"La paz tiene un precio"
dicen los EEUU
Miércoles, 1 de
abril de 2015
La paz tiene un precio.
Eso fue lo que defendió Estados Unidos en la cumbre de la ONU que en
septiembre de 2014 tuvo lugar en Cardiff (Gales), una cumbre que supuso la
“revitalización” de la alianza atlántica tras años a la deriva. El resultado de
esa pujanza es que la primera potencia militar mundial quiere que los Estados
europeos dispongan del 2% de su PIB para gasto militar.
La presión
estadounidense sobre sus socios europeos se centra en la hipótesis de que el
continente está inmerso en “la peor crisis de seguridad desde el final de la
Guerra Fría”, según recogía el proatlantista Instituto Español de Estudios
Estratégicos, en un documento sobre la cumbre de Gales.
Hasta cuatro
puntos geográficos son los que señaló la OTAN como una amenaza a la seguridad
interna de la UE, al margen del creciente peso que la llamada “ciberguerra” y
su correlato en lenguaje bélico, la “ciberdefensa” va tomando en los análisis
de los estrategas occidentales. De esos cuatro puntos, el principal, y el único
en territorio europeo, es el conflicto entre Rusia y Ucrania.
El investigador
en paz y desarme del Centre Delàs, Pere Ortega, considera que la guerra en
Ucrania ha sido “la excusa perfecta” para que la OTAN haya recuperado “su razón
de ser”, es decir, el control del que fue su principal enemigo durante décadas,
Rusia. Sin embargo, Ortega, ve impropio hablar de una nueva “guerra fría”, dado
que los dos bandos hoy tienen sistemas de mercado capitalistas.
En el origen de
la tensión está la ruptura del llamado “cordón de seguridad” alrededor de
Rusia. Una brecha ensanchada en los últimos 20 años pero especialmente a raíz
de la instrumentalización de las protestas en la plaza de Maidan. “Es de una
imprudencia estúpida pensar que Rusia no reaccionaría ante una revuelta [Maidan]
que pretendía lanzarse en brazos de la UE y la OTAN, en un país donde el este y
el sur tienen una población mayoritaria rusa. Rusia se anexionó Crimea, y algo
similar pasara en el Dombas”, explica Ortega. Las diferencias entre los países
miembros de la UE van más allá de losmatices de una, por otra parte,
inquebrantable alianza con los objetivos de EE UU.
En Europa, al
casi común consenso de que en tiempos de austeridad, sangre, sudor y lágrimas,
el aumento de gasto militar es difícilmente justificable ante el electorado, se
le opone que la concepción del peligro ruso varía mucho en función de la
posición geográfica y las aspiraciones de cada Estado miembro. España, por
ejemplo, según publicaba en un informe en verano de 2014 el conservador Real Instituto
El Cano, acudió a la cumbre de Gales como un país “equidistante –si no
rusófilo– por sus reticencias a seguir los planteamientos más agresivos
respecto a Rusia de otros aliados”.
En el otro
extremo está Polonia, donde se sitúa, no sólo parte del escudo antimisiles
estadounidense, sino también el Cuartel General de la Fuerza Conjunta de Muy
Alta Disponibilidad, ejército “especial” de 4.000 efectivos preparado para una
intervención por tierra.
Junto a la
influencia de EE UU sobre sus aliados en el Este, está el peso de Alemania en
esa región. “La suposición general en Occidente es que Alemania es una fuerza
de moderación frente a Rusia; sin embargo, Merkel, en línea con Washington, se
ha ido decantando cada vez más hacia el bando de los halcones”, explica Susan Watkins en el editorial del último
número de la revista New Left Review.
El endurecimiento
de la actitud alemana puede marcar el final de un ciclo marcado por el deseo,
tras la II Guerra Mundial, de que una unión libre de países europeos lograse
una paz duradera en el continente.
Fuente: http://canarias-semanal.org/
No hay comentarios:
Publicar un comentario