28 agosto de 2012
2012
En la madrugada del miércoles 5 de agosto de 1936,
siete personas (entre ellas dos mujeres) fueron conducidas maniatadas y
fuertemente custodiadas por miembros de la guardia civil y de la policía
municipal, acompañados por algunos miembros del somatén civil, de los que se
sumaron en los primeros días del alzamiento militar a las ejecuciones y
asesinatos, al exterior de la cárcel municipal de Aguilar de la Frontera.
Desde hacía varios días se encontraban detenidas en el
antiguo cuartelillo, que se ubicaba en las dependencias de la guardia
municipal, en el Ayuntamiento de Aguilar. Algunos de ellos fueron detenidos a
finales del mes de julio y otros lo han sido a comienzos del mes de agosto. Desde
hace algunos días han visto como esta misma operación se realiza todas las
mañanas. Sus compañeros de celda, salen maniatados a una cuerda de presos, con
la escusa de ser trasladados a Córdoba, pero sus familiares y amigos nunca más
volverán a verlos.
Introducidos a la carrera en un camión que espera
fuera, son trasladados a un paraje en la carretera nacional que une la capital
de España, Madrid con Málaga en dirección a la localidad de Monturque. Junto al
puente sobre el arroyo de Camarata. Es un lugar tan bueno como cualquier otro
para cometer en la más absoluta complicidad de la noche los asesinatos que
tienen encomendados realizar. No han sido los primeros, ni tampoco serán los
últimos.
Entre las siete personas que bajan a empujones del
camión, podemos identificar a Francisco González Toro “El ponteño”, de
37 años de edad. Jornalero y socialista. Ha sido durante los últimos años del
periodo republicano funcionario del Ayuntamiento, dedicado a inspeccionar y
sancionar las fincas que incumplían la Ley del laboreo forzoso, trabajo este
que le ha granjeado algunas enemistades entre las clases mas pudientes.
Hace apenas tres días han asesinado también a su hermano Francisco Luis. Tiene 9 hijos y acaba de dejarle una nota escrita a lápiz … antes de salir del cuartelillo a su mujer a la que hace ya algunos días no la dejan verlo, en la que le dice … “ Teresa, te escribo esta esquela para decirte que me encuentro bien. Todo va bien. Cuida mucho de los niños. Besos para todos.”
Junto a él ha bajado también del camión su cuñado Manuel Reyes Gómez, Jornalero de profesión, es soltero y tiene 44 años de edad, que baja agarrado a su joven sobrino Manuel Soto Carmona, jornalero y socialista también.
Hace apenas tres días han asesinado también a su hermano Francisco Luis. Tiene 9 hijos y acaba de dejarle una nota escrita a lápiz … antes de salir del cuartelillo a su mujer a la que hace ya algunos días no la dejan verlo, en la que le dice … “ Teresa, te escribo esta esquela para decirte que me encuentro bien. Todo va bien. Cuida mucho de los niños. Besos para todos.”
Junto a él ha bajado también del camión su cuñado Manuel Reyes Gómez, Jornalero de profesión, es soltero y tiene 44 años de edad, que baja agarrado a su joven sobrino Manuel Soto Carmona, jornalero y socialista también.
Manuel Romero Valverde “Canillas”, es el
yerno de Francisco González Toro y fue detenido junto a él. Su suerte corre
paralela a la de su suegro desde entonces. No ha logrado contactar aún con
nadie de su familia. Le estarán buscando sin saber donde.
Rafael Sampedro Luque, de 26
años, soltero y estudiante, también ha bajado del camión, junto a dos mujeres más
de identidad desconocida.
La completa soledad en la que se encuentra el paraje a
estas horas de la mañana, acompaña a la clandestinidad de los asesinatos que se
cometen con todos ellos. Alineados, juntos unos a otros. Todos son fusilados,
al alba del día 5 de agosto de 1936. Los disparos son perfectamente audibles a
varios kilómetros de distancia. Alguno de ellos ha caído al suelo con un hilo
de vida que pronto se le será arrebatado.
Los cadáveres, han sido amontonados, rociados con
gasolina y quemados, al mas puro estilo africanista, tal y como se acostumbró
por el ejercito español en las guerras de Marruecos por la soldadesca mas
embrutecida y sádica a hacer desaparecer totalmente al enemigo. Es presumible
que alguno de los que mandan las fuerzas sublevadas y han perpetrado los asesinatos
sea procedente de esa todavía reciente contienda.
Los cuerpos calcinados, se dejaron junto a la
carretera varios días, para escarmiento de los que albergarán aún alguna duda
respecto a que bando adherirse. Su espantoso espectáculo sería recordado muchos
años más tarde por algunas de las personas que tuvieron la fatalidad de poder
verlo. El testimonio oral se transmitiría integro a las nuevas generaciones y a
las familias.
Varios días mas tarde, los cuerpos calcinados, serían
reducidos a golpes, para poder ser introducidos en dos grandes sacos de pita, (de
los que se utilizaban en aquella época para guardar y almacenar el grano). Uno
más grande, que alojaría cinco cuerpos y otro más pequeño en cuyo interior se
guardarían los restos de las otras dos personas.
Atadas sus bocas con grueso alambre, los dos sacos con
los restos calcinados de todos ellos, serían trasladados al interior del
cementerio municipal de Aguilar de la Frontera y arrojados al interior de una
de las fosas que en aquellos días albergaban los cuerpos de las personas que
estaban siendo asesinadas desde los primeros días del alzamiento militar. La
fosa número 20, alojaría para siempre los restos de las personas vilmente
asesinadas esa madrugada del día 5 de agosto, junto a algunas personas más
asesinadas con anterioridad y posterioridad a ese día.
75 años después, (2010) AREMEHISA (Asociación para la
Recuperación de la Memoria Histórica de Aguilar de la Frontera, pudo por fin,
exhumar sus cuerpos y reconstruir el escenario de la muerte, donde quedaron
huellas impresas y acusadoras de la veracidad de los hechos ocurridos.
Una vez
más, el testimonio, transmitido de generación en generación, unido a un
aséptico trabajo multidisciplinar, científicamente realizado pone de manifiesto
la urgencia de este tipo de intervenciones para poder reconstruir el pasado y
conocer de una vez por todas, la verdad de lo sucedido
Fuente: www.publico.es
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