A la izquierda tradicional le falta ambición y le sobra prudencia
Para Pablo
Iglesias, politólogo y conductor del programa de debate televisado La Tuerka,
en España hay una crisis de régimen que no necesariamente va a ser capitalizada
por la izquierda.
Artículos de
Opinión | Pablo Iglesias | 22-08-2012 |
Los
movimientos sociales ante Rajoy
La tendencia
de los movimientos sociales en España ha mantenido una línea de continuidad
desde el 15 de mayo de 2011, porque es el nacimiento oficial del 15M, aunque
hubo una movilización muy importante en el mes de abril (la de Juventud sin
Futuro) que, a juicio de muchos analistas, es la que inicia un ciclo de
movilizaciones con una serie de características nuevas; incluso podría decirse
que la hegemonía en la contestación social a la crisis, la vanguardia, no la
ejercen inicialmente las organizaciones clásicas -pienso en los sindicatos y
los partidos de izquierda-, sino un movimiento con todas las características
propias de una expresión política irrepresentable. Eso mantiene una continuidad
desde mayo; las movilizaciones se siguen produciendo durante el verano.
Habrá una
huelga general de los sindicatos con un resultado notable y, tras la victoria
de Rajoy, puede hablarse de una intensificación en la que diferentes sectores
sociales participan en las protestas contra los recortes, desde los sectores
más clásicos hasta lo que podríamos llamar de una manera muy genérica 15M, que
agrupa a un conjunto de iniciativas muy difíciles de catalogar pero que están
implicando la incorporación a la política y a la movilización de sectores que
antes no estaban politizados.
De todos
estos sectores, hay algunos que merecen una atención especial. Pienso, en
primer lugar, en el movimiento contra los desahucios, las plataformas que están
apoyando a las personas que pueden verse desahuciadas por los bancos; esto está
siendo un fenómeno terrible en España, y es una consecuencia directa de la
crisis y cómo ha afectado al modelo de desarrollo económico español,
fundamentado en el ladrillo, y cómo después del pinchazo de la burbuja
inmobiliaria esto se traduce en drama social. Destacan también los movimientos
en defensa de la educación y de la sanidad pública en diferentes lugares del
Estado Español.
Ha sido
importantísimo un movimiento con muchos caracteres clásicos, como el de los
mineros de diferentes lugares del Estado Español, que se ha convertido en un
ejemplo y en un agregador identitario para buena parte de la gente que se
estaba movilizando, insisto, desde repertorios muy clásicos. Se trata de
trabajadores organizados en sindicatos y con formas de acción colectiva muy
directas y muy potentes que, sin embargo, han logrado recabar las simpatías de
amplios sectores sociales.
Recientemente
hay incluso expresiones de las protestas que apuntarían hacia lo que podríamos
llamar una crisis de régimen. La congelación de una de los 14 pagos a las que
tienen derechos los funcionarios ha provocado importantes movilizaciones por
parte de los trabajadores públicos, y en especial –esto es muy llamativo- por
parte de la policía; hemos visto a policías enfrentarse a policías en
manifestaciones.
De alguna
manera llegan a apreciarse situaciones de excepcionalidad que tienen que ver
con el impacto político que está teniendo una movilización social que, en
muchos aspectos, es generalizada. La delegada del gobierno en Madrid ha llegado
a amenazar el derecho de manifestación diciendo que los madrileños no se pueden
permitir tantas manifestaciones al día. Hemos visto cómo el gobierno ha
colocado auténticos check point de policía en las calles aledañas al Congreso
de los Diputados para impedir no ya la entrada al Congreso, sino simplemente
para impedir circular en la vía pública, en sus alrededores, a quienes los
agentes podían identificar como gente que eventualmente podría protestar.
Hay una
anécdota muy divertida: a uno de los responsables de prensa de Izquierda Unida,
que trabaja en las instalaciones del Parlamento, le impidieron llegar a la
Carrera de San Jerónimo (calle que lleva al Congreso) porque llevaba una
camiseta que decía “Yo tuve derechos sociales”, y los agentes de policía le
impedían la entrada. Él dijo que trabajaba ahí, enseñó su identificación, y
hubo un jefe de policía que le dijo que como excepción lo iban a dejar pasar,
pero que no se podía acceder a las inmediaciones del Congreso con una camiseta
subversiva. Más que formas propias de una democracia, son formas propias de una
dictadura.
