INDIGNAD@S: DESOBEDECER A LA INJUSTICIA
Artículos de
Opinión | Esther Vivas | 13-10-2012 |
No será este
un plácido y melancólico otoño cualquiera. El ambiente está tan denso que
parece que pueda cortarse con un cuchillo. Más pobreza, más paro, más hambre,
más recortes, más desahucios... son las consecuencias para millones de personas
de la “salida” a la crisis por la que apuesta el Gobierno de Mariano Rajoy. Más
indignación, más malestar y más desobediencia es la respuesta en la calle.
Hay, sin
embargo, una situación social contradictoria. El potencial de lucha es más
fuerte que nunca y la salsa puede cuajar en cualquier momento en forma de una
nueva oleada de movilizaciones, otra nueva sacudida social. Aunque al mismo
tiempo, pesan las tendencias a la fragmentación y a la dispersión. Campañas y
movimientos sociales adolecen de poca capacidad de iniciativa.
Las elites
económicas y políticas, por su parte, frente a una crisis económica, social,
política, ecológica sin precedentes, han optado por apretar el acelerador. Y al
mismo ritmo que la prima de riesgo sube, los recortes se intensifican y llegar
a final de mes se convierte en “misión imposible” para miles de familias,
especialmente en la periferia de la Unión Europea. La crisis clarifica las
cosas. Las cortinas de humo se esfuman. Al capitalismo se le ha caído la
careta.
Consignas
del movimiento del 15M como “esto no es una crisis es una estafa”, “nos somos
mercancías en manos de políticos y banqueros”, “no debemos no pagamos”... se
han extendido socialmente ante la profundidad de la crisis, la impunidad de
quienes nos han conducido hasta aquí y la connivencia política con la que
cuentan.
Se expande
cada vez más una conciencia anticapitalista difusa, todavía frágil. Hemos visto
gritar en las plazas y en las manifestaciones: “Hoy empieza la revolución” o
“No es la crisis, es el capitalismo”. Y el desafío reside en llenar
colectivamente de contenido programático y estratégico este malestar social e
indignado. Ser capaces de dibujar poco a poco un esbozo de proyecto alternativo
de sociedad y de cómo alcanzarlo y profundizar así el alcance y la consistencia
del rechazo creciente al mundo actual.
De lo legal
y lo legítimo
La
intensificación de la crisis, junto con la dificultad para conseguir victorias
concretas, ha empujado a una creciente radicalización. Desde la emergencia del
15M, la ocupación de plazas, de viviendas vacías, de bancos e incluso de
supermercados se ha convertido en una práctica frecuente. Y lo más importante:
estas acciones han contado con un importante apoyo social. La desobediencia
civil ha empezado a recuperar el espacio público. Y es que frente a leyes y
prácticas injustas, la única opción es desobedecer.
Ocupar una
vivienda es considerado ilegal pero en un país donde cada día se desahucian a
517 familias, mientras se calcula que hay entre tres y seis millones de pisos
vacíos, tal vez sea ilegal pero es de una legitimidad absoluta. Entrar en un
supermercado como Mercadona y llevarse sin pagar nuevo carros de la compra con
alimentos básicos para dárselos a quienes más lo necesitan, como hicieron los
militantes del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT), puede ser ilegal, pero
lo que debería ser “delito” es que más de un millón de personas pasen hambre en
el Estado español cuando los supermercados tiran diariamente toneladas de
comida y que empresarios como Juan Roig, propietario de Mercadona, amasen una
de las principales fortunas del país pagando precios de miseria al campesinado
y explotando los derechos laborales.
Por el
contrario, cuantas prácticas de la banca son legales (la estafa de las
preferentes, especular con la vivienda, dejar a familias en la calle e
hipotecadas de por vida, etc.) pero profundamente ilegítimas. Y deberían ser
estos banqueros, y los políticos que les apoyan, quienes dieran explicaciones
frente a los tribunales por dichas prácticas. En el mundo al revés donde
vivimos: en la cárcel los pobres y en la calle los ricos. Afortunadamente cada
vez más gente empieza a ser consciente de ello.
Tijeras vs porras
Y ante a
este aumento de la respuesta social en la calle, parcialmente, el miedo ha
empezado a cambiar de bando. De aquí la escalada represiva contra quienes
luchan con el objetivo de acallar la protesta y separar al núcleo duro de los
activistas de la opinión pública en general. Aunque dicha estrategia les está
resultando más difícil de lo que esperaban, debido a la profundidad de la
crisis, la deslegitimación del gobierno y el importante apoyo con el que cuenta
la movilización social.
Multas por
un total de seis mil euros para los estudiantes de la Primavera Valenciana, más
de cien personas detenidas en Catalunya desde la huelga general del 29 de
marzo, apertura por parte del gobierno catalán de una página web para delatar a
manifestantes, sanciones de más de 300 euros por protestar contra las
preferentes, dos jóvenes pierden un ojo por el uso de pelotas de goma en la
manifestación de la huelga general en Barcelona. Suma y sigue.
Esta es la
otra cara de los recortes, la otra cara de las tijeras, es la cara de la
represión y la violencia del Estado. Se repite la receta: a menor estado social
mayor estado penal. La latinoamericanización de la periferia europea no sólo se
da a nivel económico sino, también, a nivel punitivo. Aunque tomemos nota: la
represión es, a la vez, un símbolo de debilidad de quienes nos gobiernan, que
al no poder aplicar sus políticas por “las buenas” las acaban aplicando por
“las malas”. La maquinaria de la austeridad arrasa con todo lo que encuentra,
pero es un gigante con pies de barro. Un cartel en un centro social decía:
“cuando los de abajo se mueven los de arriba se tambalean”. Así es.
Bye bye
matrix
Y
despertamos de Matrix. Nos intentaron hacer cómplices cuando no culpables de
esta situación de crisis, nos dijeron, por activa y por pasiva, que habíamos
“vivido por encima de nuestras posibilidades”.Y el discurso caló. Mentira.
Quién durante años ha vivido por encima de sus posibilidades ha sido el capital
financiero y especulativo que hizo negocio con el territorio y la vivienda
(aeropuertos sin aviones, infraestructuras faraónicas vacías, millones de pisos
sin utilizar...), que regaló crédito fácil a miles de familias. Son estos
quienes ahora tienen que pagar por la crisis que han creado, sus responsables.
Mantras
repetidos una y otra vez como “la deuda se paga o se paga” empiezan a
resquebrajarse. ¿A quiénes beneficia esta deuda? ¿Quién la contrajo? ¿Para qué?
¿Quién debe pagarla? Son preguntas que el movimiento indignado ha colocado
encima de la palestra. El pago de la deuda implica una transferencia
sistemática de recursos de lo público a lo privado y en su nombre se llevan a
cabo privatizaciones, recortes, ajustes y, en definitiva, se transfiere el
coste de la crisis a la mayor parte de la población. La deuda pública aumenta,
en buena medida, porqué se opta por salvar a los bancos (Catalunya Caixa, Banco
de Valencia, NovaCaixaGalicia...) en vez de salvar a las personas. Se
socializaron las pérdidas con el dinero de todos. La estafa de la crisis se ha
convertido en una realidad para muchas personas. Y éste es el primer paso para
cambiar las cosas. Abrir los ojos al Matrix cotidiano que no nos deja ver la
realidad y despertar de la prisión virtual que es la ideología del capital.
*Esther
Vivas es coautora de ‘Planeta indignado’ (ed. Sequitur) junto a JM Antentas.
**Artículo
publicado en Diagonal, nº182.

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