Artículos de Opinión | Jesús Sánchez Rodríguez | 04-03-2013 |
El último
artículo en el que analizaba la situación española se centraba en tres
constataciones y una esperanza. La primera constatación era que la actitud de
las clases populares había dado un vuelco - ante la voladura controlada del
Estado de Bienestar y el ataque general a sus condiciones de vida - y de una
especie de shock paralizante se había pasado, especialmente durante 2012, a una
especie de movilización continua contra las agresiones del derechista Partido
Popular. Oficialmente, en 2012 se han contabilizado en España más de 40.000
manifestaciones y movilizaciones de distinto tipo, numerosas huelgas de empresa
y sectoriales (sanidad, educación, etc.) y dos huelgas generales.
La segunda
constatación era que el gobierno había conseguido superar sin excesivo desgaste
la ronda de elecciones regionales que habían tenido lugar en España el año
pasado. Había conseguido, contra toda lógica democrática, mantener la mayoría
absoluta en su feudo gallego, había superado en votos al PSOE en el feudo que
los socialistas tienen en Andalucía, y había mantenido sus posiciones en
Asturias, Euskadi y Cataluña, en tanto que los socialistas se hundían en estas
dos últimas regiones. Entre tanto IU continuaba un ascenso no espectacular
apoyándose en una política de alianzas de geometría variable.
La tercera
constatación era que, superada la ronda electoral de 2012, se abría un período
de dos años y medio antes de las siguientes elecciones (con la excepción de las
europeas, dónde no se juegan posiciones de poder nacionales) que el gobierno de
Rajoy intentaría aprovechar para fatigar al movimiento contestatario, que no
tendría durante ese período la posibilidad de cambiar las relaciones de poder,
y conseguir alguna mejora en la situación económica con la que presentarse a la
siguiente ronda de elecciones (municipales y regionales en mayo de 2015 y
nacionales en noviembre del mismo año). Por lo tanto al movimiento popular le
quedaba un largo período de luchas de resistencia para evitar el desanimo, y a
las fuerzas políticas de izquierda para articular una opción capaz de
convertirla en alternativa real de poder.
La esperanza
que se expresaba en aquel artículo de hace apenas mes y medio era que mediase
una situación verdaderamente extraordinaria que pudiese revertir la actual situación
de poder. Y esa situación parece haberse producido al alcanzar el torpedo de la
corrupción a la línea de flotación del PP. El caso Bárcenas, reabierto en estos
momentos a partir de la aparición de cuentas millonarias del ex-tesorero del PP
en Suiza, ha sacado a la luz que la corrupción política anida en el núcleo
dirigente del PP.
En estos
momentos hay más de 800 políticos procesados por corrupción en España, la
mayoría de ellos del PP y el PSOE, pero también de otros partidos. La mayoría
opinión pública está convencida de que el caso Gürtel es una trama inmensa de
corrupción del PP, aunque judicialmente hayan conseguido desactivar las partes
más peligrosas. La monarquía está en la picota, viviendo sus cotas más bajas de
aceptación, por el caso Urdangarin y nadie parece apostar por la continuidad de
Juan Carlos a corto plazo. Las opiniones empiezan a bascular entre quienes
prefieren una abdicación en su hijo y quienes rechazan abiertamente el régimen
monárquico. Y otras instituciones claves del Estado también han sido salpicadas
por los casos de corrupción, como por ejemplo el Tribunal Supremo que llevó a
la dimisión de su Presidente en junio de 2012.
En principio
esta nueva situación puede tener dos vías de desenlaces. La primera es que el
conjunto de indicios y sospechas derivadas del caso Bárcenas no puedan
transformarse en pruebas firmes que hagan dimitir a ministros y dirigentes
principales del PP, e incluso al presidente de gobierno. En ese caso la
sospecha de corrupciones seguirá extendiéndose entre la opinión pública y
desgastará aún más al PP durante un largo tiempo y hará más difícil la
gobernabilidad de España, pudiendo hacer reverdecer las movilizaciones ya no
solo por motivos económico y sociales, sino estrictamente políticos, en defensa
de la democracia. De hecho, las primeras encuestas realizadas tras la salida a
la luz del caso Bárcenas señalan un desgaste importante del PP, que desde su
victoria absoluta hace poco más de una año ha perdido un 20% de intención de
voto. Y a raíz de este nuevo escándalo de corrupción se han producido
manifestaciones espontáneas en diversas ciudades españolas para exigir la
dimisión de Rajoy y la convocatoria de nuevas elecciones.