Estamos
viendo repetidos intentos por parte del Partido Popular y por parte de
Convergencia y Unión, el partido de la derecha catalana que gobierna en
Cataluña, de reformar la ley de seguridad ciudadana para tratar de criminalizar
las expresiones de protesta pacíficas -la inmensa mayoría de casos del
movimiento-; esto implica una reducción de los derechos civiles y políticos, lo
que es muy grave en términos democráticos.
Una de las
cosas más llamativas de este gobierno es que hay una serie de elementos que han
quedado claros para todo el mundo. La primera es que el gobierno miente: dijo
que Bankia era una entidad financiera saludable, y tuvo que ser rescatada; dijo
que no habría rescate a la banca española, y lo hubo; dijo que no iba a subir
el IVA, y ha habido una subida. Hoy, el gobierno –contradiciendo lo que dice la
agencia Reuters- ha negado la existencia de un nuevo rescate para España, del
que ya se está hablando en la prensa extranjera. Parece que los españoles
tienen que leer la prensa británica y la francesa para saber lo que va a pasar
en el país.
Segunda
cosa: el gobierno ha terminado siguiendo, en buena medida, la estela de
Zapatero de entregar la soberanía a poderes extranjeros, a Alemania, Francia,
la troika europea y las instituciones de gestión política global: el Fondo
Monetario Internacional, el Banco Mundial y, en particular, el Banco Central
Europeo.
Punto número
tres: el gobierno es extremadamente servil con los poderosos, hasta el punto de
impulsar la ley de amnistía fiscal, que es una manera de premiar a los ladrones
y defraudadores; estamos hablando de un país en el que se están produciendo
severos recortes sociales, lo que implica que no exista una legislación fiscal
que obligue a tributar a los que más tienen. Esto es un crimen en términos
políticos. Al mismo tiempo, se están desahuciando familias y se está subiendo
el IVA, lo que implica fundamentalmente penalizar el consumo.
Estamos
hablando de un gobierno que responde con arrogancia y maneras dictatoriales a
la protesta en la calle, hasta tal punto que algunos sindicatos policiales se
han quejado de las órdenes que reciben los agentes. Se podría decir, sin
exagerar, que el Partido Popular es el gobierno de los ricos, en favor de una minoría
y en contra de las mayorías sociales.
El 15M, la
intensificación de las protestas y el escenario Grecia
Hay una
sensación e incluso algunos síntomas muy interesantes que permiten hablar de
una crisis de legitimidad política del régimen español, heredero de la
Transición, de la Constitución española y de los Pactos de la Moncloa. El
régimen político español, que más o menos se mantuvo estable los últimos 30
años, empieza a mostrar fisuras de legitimidad.
Hay una
notable intensificación de las protestas, en las que se está incorporando cada
vez más gente; también es verdad que la agenda que ha sido capaz de poner
encima de la mesa el movimiento 15M, que responde mucho más al eje arriba-abajo
y de mayorías contra minorías, que al eje izquierda-derecha -a pesar de que
claramente las propuestas del 15M se ubican en el ámbito de la izquierda-, está
permitiendo una ampliación de los campos políticos, un cuestionamiento de buena
parte de la institucionalidad y de lo que ya podríamos llamar un régimen que ha
renunciado al contrato social que mantuvo la estabilidad política de nuestro
país en los últimos 30 años.
Sabemos, por
los estudios de opinión disponibles, que las demandas del movimiento 15M
generan una enorme simpatía política entre la población, al mismo tiempo que
una de las instituciones peor valoradas son los partidos políticos. Sabemos
también que el Partido Popular, en los estudios de intención de voto, está
acusando el notable desgaste por los recortes -y no olvidemos que llevamos
solamente siete meses de gobierno-, y paradójicamente no es el Partido
Socialista el que está recogiendo ese desgaste del partido gobernante.
