Artículos de
Opinión | Alberto Rabilotta | 24-01-2013 |
En el
anterior artículo (¿Signos de desbandada neoliberal? http://alainet.org/active/60951)
pasamos revista a la grave y persistente situación de las economías reales en
los países del llamado “capitalismo avanzado”, y del comienzo de reconocimiento
-por parte de economistas y políticos-, que el neoliberalismo y las recetas de
austeridad han puesto el capitalismo a la defensiva y que los ingredientes para
estallidos sociales ya existen en muchos países. En ese contexto se escuchan
ahora voces de la clase dominante que afirman que ya se superó la crisis, y
otras que plantean hacer cambios para mantener un sistema que comienza a
tambalearse.
Hace siete
décadas, al analizar las causas y los efectos del desplome de las economías
durante la Gran Depresión de los años 30 del siglo 20, Karl Polanyi escribía
que en el momento en que la sociedad comenzó a buscar cómo protegerse de los
peligros inherentes a un sistema de mercado autorregulado, cada país del
capitalismo industrial fue tomando –cada uno por su cuenta- medidas de orden
social y económico, pero las diferencias políticas tenían como contrapartida
una “semejanza entre los regimenes nacientes, el fascismo, el socialismo y el
New Deal, pero esta era únicamente su común abandono de los principios del
laissez-faire” (1)
La respuesta
común a la dictadura de los mercados que había puesto la sociedad al servicio
de los intereses económicos, provocando con ello un desastre social y político
de dimensiones mundiales, fue el abandono de los “mercados autorregulados” y la
adopción del dirigismo estatal, que en el mundo capitalista asumió formas
corporativistas que entretejían los intereses de determinados sectores y grupos
sociales con los intereses de sectores económicos del capital, como los
industriales, con el Estado arbitrando estas relaciones y planificando la
economía para alcanzar objetivos tales como crear empleos, desarrollar
industrias (con fines armamentistas en los países del “eje fascista” en primer
lugar, y luego en Estados Unidos y Gran Bretaña) y superar la pauperización de
la Gran Depresión.
El
corporativismo estuvo al servicio de regimenes totalitarios –la Alemania nazi,
la Italia fascista, entre otros más-, y en Estados Unidos (EE.UU.), con el New
Deal, la planificación económica permitió llevar a cabo transformaciones
económicas, fiscales y sociales de carácter progresista destinadas a impedir
que las masas populares abrazaran el socialismo o el fascismo. El New Deal se
expandió a otros países antes y después de la Segunda Guerra Mundial. La
experiencia socialista, en la Unión Soviética, fue la planificación quinquenal
de la economía, adoptada en 1928 y aplicada a partir de 1929.
Es evidente
que la creación de millones de empleos mediante el desarrollo industrial y la
mecanización del campo, que en EE.UU. logró el New Deal, no es reproducible en
la actualidad en los países del capitalismo avanzado: los “ejércitos” de robots
que reemplazan a los asalariados existentes y a los jóvenes que debían
reemplazarlos, es una realidad prácticamente irreversible. Y tampoco son
realistas las propuestas que circulan en ciertos países de “repatriar” las
industrias que desde hace décadas las transnacionales vienen mudando a los
países en desarrollo para explotar la mano de obra barata, apropiarse de
mercados y repatriar las ganancias para Wall Street y sus ejecutivos. Lo que
frecuentemente se olvida es que con esas mudanza no solo se mudaron los
empleos, sino que se perdió la acumulación y capacidad de transferir la
experiencia y el conocimiento de los trabajadores y técnicos, entre muchas
otras cosas más.
Pero, como
veremos a partir de las opiniones y propuestas de economistas, y de políticos y
funcionarios del sistema imperante, el reconocimiento de que el neoliberalismo
fracasó y constituye una amenaza al sistema capitalista los lleva nuevamente a
proponer alguna forma de dirigismo estatal, de capitalismo de Estado –nunca la
planificación económica que tenga en cuenta los intereses de la sociedad, por
el momento-, o sea un retorno al corporativismo envuelto en engañosos
conceptos, como el de un “capitalismo global administrado”.
¿Qué nos
dicen los economistas?
Para
economistas como Joseph Stiglitz, esta crisis estructural y las crisis que
estamos pasando por alto –en particular el cambio climático-, se exacerbaron
después de la Gran Recesión del 2008 y no serán resueltas por el mercado. Son
crisis de tipo mundial y para resolverlas se necesitan transiciones
estructurales, o sea que “es necesario que los gobiernos desempeñen un papel
más activo”. Su colega Paúl Krugman piensa algo similar, aunque comienza a
acercarse al problema de fondo de esta crisis estructural: “¿Qué es lo que está
sucediendo? De la mejor forma que lo puedo decir, hay dos explicaciones
plausibles, y hasta cierto punto ambas pueden ser verdad. Una es que la
tecnología hizo un viraje que ha puesto el trabajo (asalariado) en desventaja;
la otra es que estamos viendo los efectos de un neto aumento en el poder de los
monopolios. Pensemos en esas dos narrativas como una que enfatiza a los robots,
y en la otra a los “magnates ladrones” (robber barons)” (2).