En este
supuesto el PP va a intentar ganar tiempo, dejar que se diluya el efecto
inicial del caso, sacar a la luz caso de corrupción de otros partidos para
extender la sensación de que este mal no es exclusivo del PP, ofrecer algún
simulacro de ley anti-corrupción para regenerar el cuerpo político, y confiar
en la permisividad que su electorado muestra con la corrupción, como ha
demostrado claramente el caso de la comunidad valenciana. La foto de la
situación actual muestra que el fuerte desgaste del PP no es aprovechado por el
PSOE que incluso también ha perdido intención de voto, sino que lo que aparece
es una ruptura del tradicional bipartidismo instalado desde la transición, cono
dos partidos pequeños en crecimiento, IU y UPyD.
Pero, son
muchos los problemas que concurren en España como para que pueda enfrentarlos
con éxito un gobierno muy debilitado políticamente. El primero es el de la
crisis económica. Durante 2013 todos los análisis solventes apuntan a una
agravación de todos los indicadores, especialmente el del paro, lo que hará
aumentar la presión social. Además con un gobierno debilitado, incapaz de
continuar las reformas que le exige Merkel a través de Bruselas, puede que
vuelva a dispararse la prima de riesgo y empeoré aún más la situación
económica. El segundo es el del conflicto territorial en Cataluña, dónde las
formaciones nacionalistas siguen dando pasos en su estrategia por llegar de
alguna manera a conseguir la independencia de España, manteniéndose en la UE.
El tercero es el de una posible crisis de la institución monárquica por un
agravamiento del caso de corrupción de Undargarin, que empieza a salpicar a
círculos cada vez más próximos al monarca.
Por tanto,
aún si el caso Bárcenas no obliga ahora a que Rajoy dimita y convoque nuevas
elecciones, la debilidad extrema en que queda su gobierno y la evolución
negativa de los problemas anteriores, puede que le obligue a acabar la
legislatura antes de tiempo.
La segunda
vía de desenlace, más rápida, pero menos probable, es que los indicios de
corrupción del caso Bárcenas se transformen en pruebas claras y obligue a la
dimisión de Rajoy y la convocatoria de nuevas elecciones abriéndose con ello la
posibilidad, que no la certeza, de un cambio de gobierno y de políticas.
Y decimos
posibilidad por dos razones extraídas de la práctica política reciente. La
primera son las enseñanzas de lo ocurrido en la comunidad valenciana, que
demuestran la alta tolerancia del electorado del PP con la corrupción, y como
un lavado de cara con cambios de dirigentes permite reconciliar a un electorado
incomodo con su partido. La segunda, porque lo ocurrido en Grecia muestra
también que, incluso en situaciones extremas, puede ocurrir, de un lado, que el
vuelco electoral a la izquierda sea insuficiente, y de otro, que la
socialdemocracia llegue a una unidad nacional con los conservadores para hacer
frente a los problemas defendiendo el status quo actual con ligeras concesiones
de aquellos. Es decir, y para el caso español, aceptar las exigencias de
Bruselas en los temas económicos y sociales, responder con una intensificación
del nacionalismo español al catalán, y sostener la institución monárquica ante
sus dificultades. Cuando una sociedad entra en crisis con la intensidad y
extensión de la de España en la actualidad, los períodos de resolución de la
misma suelen ser largos y sus resultados inciertos. A favor de las clases
populares juega hoy el hecho de que su indignación la ha llevado a perder el
miedo a las movilizaciones y, también, de que crece el apoyo a un instrumento
político (IU) que representa en su programa algunas de las principales demandas
y soluciones de las clases populares.
Jesús
Sánchez Rodríguez es doctor en Ciencias Políticas y Sociología. Se pueden
consultar otros artículos y libros del autor en el blog:http://miradacrtica.blogspot.com/,
o en la dirección:http://www.scribd.com/sanchezroje
No hay comentarios:
Publicar un comentario