Crisis económicas del antiguo
régimen
Las periódicas crisis de
subsistencia tienen que ver con una economía eminentemente agraria y
dependiente de la combinación de las malas cosechas y el atraso tecnológico.
Eduardo Montagut 04 de Abril de 2015 (16:41
h.)
Las
crisis económicas del Antiguo Régimen son conocidas como de subsistencias,
harto distintas en causas, características y consecuencias a las de las
economías capitalistas. En este trabajo intentaremos estudiar esta cuestión tan
importante para el conocimiento de la historia de la época moderna por sus
evidentes implicaciones económicas, sociales y políticas, como hemos tenido
ocasión de comprobar en distintos artículos sobre motines ocurridos en España
en esa larga etapa histórica.
El
funcionamiento del mercado solía agravar la situación de crisis. La
insuficiencia de reservas y el acaparamiento de las mismas en manos de unos
pocos poderosos, como miembros de los estamentos privilegiados y arrendatarios
de rentas, eran fatales
Las
periódicas crisis de subsistencia tienen que ver con una economía eminentemente
agraria y dependiente de la combinación de las malas cosechas y el atraso
tecnológico. Aunque pueden presentarse algunas variantes, las circunstancias
solían ser siempre las mismas. En primer lugar, los fenómenos climáticos, como
sequías, granizos o inundaciones, así como plagas de insectos (langosta),
guerras y devastaciones, provocaban malas cosechas de cereal (trigo). Los
sistemas de cultivo y los aperos eran atrasados y daban pocas o nulas
alternativas a la caída de la oferta del trigo. Este descenso llevaba a una
elevación sustancial del precio del mismo que se prolongaba o agudizaba hasta
la cosecha del año siguiente. Si se repetían las malas cosechas la situación
derivaba en verdadera catástrofe. Estaríamos ante una grave crisis de
subsistencia, afectando a un número variable de personas, pero siempre a
muchas.
El
funcionamiento del mercado solía agravar la situación de crisis. La
insuficiencia de reservas y el acaparamiento de las mismas en manos de unos
pocos poderosos, como miembros de los estamentos privilegiados, mercaderes y
tratantes de cereal, así como arrendatarios de rentas, eran fatales. El
almacenamiento de trigo con fines especulativos, es decir, esperando a que los
precios subieran más y más para obtener beneficios, provocaba a su vez una
escalada sin freno de los mismos. En una sociedad poco dada a la inversión para
mejorar la productividad, sobre todo por las cargas y rentas que soportaban las
explotaciones agrarias, este mecanismo del acaparamiento suponía un medio para
obtener pingües beneficios.
La
subida de precios traía consigo una terrible consecuencia: el hambre, porque
muchas personas no podían comprar el grano o el pan. En las ciudades el
fenómeno se agravaba no sólo por las dificultades para poder acceder a algunas
fuentes naturales de alimentos, sino porque la subida del precio del trigo y
del pan arrastraba la de otros alimentos, productos y servicios. Muchos
artesanos y comerciantes subían el precio de sus manufacturas y mercancías para
intentar compensar con una elevación de ingresos los altos precios del grano.
Pero como no subían tampoco al mismo nivel que el del grano los artesanos y
comerciantes se arruinaban, con el consiguiente cierre de talleres y negocios,
y la pérdida de puestos de trabajo. El número de mendigos se multiplicaba.
Las
subidas de precios y el hambre traían una nueva consecuencia: el aumento de la
mortalidad, especialmente entre los sectores más humildes y desfavorecidos de
la sociedad estamental. No era infrecuente que esta mortalidad tuviera, además,
un componente epidémico. La debilidad, junto con la evidente insalubridad,
especialmente en el ámbito urbano, eran dos componentes que facilitaban el
desarrollo de las enfermedades contagiosas.
La
crisis de subsistencias solían provocar otra consecuencia: el aumento de la
tensión social, los motines. La población salía a la calle espoleada por algún
hecho concreto, como la muerte de alguna persona por hambre, o un encontronazo
con una autoridad en un mercado público, para demandar la bajada de su precio,
produciéndose asaltos a las casas de las autoridades y, sobre todo, a los
almacenes de los acaparadores. Por eso era natural que las autoridades en el
Antiguo Régimen intentar prevenir estas crisis de subsistencia o paliar sus
efectos. No primaban las motivaciones humanitarias, demográficas o económicas,
sino las derivadas de los peligros de que se quebrase el orden público.
En
consecuencia, a partir de la Baja Edad Media se establecieron y perfeccionaron
distintos medios de intervención por parte del poder en relación con estas
crisis de subsistencia. En primer lugar, se crearon pósitos en las ciudades
donde se almacenaba el grano comprado por los concejos o municipios para
venderlo en momentos de subida de precios y así intentar bajarlos. Estos
pósitos también prestaban grano a los productores en buenas condiciones para
evitar que la escasez de simiente provocara una futura mala cosecha. También se
crearon mercados de grano para controlar y regular la venta del mismo. Una
tercera medida era establecer una tasa de precios del grano, es decir, un
precio oficial. En caso de emergencia se podía llegar a la incautación o
adquisición forzosa de grano al precio de la tasa. Otras medidas pasaban por la
prohibición de sacar trigo de un determinado territorio en crisis, o el recurso
a la caridad pública o privada.
Un
grave problema que tenían las autoridades se daba en las grandes ciudades donde
había serias dificultades para mantener el abastecimiento del grano y los
alimentos. El caso de Madrid era especialmente grave por ser la sede de la
corte y, por lo tanto, un lugar donde había que asegurar la paz social a
cualquier precio. Los concejos de las grandes ciudades comenzaron a dedicar
crecientes cantidades de recursos para financiar los distintos medios, que
hemos estudiado, con el fin de asegurar el abastecimiento de grano.
En
todo caso, las crisis de subsistencia fueron difícilmente atajadas, y fueron
constantes durante toda la Edad Moderna, manteniéndose, cruzándose con otras
más modernas, más capitalistas, durante todo el siglo XIX. Una de las causas
era la falta de previsión pero, sobre todo, que algunas medidas de intervención
podían ser nocivas. La tasa de gano, por ejemplo, podía provocar un aumento del
mercado negro del grano. Los controles de abastecimiento y las prohibiciones de
sacar grano de las zonas en crisis podían dificultar que llegara grano a zonas
que estaban peor.
Pero
la razón principal de la existencia y pervivencia de las crisis de
subsistencias está en la propia estructura productiva y mercantil del Antiguo
Régimen. La agricultura producía poco y a bajo rendimiento por la estructura de
la propiedad, las rentas y la presión sobre los arrendatarios. Además, no había
un mercado articulado, tanto por la existencia de aduanas y peajes, como por la
insuficiencia de los transportes. El flujo de los cereales de una región a otra
era casi inexistente y solamente se daba cuando las diferencias de precios
entre unas y otras eran de tal envergadura que podían generar beneficios.
Fuente:
www.nuevatribuna.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario