha impuesto, diluyendo sus presupuestos
estratégicos. Sin complejos ni disfraces. Lo mismo que el neoliberalismo no los
tiene cuando afirma, sin recato, que su política es la única posible.
Todo lo cual nos
lleva al tema central de este artículo. ¿Cómo enfrentar el fenómeno Podemos? Y
para hacerlo con garantías de éxito es necesario tener claro lo que es y
significa Podemos en la actual situación de crisis de representación. Si no, el
dilema puede ser: integrarse y desaparecer o convertirse en una organización
marginal. Este es, en realidad, el debate que se está desarrollando en
Izquierda Unida, en mi opinión de una manera desordenada, acuciados por la
velocidad de los acontecimientos. Dice con razón Llamazares que hay que
pasar página en la discusión de la convergencia con Podemos, entre
otras cosas porque, con buena lógica, Podemos no quiere converger, salvo en las
próximas elecciones municipales, y eso por cuestiones tácticas coyunturales.
Hay que tener previsto lo que vamos a leer cuando pasemos página. Y eso obliga
a una reflexión profunda y rigurosa sobre lo que queremos ser, de acuerdo a la
evolución de nuestra sociedad desarrollada y los nuevos desafíos de la
globalización y el capitalismo financiero. O, lo que es lo mismo, el modelo de
sociedad que vamos a proponer. Tal vez la confusión venga de nuestra percepción
del fenómeno Podemos. Confusión inexplicable ya que sus dirigentes han dejado
bien claro cual es su propuesta y en que principios se basa. Parece que no
queremos escuchar, entre otras cosas, porque muchos de esos mismos dirigentes
proceden de las propias filas de Izquierda Unida. Son de izquierdas, aunque lo
disimulen para aglutinar el mayor número de votos, por lo tanto será fácil
converger. La negativa de Podemos ha debido de dejar a mas de uno en blanco,
incluido Julio Anguita, que en el mitin de las elecciones en Andalucía afirmó
rotundamente que ellos son de los nuestros, y había que tender la mano.
No discuto que,
en lo personal, los dirigentes de Podemos sean de izquierdas, o mejor dicho,
pretendan ser de izquierdas. Pero su planteamiento no lo es, algo que se
encargan a menudo de recordar, aunque sea por su insistente negación de la
dicotomía derecha-izquierda. Como saben -al fin y al cabo son profesores de
políticas en la universidad- que en España (y en el conjunto de Europa) la
mayoría social se ubica, a lo sumo, en el centro izquierda, y que esa mayoría
ni siquiera es suficiente para un cambio de paradigma social, se acogen a la
teoría del populismo elaborada por Ernesto Laclau para construir su alternativa
mediante un discurso performativo (que no se limita a describir un hecho
sino que la misma acción de expresarlo lo realiza[1]) capaz de abarcar a todos
los afectados por la crisis: indignados, decepcionados, incluso disgustados,
creando un nuevo sujeto político. De ahí que su planteamiento sea de todo o
nada, de mayorías absolutas que garanticen su acceso al gobierno. Y en ese
proyecto no cabe Izquierda Unida, precisamente por ser claramente de
izquierdas. Y encima parte del régimen del 78. De Izquierda Unida solo
quiere, y necesitan, sus cuadros y organizaciones convenientemente disueltas.
Aquí quien se engaña es porque quiere. Naturalmente, Izquierda Unida puede
apostar también por el modelo populista de Laclau (con toques de Lacan, y una
mala interpelación de Gramsci y su concepto de hegemonía) en cuyo caso lo mejor
es apoyar a Podemos con todas sus consecuencias. Consecuencias que significan
la disolución de Izquierda Unida y de cualquier otra alternativa de izquierdas
en nuestro país. En pocas palabras, el triunfo de Podemos significa la
desaparición de Izquierda Unida o su transformación en un partido residual,
como ya ha empezado apuntarse en Andalucía, precisamente uno de los bastiones
de Izquierda Unida.
