nuevatribuna.es |Eduardo
Mangada | Arquitecto y socio del Club de Debates Urbanos| 06 Diciembre 2014 - 18:24 h.
Mercado de Frutas y Verduras de Legazpi en 1975.
Hace unos meses
publiqué un artículo bajo el título “OKUPAción y autogestión” (Nueva
Tribuna, 9-10-14) en el que defendía la capacidad de organización de los
ciudadanos para la promoción autogestionada de muy diversas actividades
lúdicas, culturales, deportivas, docentes, etc., constituyendo auténticos
equipamientos de la ciudad que vengan a completar y enriquecer por su variedad a
los equipamientos reglados responsabilidad de las administraciones públicas,
cuando no, como en los casos más sangrantes, a suplir la ausencia de estos
últimos en muchos barrios de nuestras ciudades.
Estas iniciativas
ciudadanas deben ser recibidas y acogidas por los poderes públicos,
especialmente por los ayuntamientos, como una aportación que enriquece social y
físicamente la ciudad, por lo cual cabe exigir que desde la administración
municipal no solo se toleren, sino que se apoyen y potencien colaborando con
ellas, ofreciendo un ámbito físico y una mínima cobertura económica para su
pleno y pacífico funcionamiento.
Desgraciadamente
todavía perdura, salvo puntuales y excepcionales casos, una desconfianza de los
responsables políticos frente a estas iniciativas vecinales, e incluso una
clara hostilidad, seguida en muchos casos de una descalificación, llegando a
considerarlas peligrosas, que justifican una contraofensiva mediante múltiples
obstáculos físicos, administrativos y económicos para acabar, en los casos más
violentos, en el acoso, persecución y expulsión de los edificios y espacios
públicos ocupados bajo la acusación de atentar contra el orden establecido,
cuando no en defensa de supuestos intereses inmobiliarios.
En estos últimos
meses podemos ser testigos (y cómplice en mi caso) en Madrid de un ejemplo de
responsabilidad ciudadana y sensibilidad cultural ante las carencias de
equipamientos sociales de muchos barrios. Me refiero al Proyecto Espacio
Vecinal Arganzuela (EVA), una iniciativa colectiva en la que confluyen
dieciocho agrupaciones ciudadanas de todo tipo, desde las AMPAS al colectivo
La Traba (unos civilizados y activos okupas desalojados hace unos meses),
aglutinadas todas ellas por las asociaciones vecinales del distrito, apoyadas
por otros centros autogestionados ya consolidados en Madrid y diversos
colectivos profesionales.
Espacio Vecinal
Arganzuela solicita al ayuntamiento la cesión temporal de una parte del Mercado
de Frutas y Verduras de Legazpi
Espacio Vecinal
Arganzuela solicita al ayuntamiento la cesión temporal de una parte del Mercado
de Frutas y Verduras de Legazpi, sin actividad desde hace largo tiempo y sin
proyecto municipal en un horizonte previsible. Pero no se trata de una
solicitud arbitraria, sin base ni contenido. EVA no mendiga un espacio en un
edificio público, sino que para demostrar su seriedad y solvencia acompaña su
solicitud con un detallado proyecto de actividades deportivas, culturales,
pedagógicas, ecológicas, ciudadanas, etc., así como, y esto es importante, una
estructura de gestión del espacio responsabilizándose del mantenimiento en el
tiempo de las actividades comprometidas y del propio edificio. Más aún,
dotándose de normas de funcionamiento que garanticen la ausencia de molestias
al entorno inmediato y no supongan perturbación alguna del funcionamiento de la
ciudad. La consolidación en el corto plazo de este proyecto sería una garantía
frente a cualquier actividad peligrosa como puedan ser las drogas, la xenofobia
o la violencia fundamentalista del color que sea.
Un programa de
actividades que no olvida el valor del propio edificio, el Mercado de
Legazpi, como un testimonio de las primeras arquitecturas de hormigón
armado, incluyendo el homenaje a Javier Ferrero (arquitecto municipal de
Madrid en 1921) y al ingeniero Peña Boeuf como autores del mismo.
Una muestra más de sensibilidad ciudadana y solvencia intelectual.
Desde estas
páginas y en apoyo al proyecto EVA, creo legítima la petición y la exigencia al
ayuntamiento para que establezca una inmediata negociación con sus promotores,
sin imposiciones ni condiciones torticeras, para establecer un convenio de
colaboración en el uso del Mercado de Frutas y Verduras, aportando suficiente
apoyo para garantizar un servicio adecuado para el buen desarrollo de las
actividades proyectadas (agua y electricidad y, añado yo, seguridad y una
sensata subvención económica).
Pido con
convencimiento a los responsables municipales que lean detenidamente el
Proyecto EVA para contrastar la solvencia cívica, el rigor organizativo
recogido en esta magnífico, casi ejemplar, documento.
Buena cultura del
urbanismo de la austeridad
Y unas últimas
reflexiones. Tenemos ante nuestros ojos unas elecciones municipales y
autonómicas y van a presentarse al público diversos programas propuestos
por diversos partidos o plataformas. El tema que hoy he traído a estas páginas
puede y debería constituir un punto de referencia para la construcción de un
programa político que pretenda gobernar la ciudad. Con seguridad los próximos
cuatro años, quizá algunos más desgraciadamente, la actuación de las
administraciones públicas e, incluso, la de los operadores privados (salvo los
netamente especulativos, sean chinos o autóctonos, buitres o sabandijas),
estará enmarcada por la escasez de recursos financieros, tanto o más grave si,
como vaticinan sabios economistas y prestigiosas instituciones internacionales,
una tercera recesión amenaza a la Eurozona. En este ambiente, la acción
política deberá centrarse, para ser responsable y creíble, en la selección de
los sacrificios en lugar de en la promesa de paraísos. Sacrificios priorizados
en función de su eficacia frente a la desigualdad y compartidos con equidad por
ricos y pobres.
Si esta escasez
hace renacer la buena cultura del urbanismo de la austeridad, la saludaremos
como una virtud exigible a una sociedad responsable y no la padeceremos como
una coartada para justificar la obsesión autodestructiva del déficit. El
ejercicio del poder municipal se valorará no tanto por la cantidad de las obras
que proponga y realice sino por la forma en que estas obras se definan y se
valúen en función de los beneficios colectivos y no de su mayor rentabilidad
inmobiliaria.
El buen gobierno
de la ciudad será aquel capaz de integrar a los ciudadanos autoorganizados en
las tareas cotidianas de los poderes públicos con la finalidad última de luchar
contra “la desigualdad social y la injusticia espacial” (Bernardo Secchi). Más
que las cosas que se hagan cobrará legítima importancia cómo se hagan, en un
claro desarrollo de una democracia participativa. Una participación real a
través de un diálogo continuo entre los ciudadanos y el ayuntamiento, y no
reducida a los procesos burocráticos establecidos por la ley.
No tengamos miedo
a la capacidad de autogestión cooperativa de los ciudadanos, es uno de los
instrumentos más poderosos con que va a contar el futuro ayuntamiento de Madrid
y la única forma de que los ciudadanos entiendan su ciudad como el espacio de
lo común.
Fuente: www.nuevatribuna.es
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