Artículos de Opinión | James Galbraith y Yanis Varoufakis |
01-07-2013 |
El
cierre repentino el pasado 11 de junio de la televisión estatal de Grecia y la
red de radio, el Hellenic Broadcasting Corporation, conocida como la ERT, ha
dado lugar a un drama político. Periodistas y personal de la red han ocupado
edificios de la ERT, y grandes multitudes se han manifestado para mostrar su
apoyo. Con transmisores ocultos, la radiodifusión se reanudó a través de
Internet, y pronto las estaciones de toda Europa recogieron las señales. De la
noche a la mañana, un organismo estatal que desde hacía mucho tiempo había sido
denostado por la corrupción y el clientelismo se convirtió en la voz de la
resistencia democrática.
La
crisis también podría acabar con el gobierno griego y llevar la oposición de
izquierda al poder. Esto no perjudicaría ni a Europa ni a Estados Unidos. Las
políticas impuestas actualmente a la periferia de Europa están empeorando la
crisis, poniendo en peligro la integridad de Europa e impidiendo el crecimiento.
Un gobierno griego que rechace estas políticas autodestructivas va a hacer más
bien que mal.
Viajamos
a Salónica el 12 de junio, el día después de que la ERT se cerrara, para una
entrevista programada en ET3, una estación de la ERT local. Nuestra entrevista
nunca se llevó a cabo debido a que el canal había dejado de emitir horas antes.
Pero en las oficinas, nos encontramos con Alexis Tsipras, jefe del partido
opositor Syriza, que perdió por estrecho margen las elecciones nacionales de
Grecia en junio pasado. El señor Tsipras está realizando una campaña para
restablecer la ERT como una emisora potencialmente independiente. Después de
saludar a los ocupantes de la emisora, el señor Tsipras se dirigió con nosotros
a una sala cercana para un debate económico que se había llenado, de repente,
con un público de más de 2.000 personas.
El
primer ministro de Grecia, Antonis Samaras, cerró la ERT para satisfacer las
demandas de la UE de recortes del sector público. Si sus socios de la coalición
no están de acuerdo, habrá nuevas elecciones en las que serán arrasados. Pero
el señor Samaras puede haber ido demasiado lejos. A pesar de sus defectos, la
ERT es el único foro de masas para el debate público que los griegos tienen.
Cerrándola, todo el debate político no comercial y las noticias locales quedan
al margen de las ondas. Ahora, el gobierno ha convertido un debate turbio sobre
la austeridad, la confianza y los mercados crediticios en una lucha abierta
sobre la democracia y la independencia nacional. En esa pelea, Syriza se erige
como la alternativa, y el Sr. Tsipras ahora tiene la oportunidad de convertirse
en primer ministro.
Si
tiene éxito, nada esencial cambiaría para los Estados Unidos. Syriza no tiene
intención de desmantelar las bases de la OTAN o cerrar las bases militares
estadounidenses. Por supuesto, la complicidad estadounidense con la dictadura
griega de 1967 a 1974 no se ha olvidado, y cualquier gobierno griego discrepará
naturalmente con los Estados Unidos, hasta cierto punto, sobre el Medio
Oriente. Pero el hecho es que el problema que tiene Grecia hoy en día es con
Europa, y el señor Tsipras no quiere pelear con Washington.
El
sector financiero mundial evaluaría una victoria de Syriza con horror. Pero los
bancos y fondos de cobertura saben que la mayor parte de la deuda griega está
en manos de los contribuyentes europeos y del Banco Central Europeo, y lo que
queda está siendo arrebatado por los inversores porque saben que será pagado.
Las grandes finanzas están preocupadas por lo que pueda pasar en otras partes
si un partido de izquierda gana en Grecia. Este instinto es natural entre los
banqueros. Pero para el gobierno de Estados Unidos adoptar la misma actitud
impulsado por el temor sería estratégicamente miope.
De
hecho, en este momento, Syriza puede ser la mejor esperanza para Europa. Los
griegos no quieren abandonar el euro, ni que la zona euro se desintegre, una
eventualidad que probablemente acabaría con la Unión Europea. También saben que
la postura de Europa respecto a la crisis, con una austeridad cada vez más dura
y con préstamos cada vez más grandes, ha fracasado miserablemente.
Si
estas políticas no cambian, el colapso total de la economía griega es
inminente. Los requisitos básicos para la reforma podrían ser satisfechos
dentro de los tratados europeos existentes. Incluyen una mutualización del
esfuerzo para amortizar la deuda soberana mediatizada por el BCE; la
reestructuración de los bancos europeos mediante la conversión del Mecanismo de
Estabilidad Europea en una especie de equivalente europeo del Programa de
Alivio para Activos con Problemas (TARP, por sus siglas en inglés. NdT) puesto
en práctica después de la crisis en Estados Unidos; un programa de inversión y
de creación de empleo; y una iniciativa europea para enfrentar la crisis social
y humana a través del fortalecimiento del seguro de desempleo, las pensiones
básicas, el seguro de depósitos y las instituciones públicas fundamentales como
la educación y la salud.
Syriza
pretende luchar tanto contra el aumento del hambre como contra un partido
neo-nazi xenófobo, Aurora Dorada, con las comidas escolares y los cupones de
alimentos. Un gobierno de Syriza trataría de compaginar estas reformas con la
salvación del proyecto europeo. Y esto sólo puede ser algo bueno para los
Estados Unidos.
Una
campaña insólita para que cambien las políticas erróneas que rigen la Unión
Europea ha comenzado en Grecia, un país pequeño y orgulloso que ha dado unas
pocas ideas al mundo, incluida una, el gobierno del pueblo, que nos gusta
llamar por su nombre griego.
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