EL AÑO MARIANO
20 agosto
2012 escrito por David Torres
Creíamos que
con los “brotes verdes”, la “desaceleración” y lo de “la tierra sólo es del
viento”, Zapatero había agotado durante décadas el cupo de chorradas
presidenciales, pero llega Mariano, ansioso por emular a su predecesor en todos
los campos (más parados, más deuda, más desahucios, más mujeres-florero, más
inútiles ministeriales) y se decide a superarlo también en el difícil terreno
de las gilipolleces. Zapatero suspiraba por conseguir un look Gandhi con
traje chaqueta; tenía cientos de asesores que se curraban a fondo lo de lustrar
su leyenda de buena persona: un aspirante al Nobel de la Paz que se pensaba que
el premio lo daban en Bolivia, un ignorante cum laude que extirpó toda
la inteligencia del PSOE por pura envidia, para llenarlo de mediocres a su
imagen y semejanza. Un Robespierre de pasillo que descabezaba amigos como quien
pela gambas.
Mariano es
más de pueblo y por eso cultiva sin empacho su pinta de talla románica con
empanada y barba, un santón gallego que suelta una sandez a las nueve de la
mañana para que la gente la vaya royendo hasta mediodía e indague en sus
profundidades hasta medianoche, como cuando dijo aquello de que su periódico de
cabecera era el Marca y nadie se podía creer no sólo que decía la verdad sino
que sólo se leía las fotos. Ahora Mariano se ha puesto a pensar en los
misterios del alma humana y ha descubierto, atención, que todos tenemos una y
que eso es muy bonito. Los asesores de Zapatero, al menos, rebuscaban más los
adjetivos.
Decía
Anthony Burgess en una novela magistral que la tiranía demuestra la existencia
del alma. El tirano nos lo quita todo, obligándonos a la ilusión de suponer que
nos deja algo: llamamos “alma” a ese algo. Mariano, tirano por suscripción
popular, recurre a la vida interior cuando la exterior ya casi no alcanza a fin
de mes y entonces tiene que husmear en la basura de los supermercados. Más de
media España le votó en la confianza de que su sola presencia atraería los
inversores y el país se levantaría y echaría a andar, como Lázaro. Pero casi un
año después España sigue oliendo a muerto, a paro y a desahucio, y la inmensa
mayoría de los estafados en las urnas va comprendiendo lo que muchos sospechábamos,
es decir, que si este hombre ni siquiera era capaz de abrir una lata de
mejillones con un milagro, difícilmente iba a poner en pie la economía como un
mesías barbudo que le ordena a Lázaro que se levante y ande.
De romería,
que es como él hace las cosas, Mariano ha caído en la cuenta de que todos los
españoles tenemos un alma, incluso los políticos, y ese descubrimiento debería
preocuparnos, porque seguro que ahora le mete al alma el IRPF y el IVA, y nos
multa por dejarla estacionada en cualquier parte.
Fuente: www.publico.es
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