Ainhoa Montero
06 de abril de 2015
"La religión es el opio del pueblo". En
mi humilde opinión, este dicho popular se adecua completamente a la realidad.
La religión es la droga que se ha venido usando durante siglos para adoctrinar
y amordazar a las sociedades. Nos han impuesto una serie de mandatos que no
podemos desobedecer, o de lo contrario seremos tachados de infieles y tendremos
que rendir cuentas al de arriba cuando nos llegue la hora. Afortunadamente,
esta “hora” en la actualidad nos llega por ella misma, ya que no hace demasiado
los cargos religiosos adelantaban nuestro reloj en nombre de dios para que
pagáramos por nuestros pecados lo antes posible. Sin embargo, las cuanto menos
dudosas prácticas religiosas que se llevaban a cabo en el medievo no son el
objeto de este escrito.
En estas líneas me gustaría dar mi opinión sobre la fe y la
Iglesia en general. En primer lugar, y es una idea bastante extendida, creo que
el concepto de dios se ha construido en base a una necesidad básica del ser
humano: conocer, tener respuestas, resolver interrogantes. Somos animales curiosos,
queremos saber el porqué de lo que nos rodea, conocer el sentido de nuestra
existencia y responder a la eterna cuestión: ¿y después de la muerte, qué? No
es de extrañar que nuestros antepasados, con ánimo de entender la naturaleza,
imaginaran que el mundo que nos rodea y nosotros mismos fuéramos obra de un ser
todopoderoso y eterno. Si además le atribuimos las cualidades de justicia,
misericordia, bondad, amor, entrega y pasión, tenemos cuasi solucionada la
segunda cuestión. ¿Qué ocurre cuando dejamos este mundo? Pues que nos vamos a
uno mejor, nos encontramos con Dios, que según nuestros actos en vida
determinará si nos merecemos ir al cielo, al purgatorio o directos al infierno.
Empero, el hecho de dar forma en nuestra imaginación a un ser creador de todo
lo visible para satisfacer nuestras necesidades de conocer no implica que éste
pase a existir realmente. Se me ocurre un sencillo símil: un niño genera un
amigo imaginario para jugar con él. Este amigo existe, sí, en su mente, pero no
de manera real. Lo mismo ocurre con dios.
No obstante, la fe es, por supuesto, totalmente respetable,
pero en mi opinión, es ideología de débiles. Las personas que creen en dios, se
encomiendan a él y atribuyen tanto sus éxitos como sus fracasos a la gracia
divina. Cuántas veces no habremos escuchado eso de “si Dios quiere” o “gracias
a Dios”. Tanto si las cosas nos salen bien como si nos salen mal, minimizamos
el componente intrínseco del desenlace de nuestras acciones para atribuírselo a
la voluntad de dios. Nos amparamos en que todo lo que nos ocurre es lo mejor
para nosotros porque dios lo quiere así y éste sólo desea nuestro bien y
nuestra felicidad eterna, ya sea en este mundo o en el que viene después.
Centrándome ahora en la Iglesia en sí, diré que me parece el
negocio mejor montado de la historia. Esta institución ha llevado a cabo
aberraciones y emprendido guerras amparándose en la supuesta palabra de Dios.
Ha hecho suyas una serie de leyes con las que ha mantenido al pueblo callado y
tranquilo durante siglos. Quien incumplía alguno de los mandamientos estaba
cavando su propia tumba. La Iglesia ahoga a un pueblo que no tiene para comer
pidiendo donativos para restaurar sus majestuosos templos. Aboga por la ayuda a
los más pobres, pero no escatima es gastos para sus imágenes. Predica la
palabra de Jesús, que apostaba por el amor, y sin embargo no acepta a los
homosexuales por ser algo “antinatural”, sin pararse a pensar que la
homosexualidad es tan antigua como los propios seres humanos. Ha contribuido de
manera activa a generar el machismo que existe en la actualidad, atribuyendo a
la mujer la labor de traer hijos al mundo y cuidarlos, omitiendo las
capacidades que el sexo femenino tiene. No consiente el uso de preservativos
porque impiden la gestación de una vida, pero las vidas que se pierden por no
usarlos (como el VIH) no le interesan. Pide respeto para sus imágenes y
tradiciones, y es la primera que no respeta todo aquello que se sale de sus
ideas. La Iglesia es esa institución que defiende que una violación es menos
grave que un aborto. Apoya que hay que dejar que vengan todas las vidas que el
señor disponga, pero no se preocupa de que esas vidas sean dignas y de calidad.
Ostenta catedrales, basílicas y templos valorados en miles de millones de
euros,pero mira para otro lado cuando el rugido de las tripas de los niños del
tercer mundo atrona sus oídos.
Tras escribir esto me convenzo más si cabe a mí misma de la
razón de esta cita
“No creo que Dios sea la explicación. Es
simplemente volver a describir el problema” Richard Dawkins
http://miradescritiques.blogspot.com.es/
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