“[...] los pueblos han de vivir
criticándose, porque la crítica es la salud; pero con un solo pecho y una sola
mente” José Martí
Artículos de
Opinión | Hugo Chinea Cabrera* | 24-01-2013 |
La vida y la
historia parecen confirmar que los hombres más avanzados han estado siempre del
lado del progreso social, esto es, de la izquierda.
En Cuba lo
muestra con creces el hecho de que aquellos Iluminados, devenidos Patriotas,
cuando las ideas y los movimientos políticos a los que se habían asociado
interpretando el interés nacional no funcionaron, tomaron la vía de las armas.
De Céspedes a Martí, de Martí a Fidel Castro, abiertamente de izquierda.
El hecho se
repite, esta vez por la vía es electoral, a escala de nuestra geografía
latinoamericana.
No pocos en
el mundo nacieron en cunas de oro y renunciaron a sus riquezas y a su clase e
interpretando la voluntad de sus pueblos pusieron sus destinos del lado de los
más pobres y desvalidos, de las mayorías, es decir, de la izquierda.
Con
independencia de las adscripciones teóricas a las corrientes de pensamiento y
de asociación, todo hombre progresista, por definición, es un hombre de
izquierda.
Estar hoy
con las mayorías es ser de izquierda.
Hoy la
izquierda es más visible que nunca debido a la existencia de una tecnología que
permite la difusión de pensamientos y acciones con la rapidez del segundo.
También identificar aquellos que de tanto girarla se da la mano izquierda con
la derecha; y a los de la derecha, con toda la gama de matices, de moderada a
ultra.
En esta
especie de selva mediática contemporánea en la que va y viene el concepto de
derechas e izquierdas, se debate el enfoque de los derechos humanos.
Convenientemente,
la derecha global ha creado sus instituciones para tutelar y juzgar, a su
antojo y conveniencia, cómo se cumple en cada país, excepto en los suyos
propios: la Europa y el Imperialismo yanqui en crisis, los sacrosantos derechos
humanos.
Los enemigos
de la Revolución cubana mantienen una movilización permanente en su empeño por
desacreditarla, y los derechos humanos es uno de sus caballitos de batalla.
Por eso,
cuando fabrican un truco novedoso o surge algún desacostumbrado en Cuba, se
lanzan con todos los hierros, mueven sus peones, saturan los medios con
campañas de falacias y medias verdades, e incluso sorprenden en su buena fe a
personalidades no suficientemente al tanto de la vida social y política del
país.
Esa
filosofía de la derecha contra Cuba consiste en ver siempre sólo manchas, nunca
los empeños del país, pobre, bloqueado por cincuenta años, que sobrevive a
brazo partido en la lucha por su soberanía, se reforma para bien, colabora
desinteresadamente con otros pueblos y cuya virtud más universal es,
precisamente, el cuidado por la vida.
El principal
derecho humano del hombre es su derecho a existir, derecho por demás sin el
cual ningún otro tendría sentido.
Sería
demasiado pedir a los medios, blogueros contra y adláteres, afectos a la
derecha, enjuiciar gobiernos y figuras responsables por los apaleamientos
contra hombres y mujeres que protestan defendiendo sus derechos arrebatados por
el capital financiero internacional en las capitales de los países más
industrializados de Europa y de Estados Unidos, o por la reacción que en
diferentes países asesina dirigentes y periodistas honestos cuyo único delito es
defender a sus conciudadanos de la ilegalidad y la barbarie.
Parece ser
que la familiaridad cotidiana de tales y tan numerosos crímenes no son noticias
suficientes como para hacer cruzadas a favor de que cese el terror en el
planeta por parte de los poderosos. En cambio basta que ocurra algo desusado en
Cuba para que truenen las famosas siete trompetas de los siete sacerdotes de
Jericó.
Asociado
inicialmente a las revoluciones burguesas en Inglaterra y Francia durante los
siglos XVII y XVIII, y a sus corrientes de pensamiento respecto al papel del
Estado, el gobierno y su relación con el individuo y la sociedad, el término
Derechos Humanos, ha incorporado notables aportes a los derechos
constitucionales, algunos de ellos recogidos en prácticamente todas las
constituciones de los Estados modernos.
Corresponde
a Hobbe, Locke, Rosseau y Montesquieu el impulso fecundo. Luego del holocausto
nazi y de la creación de las Naciones Unidas, los Derechos Humanos han
adquirido total representación y validez universal.
Cuba, que
cumple crecidamente con los Derechos Humanos consensuados en los documentos
respecto a la vida, la educación, cultura, trabajo, y otros derechos
pertinentes, se inscribe, consecuentemente, en lo que los especialistas
consideran en la actualidad Tercera Generación de los derechos humanos.
Tal concepto
trata de la inclusión de materias globales vinculadas con la colaboración, la
paz, el medio ambiente, el desarrollo y otros, que por su naturaleza
supranacional demandan una adecuada interrelación de países y en cuya práctica
concreta Cuba incursiona desde hace muchos años.
Como un
juicio de consenso latinoamericano, y más allá, el ex presidente de Brasil,
Luis Ignacio Lula Da Silva, se refirió recientemente a Cuba, calificándola como
el país “especialista en colaboración”
Cuba no es
perfecta. Hoy está enfrascada en su perfeccionamiento económico, institucional
y político.
En cambio es
una sociedad que ha dejado bien atrás aquella herencia de los que con las manos
en los bolsillos buscaban trabajo para librar el sustento del día y el hambre,
el hambre de verdad, que campeaba por sus respetos; donde estudiar era un
verdadero dolor de cabeza, mucho más acudir a un médico, atenderse un dolor, una
infección, una simple operación, sacarse unas piezas dentales y dejar la
cajetilla sin dientes para cuando se pudiera hacer una prótesis, un día de
éstos, “cuando hubiera dinero”
Es aquél
mismo país de los tiempos muertos en el campo y de los desalojos, de los bohíos
destartalados, de los niños llenos de parásitos, de la guardia rural, del plan
de machete, del robo al erario público, de la politiquería y la corruptela, de
la ausencia absoluta de esperanza en el futuro…
Es el país
de los que saben leer y escribir y fundar una pedagogía inédita, el “Yo, Si
Puedo”, un sistema para la enseñanza de analfabetos que ya da la vuelta al
mundo sembrando libertades en millones de seres humanos que despiertan al saber
y a la vida civilizada. Y donde la investigación científica y sus resultados
crecientes están dispuestos para el bienestar y salud de todos los ciudadanos
del mundo, incluyendo a los norteamericanos, fomenta la Escuela de Medicina
Latinoamericana -que se expande por todo el continente-, y no por latinoamericana
y científica tiene el prestigio que tiene sino por ser, al mismo tiempo,
expresión de una ética nueva, cimentada en la consagración profesional,
humanista, solidaria, desinteresada e internacionalista.
Es el mismo
país donde Virgilio Piñera escribió y envió aquella memorable carta a Fidel:
“Utilizando una locución popular, nosotros, los escritores cubanos somos “la
última carta de la baraja”, es decir, nada significamos en lo económico, lo
social y hasta en el campo mismo de las letras. Queremos cooperar hombro con
hombro con la Revolución, mas para ello es preciso que se nos saque del estado
miserable en que nos debatimos. ¿Quiere usted un ejemplo entre muchos? Cuando
un escritor cubano se dirige al director de un periódico a fin de que este le
publique un artículo, la más de las veces obtiene rotunda negativa y hasta es
tildado de raro. Y si acaso es complacido, que ni piense por un momento que su
trabajo será pagado. Esta es la verdad y esta nuestra situación. Si como usted
ha dicho, el cubano es muy inteligente y si nosotros somos lo uno y lo otro, es
preciso que la Revolución nos saque de la menesterosidad en que nos debatimos y
nos ponga a trabajar. Créanos, amigo Fidel: podemos ser muy útiles.1 (Diario
Libre, sección Arte y Literatura, 14 de marzo de 1959, p.2)
El mismo
donde no había centros e instituciones para el estudio y desarrollo del talento
artístico al alcance de todo ciudadano. Ni eventos de alcance mundial en las
artes y las letras, ni Premios Nacionales de Historia, Ciencias Sociales,
Edición, Artes Plásticas, Literatura, Teatro, Televisión, Radio, y más…” Era,
vamos a ver…”, el país de la indigencia.
Es hoy otra
Cuba. Aquél pasado ya, definitivamente, no convive con nosotros, pero puede,
¡cómo no!, regresar en las banderas de los reconquistadores, de una derecha
aberrada y aberrante para la cual el principal derecho humano es el suyo
propio.
Pareciera
que el signo de estos Tiempos de Revolución tiene la complejidad política de la
simpleza: de la Derecha o de la Izquierda.
*Sociólogo
cubano; ejerció como periodista y dirigió algunos órganos de prensa nacionales
fundamentalmente en su arista cultural. Jurado de diversos premios e
instituciones culturales, significativamente podemos señalar el Premio Casa de
las Américas. Durante casi una década, dirigió la Sección de Cultura del
Departamento de Ciencia, Cultura y Centros Docentes del Comité Central. Parte
de su obra narrativa ha sido publicada en antologías cubanas, latinoamericanas
y en otros países. Recientemente obtuvo el Premio de Teatro del Concurso
Literario Benito Pérez Galdós, auspiciado por el Gobierno de Canarias y la
Asociación Canaria de Cuba.
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