Aunque es
muy pronto para hablar de esto, una de las hipótesis viables es que caminamos
hacia un escenario parecido al de Grecia, en el que los dos partidos que de
alguna manera se repartieron el poder durante décadas, empiezan a tener
dificultades para mantener el bipartidismo como la clave fundamental para
sostener el sistema de partidos y el sistema político español. Al mismo tiempo,
los partidos de izquierda e incluso partidos que hacen discurso anti régimen,
aunque sea desde la derecha o desde la ambigüedad (estoy pensando en UPyD,
Unión, Progreso y Democracia), están experimentando mayores apoyos en los
estudios de intención de voto.
¿Qué puede
significar todo esto? Que a corto o medio plazo se están abriendo posibilidades
políticas inéditas en el Estado Español en los últimos tiempos. Si miramos lo
que está ocurriendo en otros países de Europa, esta estructura de oportunidad
se abre. Es imposible prever el futuro, pero lo que parece cada vez más claro
es que la relativa estabilidad de los últimos 25 o 30 años en el Estado Español
ha tocado a su fin, y que están poniéndose en cuestión instituciones
fundamentales. No hay que olvidar que hablamos de un país con un descenso
notable del nivel de vida y con el 25 por ciento de la población activa en
paro; un país en el que los recortes sociales están provocando unos niveles de
sufrimiento social cuyas consecuencias políticas serias están todavía por
venir.
Esto no
quiere decir que el descontento o el sufrimiento general vaya a ser
capitalizado necesariamente por la izquierda; es también el escenario ideal
para soluciones populistas por la derecha, y no necesariamente por la izquierda
como las que conocemos en América Latina. Pero sí son muchos los analistas que
apuntan a muchas similitudes de la situación política con respecto a lo que
pasó hace 10 o 15 años en algunos países de América Latina; estoy pensando en
Venezuela, en Ecuador o en Argentina.
De alguna
manera, lo que hemos visto en América Latina -gobiernos que recuperan la
soberanía, que dicen “auditoría pública de la deuda” o “la deuda no se paga”,
que asumen de alguna manera que gobernar para el pueblo es gobernar contra los
ricos y los poderes financieros globales- cada vez es algo que suena más entre
más sectores; es decir, es un escenario tremendamente difícil pero, al mismo
tiempo, fascinante, porque pueden ocurrir cosas en este país.
Lo que está
ocurriendo en Grecia y en Portugal anuncia que el futuro inmediato va a ser
mucho muy difícil.
El reto de
las izquierdas
No sabría
qué palabra usar, si refundarse o converger (son palabras que vienen de la
propia izquierda). Quizá la mejor palabra sería “reinventarse”; la izquierda
tiene que entender que los momentos cruciales, en los que las organizaciones de
tradición socialista tuvieron oportunidad de éxito, fueron los momentos de
crisis, pero eso implica una enorme audacia política. Muchas veces, en
contextos como el actual, un exceso de prudencia o pragmatismo, un conformarse
con ser la tercera fuerza, les puede hacer ser demasiado miopes y que la
extrema derecha se mueva muchísimo mejor.
El discurso
de Syriza en Grecia es un discurso a seguir en muchísimos aspectos, además de
que se necesita, al mismo tiempo, la suficiente habilidad e inteligencia para
poder confluir con lo que se está produciendo en la calle; hay un discurso
contra los políticos, contra las élites, que en principio puede ser muy ambiguo
y que puede manejar cualquiera. Si la gente está en la calle, la izquierda
tiene que estar en la calle; si los barrios y las plazas se están convirtiendo
en espacios de deliberación, de encuentro con la política de gente que nunca
había participado, siempre existe la posibilidad de agregar nuevas mayorías y
nuevos estados de opinión. La izquierda tiene que estar dando esa pelea y, al
mismo tiempo, tomando toda la distancia posible de la imagen, las formas y los
estilos de los partidos de régimen.
La izquierda
tiene que estar en el parlamento con un estilo propio que le diferencie de los
partidos de régimen. Debe tener un discurso, unos portavoces y una imagen que
haga que se perciba como parte de la solución y no como parte del problema. En
todo lo que digo hay un trasfondo de crítica. Creo que en muchos sectores de la
izquierda tradicional en el Estado Español –pienso en los partidos y en los
sindicatos- a buena parte de su dirigencia les falta ambición y les sobra
prudencia.
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