El analista
económico William Greider (3) reporta que en una de las principales cunas del
pensamiento neoliberal, el Institute Peterson (IP) en Washington, hubo el 7 de
enero pasado una reunión sobre “ética y globalización” en la cual economistas y
cientistas sociales presentaron sus opiniones y trabajos. Algunos de ellos
describieron al sistema global como en medio de graves problemas y advirtieron
que “si las cosas no cambian” habrá rebeliones populares, incluso en EE.UU.
Greider
apunta que habiendo perdido la confianza en las promesas del sistema de libre
comercio, “muchos están volviéndose hacia los gobiernos para que los salven del
capitalismo global”. Howard Rosen, investigador visitante del IP, describió las
consecuencias negativas de las últimas décadas y concluyó recomendando
reformas: un salario mínimo en todo el mundo, aumentos de salarios vinculados a
los aumentos de productividad, seguro contra el desempleo, adopción de
estándares laborales internacionales, promoción de la sindicalización, y
compromisos de Wall Street y demás instituciones financieras internacionales de
que no darán financiamiento a las naciones que no acepten tales reformas.
En esta
reunión del IP el economista David Branchflower, de la Universidad Dartmouth,
denunció el terror que viven los trabajadores, jóvenes y viejos, porque “jamás
se recuperarán de esta falta de empleos”, y advirtió que la clase trabajadora
en Europa está “ardiendo” y que se está frente a una “potencial rebelión”, lo
que también puede ocurrir en EE.UU. Y el nuevo presidente del IP, el ex
economista de la Reserva Federal Adam Posen, admitió que hay problemas en el
basamento político de la globalización porque “uno de los alarmantes efectos de
la crisis financiera global es que hubo una amplia erosión de la confianza del
capitalismo en sí mismo”.
El
economista Dani Rodrick, de Harvard (4), contrapone el “liberalismo económico”
reinante en los países capitalismo avanzado al mercantilismo aplicado por los
países emergentes de Asia, concluyendo que se ha llegado “al final de esta
feliz coexistencia. El modelo liberal ha perdido su brillo, debido al aumento
de la desigualdad y la difícil situación de la clase media en Occidente, junto
con la crisis financiera producida por la desregulación () Como resultado, el
nuevo entorno económico producirá más tensión que acomodamientos entre países
que busquen vías liberales y mercantilistas.Pueden también despertarse debates
latentes desde hace mucho tiempo sobre el tipo de capitalismo que genera una
mayor prosperidad.”
Para el
economista Anatole Kaletsky (5), de la actual crisis saldrá “un nuevo modelo de
capitalismo global, no basado en la ciega fe en las fuerzas del mercado que
siguió a la Gran Inflación de los años 70, ni tampoco en la excesiva
intervención gubernamental inspirada por la Gran Depresión”, y afirma que “la
tragedia del 2008 estuvo en que la ciega fe en los mercados disuadió a los
gobiernos de manejar adecuadamente esos ciclos de expansión-implosión”, y que
habiendo desaparecido el comunismo y siendo la crisis cosa del pasado, los
decidores políticos y los votantes han reconocido ya que no se puede dejar que
los mercados se guíen por sus propios instrumentos: “Las economías deben ser
administradas. Como resultado, un nuevo modelo de capitalismo global
administrado está en evolución y gradualmente reemplazará el fundamentalismo de
mercado que dominó el mundo desde la era Reagan-Thatcher hasta el 2008”.
Con el
título ¿Está ganando el capitalismo de Estado?, el economista Daron Acemoglu y
el analista James A. Robinson (Proyect Syndicate, 31 diciembre 2012) recuerdan
que algunos países asiáticos, “apoyándose en varias versiones del dirigismo”
han crecido rápidamente y de manera constante en décadas mientras los países
centrales del capitalismo liberal “continuaron su anémico desempeño” en el
2012, y seguidamente se preguntan si no ha llegado la hora de actualizar los
libros de economía y estudiar las formas de “capitalismo de Estado”.
¿Qué nos
dicen los gobernantes y tecnócratas?
A mediados
de enero Jean-Claude Juncker –saliente presidente del Consejo de ministros de
Economía y Finanzas de la zona euro (Eurogrupo)- criticó las políticas
neoliberales aplicadas en la zona euro (ZE) y advirtió que si no hay cambios
“perderemos el apoyo de las clases trabajadoras”.
