David Torres
08 de abril de 2015
La Historia consiste en la predicción de hechos pasados,
excepto en España donde a menudo se prefiere la quiromancia y la
prestidigitación. Tanto que en la Real Academia de la Historia es un
medievalista quien remienda la biografía de Franco, habrá que ver si la de José
Antonio la han redactado en cuaderna vía. Al final les ha salido un Diccionario
Biográfico la mar de majo, entre los Milagros de Nuestra Señora de Berceo
y los Claros Varones de Castilla, de Fernando de Pulgar, sólo que algo
más antiguo, más visigodo, no sé si me explico.
Si en la Gran Vía va a estrenarse en breve un musical
sobre la figura de José Antonio cuyo guión, por el trailer con
que lo anuncian, parece fruto de una noche de juerga entre Queipo de Llano y
Alfonso Ussía, con Franco lo menos que podemos esperarnos es una misa rociera.
Como aperitivo tenemos la biografía de Luis Suárez en el Diccionario
Biográfico, una loa superlativa que, por momentos, como corresponde a su autor,
está escrita en latín: “Pronto se hizo famoso por el frío valor que sobre el
campo desplegaba”. La única palabra verdadera en la retorcida y arcaica sintaxis
de esta frase es el adjetivo, “frío”, que remite al astuto batracio cuyo
principal pasatiempo, como atestiguan centenares de fotos, era masacrar
perdices, jabalíes y conejos cuando no había seres humanos a tiro.
No es el único fragmento que hace pensar si los más de seis
millones de euros derrochados en esta magna enciclopedia del humor habrían
estado mejor invertidos en un puticlub de seis plantas: “Puso en marcha, en
1963, el Plan de Desarrollo, que en pocos años colocaría a España en el séptimo
puesto en la escala económica mundial”. Ni la Francopedia lo hubiera dicho
mejor. Ha costado muchos años y esfuerzos arrancarle la lápida eterna de
“Caudillo” para que ahora lo tilden de “Dictador”. Personalmente me parece un
error de perspectiva, creo que “Caudillo” le iba mucho mejor, sobre todo por el
diminutivo, porque lo único grande que tenía Franco eran el culo y el instinto
homicida. Sólo en un país medieval se explica que le hayan encargado a un
medievalista vinculado a la Fundación Francisco Franco (la FFF, versión
hispánica del KKK) la biografía de uno de sus ídolos.
Vistos los resultados, más que un especialista en la Edad
Media parece que el autor fuese ceramista en Atapuerca. Por el grado de
simpatía y reverencia hacia uno de los genocidas más longevos de Europa, da la
impresión de que Franco todavía estuviese vivo, impresión corroborada día a día
tras la lectura del BOE. El problema no es que hayan pasado ya cuatro décadas
desde la muerte de Franco, sino que, entre beaterías, misas castrenses, abusos
de autoridad, impunidad policial e injusticia absoluta, el franquismo sigue más
vivo que nunca. No es culpa de los historiadores, pobrecillos, sino de la
materia de la que se ocupan, que aún pega bocados. Hacer historia sobre Franco
hoy día es como intentar meter a un tiranosaurio vivo en un museo: lo mejor es
esperar a que se muera. Bellocq le decía a Indiana Jones que la arqueología era
una disciplina muy sencilla, basta coger un reloj barato, enterrarlo en la
arena mil años y ya no tendrá precio. Si lo entierras en un sillón de la
Academia de la Historia, además dará la hora cantando el Cara al sol.
Fuente: www.publico.es
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