DÍA DE LA HISPANIDAD, ¿DESCUBRIMIENTO O GENOCIDIO?
En 1930 Bertolt Brecht, ese autor al que algunos
del PP suelen atribuir citas falsas (porque de haberlo leído nunca citarían),
escribía en su obra ’La excepción y la regla’: “Sobre todo examinen lo
habitual. No acepten sin discusión las costumbres heredadas. Ante los hechos
cotidianos no digan nunca “es natural”. En una época de confusión organizada,
de desorden decretado, de arbitrariedad planificada y de humanidad
deshumanizada nunca digan “es natural”. Para que todo pueda ser cambiado,
reconozcan la regla como abuso. Y donde aparezca el abuso, pónganle remedio”.
Artículos de
Opinión | Coral Bravo * | 13-10-2012 |
Es decir,
mantener las tradiciones por el simple hecho de serlo es tan absurdo y estúpido
como pretender conservar la miseria por el hecho de haber sido frecuente y
habitual. Y la derecha se caracteriza, en otras cosas, por ese apego a las
tradiciones heredadas que no considera, en absoluto, su beneficio o su
perjuicio, su bondad o su maldad, sólo que existieron en el pasado y benefician
a sus propios intereses. Y se aferran, por ideología, a hechos aberrantes por
oscuros y macabros que sean, aunque perpetúen la barbarie y la muerte; como las
corridas de toros, o como El Toro de la Vega , o como la caza, o como el
desprecio a la ecología, o como la misoginia, o como la negación del pluralismo
ideológico y social. De hecho, ya vemos qué poco respetan y quieren a los
españoles esos que tanto defienden la tortura y tanto celebran la “hispanidad”.
Solemne día
para algunos el de La Hispanidad, ese concepto tan enfático, subjetivo y poco
claro que alude a la expansión, desde finales del siglo XV, de lo español en el
continente americano; lo cual, a estas alturas, considero un gran “entuerto”
que cuestionarse o, al menos, que intentar analizar. Desde que era niña y en el
colegio me contaban las grandezas hispanas de la conquista de América y de esa
santa cruzada que llenó a España de grandeza y oros mil, el asunto no me
acababa de cuadrar. Aquellas fotos en los libros de “Sociales” de los
conquistadores con espada y cruz en manos, subyugando a aquellos “pobres
salvajes” que había que cristianizar, me inspiraban rechazo y me
desconcertaban, porque les intuía con el papel cambiado. Vislumbraba como
verdaderos salvajes a los conquistadores, y a los habitantes de aquellas
tierras como las víctimas de sus cruces y sus espadas.
Y el tiempo,
los libros y el uso de mis entendederas dieron la razón a esa intuición
infantil. Desde diversas fuentes se considera la Conquista de América como uno
de los más grandes genocidios de la historia de la humanidad. “Un siglo después
de la llegada de las carabelas de Colón, de los más de setenta millones de
indígenas preexistentes sólo quedaban tres millones y medio de almas. Primero
fueron derrotados por la desproporción de recursos, la sorpresa y la confusión.
Luego fueron privados de su cultura y creencias, sometidos al trabajo esclavo y
a las enfermedades nuevas que les llevaron los europeos… La casi extinción de
la población nativa generó otro genocidio; el repudiable comercio de seres
humanos, al arrancar a millones de africanos de su tierra ancestral como mano
de obra esclava” dice Bernardo Veksler.
Probablemente
lo que algunos defienden como glorioso quizás sea algo de lo que histórica y
humanamente nos tengamos que avergonzar; y quizás lo que llaman
“descubrimiento” no fue otra cosa que una despiadada invasión que llenó aquel
hermoso continente de muerte, de exterminio y de saqueo. Por mi parte, el 12 de
octubre no celebraré ninguna “hispanidad”, sino algo mucho más universal, la
milagrosa pervivencia y resistencia de los pueblos indígenas del mundo, de sus
culturas exterminadas y de su profunda y lúcida espiritualidad.
Floyd Red
Crown, un indígena nativo americano nacido en una reserva sioux de Dakota del
Sur, expresó parte de esa espiritualidad natural y sabia de sus ancestros del
continente americano en un vídeo difundido por la Organización We are all one
(Todos somos lo mismo), en el que dice literalmente “Cuando Cristóbal Colón y
los europeos llegaron a América por primera vez podíamos beber de cualquier
río. Si los europeos hubieran vivido la vida de los indios cuando vinieron, aún
estaríamos bebiendo nuestra agua limpia, porque el agua es sagrada, el aire es
sagrado, la vida es sagrada…”. Por supuesto, me parecen ideas mucho más
lúcidas, sensatas, hermosas y sobre todo más espirituales y dignas de celebrar.
* Coral
Bravo es Doctora en Filología

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