Después le
llegó el turno al profesor de economía neoliberal y también saliente primer
ministro italiano Mario Monti, quien dijo a los embajadores latinoamericanos en
Italia que América latina se ha ganado hoy un rol central y activo que genera
admiración, por no decir envidia, porque “ha sabido construir un modelo de
desarrollo basado en el crecimiento, la justicia social, la modernización y el
respeto ambiental” (6).
Difícil
creer que el enviado por la Troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y
FMI), para aplicar la austeridad neoliberal en Italia pueda elogiar las
políticas de países latinoamericanos que tienen decentes tasas de crecimiento
económico y de creación de empleos precisamente porque han rechazado los
postulados básicos del neoliberalismo, porque los Estados intervienen
activamente en sectores de la economía real, nacionalizan empresas cuando hay
que nacionalizar, responden a las presiones sociales y, más grave aún,
controlan la política monetaria y regulan la actividad bancaria y financiera
para ejecutar una política de desarrollo socioeconómico.
En el caso
de Monti, con su extenso curriculum vitae como ideólogo de las ideas
neoliberales en la Comisión Trilateral y el Grupo Bilderberg, fundador del
“grupo de ideas” Bruegel, asesor de Goldman Sachs, Moody’s, Coca-Cola,
etcétera, y miembro clave de muchas comisiones que consolidaron el rígido
modelo neoliberal de la Comisión Europea (CE), este elogio del intervencionismo
estatal sudamericano no puede ser una conversión ideológica, pero quizás sea
puro oportunismo político o una manifestación más de divergencias profundas en
la cúpula del sistema neoliberal.
De la guerra
monetaria al proteccionismo y...
Quien sabe
Juncker y Monti se están confesando y reconvirtiendo al intervencionismo
estatal para renacer políticamente, siguiendo la receta del nuevo primer
ministro japonés Shinzo Abe, recientemente electo para sacar la economía real
de su país del estado “zombi” en que se encuentra desde hace dos décadas. Abre
ganó porque amenazó con nacionalizaciones de empresas y hasta con quitarle la
sacrosanta independencia al Banco Central de Japón si no aceptaba lanzar un
tsunami monetario y devaluar el yen para crear empleos.
Abe adoptó
este programa a pesar de la deuda de Japón (a finales del 2012 y según el FMI,
la deuda gubernamental equivalía al 237 por ciento del PIB) porque busca
abaratar las exportaciones japonesas para competir con Corea del Sur y Alemania
en nichos de alta tecnología, y de paso encarecer las importaciones, generar
inflación y crear empleos.
Y no
olvidemos que Japón fue el primer país del capitalismo avanzado (2001) que
recurrió a emisiones masivas de dinero (flexibilización cuantitativa o
quantitative easing) y tasas de interés muy bajas para reactivar la economía,
con muy poco éxito. Política copiada desde la crisis financiera del 2007 por
EE.UU., Gran Bretaña y los países de la UE para salvar de la insolvencia los
grandes bancos y el sistema financiero, y devaluar sus monedas para poder
seguir exportando. Tales políticas no reactivaron las economías reales, pero
alimentaron el capital financiero que especula en los mercados financieros y
monetarios de los países emergentes.
Al apreciar
las monedas de los países emergentes, estos flujos especulativos encarecieron
las exportaciones y abarataron las importaciones, desequilibrando aun más las
tradicionalmente negativas balanzas de comercio y de pagos de estos países, lo
que explica que en el 2010 el ministro de Finanzas de Brasil, Guido Mantera,
denunciase estas políticas como una “guerra monetaria”, que causan estragos
económicos.
Las
devaluaciones competitivas amenazan ahora extenderse como un “fuego de
praderas”: el pasado 15 de enero el vicegobernador del Banco Central de Rusia,
Alexei Ulyukayev, afirmó que el mundo está en el umbral de una “guerra
monetaria” por las políticas del primer ministro Abe en Japón y una declaración
de Jean-Claude Juncker, quien –según la agencia Bloomberg- se había quejado del
“peligrosamente alto” valor del euro, opinión que comparten ministros del
gobierno francés, para quienes la apreciación del euro (7.0 por ciento frente
al dólar estadounidense en los últimos seis meses) impide frenar el desempleo
en Francia. Desde septiembre del 2011 Suiza viene manipulado su moneda para evitar
que continuara apreciándose frente al euro, y ahora los países nórdicos se
quejan de lo mismo: el ministro de Finanzas de Noruega, Sigbjoern Johnsen, y el
vicegobernador del Riskbank (Banco central de Suecia), Lars E. O. Svensson,
expresaron que ven con temor la apreciación de sus monedas nacionales y que las
economías de ambos países funcionarían mejor con tasas de interés más bajas y
monedas más débiles. Corea del Sur hizo saber que no se quedará impasibles ante
la devaluación competitiva del yen.
