martes, 7 de abril de 2015

IGLESIAS VERSUS RIVERA



El pulso entre los dos líderes marcará en gran parte el futuro de España
Ambos han abierto un boquete en el discurso de los partidos clásicos
Jaque al bipartidismo

Se admiran, se temen y se evitan. Los dos líderes políticos que pugnan por capitalizar la ruptura de la lógica de partidos que opera desde la transición tienen en común rasgos que les acercan, como la edad, la lucha por romper el bipartidismo, y la nueva manera de entender la política. Pero hay abismos que les separan. Pablo Iglesias quiere construir un «nosotros» desde abajo con Podemos. Albert Rivera cuenta con las sonrisas complacientes de los empresarios del Ibex 35 a su partido, Ciudadanos.
IOLANDA MÁRMOL / MADRID
Domingo, 5 de abril del 2015
AGUSTÍN CATALÁN

JOAN CORTADELLAS

Si se pudiese husmear entre los efectos personales atravesados por los rayos X de los arcos de seguridad de los aeropuertos que Pablo Iglesias y Albert Rivera cruzan varias veces por semana se contrastaría el abismo que separa a dos jóvenes políticos españoles con aparentes similitudes de liderazgo y potencial en las urnas. El presidente de Ciudadanos podría guardar en la cartera decenas de tarjetas de visita de los empresarios más influyentes del país, que no disimulan ya su interés en auparle y acuden a escucharle a la gincana de foros -públicos y privados- en los que el barcelonés despliega su poder de seducción con un lenguaje nuevo que tiene cautivado al 'business' madrileño. Iglesias lleva en los vaqueros dos viejos teléfonos móviles, y en ninguno de ellos hay contactos del Ibex, sino de plataformas sociales con las que el de Vallecas se reúne para dilucidar qué les preocupa y construir una hoja de ruta para Podemos, sin que esto despierte el más mínimo interés entre la prensa.
El pulso entre ambos está por llegar y, aunque el resultado es impredecible por más que se empeñen los gurús en vaticinar, el modo en que se resuelva ese duelo determinará en gran medida el futuro político de España. En cualquier caso, resulta innegable que la mera existencia de ambos líderes impone una nueva forma de hacer política, e implica un cambio en las reglas del juego. Sus oratorias frescas y directas han conseguido abrir un boquete en el anquilosado discurso de los partidos tradicionales, y amenazan con llevarse por delante ese formato anacrónico de debate-monólogo televisivo encorsetado que no encaja con los nuevos marcos discursivos de Rivera e Iglesias.
Propuesta televisiva
El entorno de Rivera, envalentonado con los resultados en Andalucía, reclama un enfrentamiento dialéctico entre ambos líderes convencido de que el catalán puede vapulear a Iglesias con una mejor oratoria. En el fondo de ese planteamiento subyace la leyenda sobre una entrevista que el líder de Podemos le hizo a Rivera, tras la cual Iglesias habría insinuado que preferiría no enfrentarse jamás a un enemigo tan duro de roer. «Pablo tiene miedo a debatir con él. Se ha negado a aceptar las propuestas de tres programas de televisión», delatan. En el núcleo de confianza de Iglesias sonríen con la sugerencia. «El adversario es el PP», afirman, aunque está por ver si esta estrategia de ninguneo resulta efectiva.
Lo cierto es que el presidente de Ciudadanos no se da por rendido y busca las cosquillas al de Vallecas, dejando caer perlas como que «el modelo de Venezuela es imposible en España» para ver si Iglesias le responde y lo eleva a categoría de adversario, de momento sin éxito. Estrategias al margen, ambos líderes se conocen, se admiran y se respetan.
El escaño en el Europarlamento ofrece a Iglesias el premio de vivir tres días a la semana «como una persona normal», fuera de los focos, pero su trabajo en Bruselas también le aleja del pulso diario en España y no comparece en rueda de prensa en Madrid desde el 26 de enero. Los escasos empresarios que han tratado de conocerle de cerca cuentan en privado, con gran sorpresa, que siguen esperando que les devuelva la llamada. En el entorno de Iglesias admiten que, para aspirar a la Moncloa, el líder tiene que cambiar el tono de tertuliano agresivo por el de hombre de Estado -un terreno en el que Rivera le lleva una gran ventaja- y por eso van a tratar de cuidar más sus intervenciones públicas.
El peligro de la arrogancia
En la cercanía, e incluso en el Europarlamento, Iglesias puede sacarse las partes más pesadas de la armadura con la que se atrinchera en las tertulias y ahí debajo, muy de vez en cuando, se intuye latir a otra persona. Deja de ser mordaz, se muestra respetuoso, prudente y lejano a la soberbia que despliega en los platós. Tiene la capacidad de guardar las armas y relajarse cuando no se siente amenazado. Se pide un té y escucha. Pero ante el peligro vuelve a ser ese provocador inconformista. Él mismo lo confiesa cuando le preguntan cuál es su mayor defecto. «La arrogancia», dice, y en efecto hace gala de ella. Los periodistas madrileños todavía recuerdan con estupor cuando en una conferencia se quejó de que no recibe nunca preguntas inteligentes y de que todavía nadie le haya hecho una sola cuestión para la que no tuviese la respuesta preparada. «Sois unos previsibles».
De Rivera cuentan sus amigos que es un joven sencillo, de clase media, «ante un reto extraordinario». «Es una persona muy tímida, no es un político al uso de los que van repartiendo sonrisas falsas y abrazos. Él saluda con cortesía, pero en esos ambientes no está en su salsa», relata alguien de su entorno. En los pequeños detalles se le ve esa huella de novato. Los asistentes al acto aún se sonríen cuando explican que Rivera quedó tan fascinado por la belleza del Casino de Madrid que antes de subir a la tribuna de oradores hizo fotos del edificio. Los que le conocen explican que Rivera «tiene gustos sencillos», que trabaja con mucha ilusión para lograr «una revolución tranquila» y que ejerce un «liderazgo incluyente, como un buen 'headhunter'».
En el terreno personal, ambos estrenan soltería. Rivera, de 35 años, rompió con su novia de toda la vida el año pasado y dedica dos días a la semana a estar con la hija que tienen, Daniela. Iglesias, de 37, ha terminado su relación con la exdiputada de IU Tania Sánchez.
El presidente de Ciudadanos, que fue campeón de natación de Catalunya y jugador de waterpolo, es muy aficionado al deporte y su pasión por las motos le ha llevado a trabar amistad con Jorge Lorenzo. Iglesias aprovecha huecos en Bruselas para salir a correr, es fan de 'Juego de Tronos' y un lector compulsivo.
En lo estético, disparidad. El barcelonés no tuvo empacho en desnudarse para un cartel electoral, admite que se cuida, hace 'spinning', compra los trajes en Hugo Boss y no niega su devoción por los zapatos de Lottusse. Iglesias no habla de su vestuario y tampoco nadie le pregunta, quizá por esa literatura que corre sobre su modo de vida austero y su inclinación por comprar en centros comerciales. El eurodiputado renunció al 'piercing', pero sigue luciendo camisas de cuadros de cuello infinito y la coleta como emblema, con la única concesión hecha a un ungüento brillante para el pelo que últimamente le ponen en los platós y que le roba el aspecto genuino de 'enfant terrible' que habitaba en el primer Pablo.













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