Todo mi respeto
para los que así piensan de buena fe, hartos de la inoperancia de la izquierda
clásica. Yo creo, y trato de demostrarlo en mi próximo trabajo La sinrazón
del populismo, que Podemos es, en el mejor de los casos, un epifenómeno,
obligado tras las elecciones a optar por una configuración de partido normal,
aunque sea con métodos participativos avanzados, dotado de una ideología
populista y propuesta concretas reformistas en línea con las socialdemocracias
de los países nórdicos, que ha conseguido dar cauce político a la indignación,
sacando de la abstención crónica a colectivos marginados o desengañados. No está
mal y puede rendir frutos progresistas. Pero en las sociedades complejas, de
intereses cruzados, la transversalidad dura poco: lo que tarda en tener que dar
soluciones concretas a problemas inversos no lineales[2]. Es decir,
hasta que se empieza a hacer política práctica. La hegemonía, necesaria para
conquistar el poder político, no consiste en diluir los diferentes intereses de
clase y grupo en un planteamiento general vago (vacío) sino en ganar a
la mayoría de la población, para una salida política concreta, el socialismo,
porque encarna la superación del capitalismo, sus crisis cíclicas y su
desigualdad crónica. Para construir la hegemonía es necesario plantear, sin
disfraces tácticos, un modelo de sociedad socialista para nuestro tiempo y
lugar, como hacen el conservadurismo liberal y la socialdemocracia. Y es lo que
debe hacer Izquierda Unida.
Mientras, Podemos
se encuentra ante una encrucijada, una vez fallido su intento populista de
mayoría social: puede optar por configurarse como una forma renovada de
socialdemocracia (no debe extrañar su llamamientos a los antiguos votantes de
Felipe González, cuyo papel en 1980 tratan de emular) o preferir convertirse en
un partido nítidamente de izquierdas, como lo es Syriza en Grecia, en cuyo caso
Izquierda Unida debe jugar un papel importante en el necesario proceso de
unidad. Pero para eso hace falta que cuando llegue el momento, tras la
elecciones generales, Izquierda Unida siga viva y entera.
El problema para
Izquierda Unida, y la izquierda en general, no estriba tanto en que los
presupuestos y las expectativas de Podemos sean irreales unos y exageradas
otros, lo que las próximas elecciones pondrán de manifiesto, como en su
incidencia, que puede ser catastrófica para un planteamiento serio de avance al
socialismo, es decir marxista. Podemos puede generar confusión, división y
frustración. Lo que no significa negar los efectos beneficiosos de su
aparición, así como de su posible papel positivo, impulsando reformas, cuando
conquiste parcelas de poder. Pero, insisto, pretender construir una mayoría de
cambio (salvo que sea cosmético) sobre significantes vacíos (un oxímoron
tan disparatado como el Yo subconsciente de la pseudociencia
psicoanalista) como casta, arriba y abajo, gente común, dignidad nacional,
etc., es una utopía en el mejor de los casos, y una traba para la verdadera
emancipación en el peor.
Resumiendo,
Izquierda Unida es hoy por hoy, y pese a su esclerosis teórica, confusión
política y practica errática, la única alternativa de izquierdas realmente existente.
Y solo por eso, merece la pena defenderla, ayudándola en el urgente e
inevitable proceso de revisión, reorganización y cambio necesarios para que
pueda enfrentarse al desafío que ha supuesto la aparición de Podemos. Y para no
dejar huérfanos a los trabajadores de una opción política socialista.
[1] John Langshaw
Austin. Cómo hacer cosas con palabras: Palabras y acciones. Paidós
[2] Concepto matemático utilizado en ciencias naturales para hallar soluciones desde los datos del problema, expresados en la fórmula d = G(m) En la sociedad todos los problemas son inversos no lineales, como las crisis económicas. De ahí que sean irresolubles o tener distintas soluciones. Son irresolubles en el marco del sistema capitalista, por lo que solo queda superar dicho marco capitalista o aceptarlas como inevitables, y procurar, en el mejor de los casos, paliar sus efectos. Son las opciones reformista y revolucionaria (para una ampliación del concepto, ver: https://grupobunge.wordpress.com/2006/07/20/119/)
[2] Concepto matemático utilizado en ciencias naturales para hallar soluciones desde los datos del problema, expresados en la fórmula d = G(m) En la sociedad todos los problemas son inversos no lineales, como las crisis económicas. De ahí que sean irresolubles o tener distintas soluciones. Son irresolubles en el marco del sistema capitalista, por lo que solo queda superar dicho marco capitalista o aceptarlas como inevitables, y procurar, en el mejor de los casos, paliar sus efectos. Son las opciones reformista y revolucionaria (para una ampliación del concepto, ver: https://grupobunge.wordpress.com/2006/07/20/119/)
Fuente: http://www.nuevatribuna.es/
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