El (saliente)
gobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King, afirmó que pronto “veremos el
aumento de la administración activa de las tasas de cambio”, perspectiva que
está “provocando inquietud entre quienes toman las decisiones políticas a nivel
global”, según el gobernador del Banco de Australia, Gleen Stevens.
De ahí a
alguna forma de corporativismo.
Devaluación
competitiva, medidas para proteger las exportaciones que se sumarán a las
existentes, amenazas de cerrar las fronteras a ciertos productos industriales y
a la mano de obra extranjera, y una vez que esto se ponga en marcha a escala
regional o mundial, las consecuencias se harán sentir en el comercio, las
finanzas y toda la cadena de producción mundial, y es en ese momento de pánico
que serán aceptables las medidas para imponer ese “capitalismo global
administrado” que proponen Howard Rosen y Anatole Kaletsky, que en definitiva
es el corporativismo global implícito en los “acuerdos de libre comercio” ya
existentes y en tren de ser negociados, en particular el Acuerdo Estratégico
Trans-Pacífico de Asociación Económica (AETPAE).
El
corporativismo de ese “capitalismo global administrado” solo podrá ser uno que
respete el marco legal estadounidense para proteger la propiedad privada en
todas sus formas, como es bien claro en el AETPAE. Y aquí reproduzco la cita de
A. T. Hadley (6), que Karl Polanyi incluye en el libro citado anteriormente,
para describir la historia de la protección de la propiedad comercial e
industrial en Inglaterra, y luego en EE.UU.: la separación de poderes,
inventada mientras tanto (1748) por Montesquieu, fue de ahí en adelante
utilizada para separar al pueblo del poder sobre su propia vida económica. La
Constitución estadounidense, creada en un medio de agricultores-artesanos por
una clase dirigente bien al tanto de lo que sucedía en la escena industrial
inglesa, aísla totalmente la esfera económica de la jurisdicción de la
Constitución, ubicando así la propiedad privada bajo la más alta protección
concebible y creando la única sociedad de mercado en el mundo que fue fundada
legalmente. A pesar del sufragio universal, los electores estadounidenses serán
impotentes contra los poseedores.
¿Cómo será
el proceso para presentar y hacer pasar el siniestro capitalismo global
administrado de Kaletsky, o algo diferente que será lo mismo?
Pues bien,
en una entrevista periodística que tuve en mayo del 2004 con el Nóbel de
economía (1992) Gary Becker, en el marco de la Conferencia de Montreal, él me
confió -con ese aplomo señorial y seguridad de los Nóbel de la Universidad de
Chicago, que en aquel entonces todavía se comportaban como enviados divinos-,
el método para que en la sociedad capitalista controlada por los monopolios de
prensa se aceptaran ideas y propuestas radicales y contrarias a los intereses
de las mayorías: Se lanza el tema en un artículo o un panel, y probablemente
será juzgado utópico, irrealizable, pero volverá a ser puesto sobre la mesa si
la idea es apoyada por gente influyente. El tema será nuevamente atacado por
intelectuales de izquierda pero entonces saldrán voces de académicos, expertos
y empresarios para defenderlo, en los think-tanks, las páginas de diarios
respetables y en la televisión. Este ciclo se repetirá e irá ampliándose hasta
que lo que Usted dice es un tema controvertido terminará siendo convencional,
por lo tanto aceptable, finalmente será aceptado y llevado a la práctica.
Eso funcionó
demasiadas veces en las últimas décadas, así que estamos avisados.
La Vèrdiere,
Francia.
Alberto Rabilotta es periodista argentino -
canadiense.
Notas
- 1.- Karl Polanyi, La Grande Transformación, Edition Gallimard, página 314.
- 2.- Joseph Stiglitz, Las crisis posteriores a la crisis. Project Syndicate, 7 de enero 2013; Paul Krugman, New York Times, 9 de diciembre 2012.
- 3.- William Greider, “Is the Global Economic Establishment Taking a Progressive Turn? The Nation, 15 de enero 2013.
- 4.- Dani Rodrick, “El desafío mercantilista”, Project Syndicate, enero 2013.
- 5.- A. Kaletsky, “2013: When economic optimismo will finally be vindicated”. http://blogs.reuters.com/anatole-ka... El autor escribe en The Economist y Reuters, y dirige el Institute of New Economic Thinking, creado y financiado por George Soros, Paul Volcker y otros financieros.
- 6.- Elogios de Monti a América latina, Elena Llorente, Página/12, 16 enero 2013.
- 7.- A.T. Daley, Economics: An account of the Relations between Private Property and Public Welfare, 1896, citado por Karl Polanyi en la página 292 de La Grande Transformation.
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