Análisis sobre el movimiento estudiantil y su potencial anticapitalista
Este texto pretende reflexionar y crear
debate sobre el movimiento estudiantil y su potencial anticapitalista partiendo
de las experiencias de Valladolid.
Artículos de
Opinión | Nihil An archos | 19-10-2012 |
Jon Manteca
Cabañes murió hace 16 años y que en paz descanse. Jon Manteca Cabañes saltó a
la fama en las movilizaciones estudiantiles del 86/87, se convirtió en un
símbolo de aquellas primeras oleadas de un movimiento estudiantil que rebrotó
contra la LOU, contra Bolonia y hoy contra los recortes. Jon Manteca Cabañes
era cojo y contundente, el símbolo perfecto del movimiento estudiantil del que
vengo a hablar aquí. En especial de la cojera, pues de nuestra contundencia ya
hablaran los periodistas.
La cojera es
el proyecto. Al movimiento estudiantil no le faltan propuestas a corto plazo,
ni alternativas deseables…pero le falta hablar con claridad de qué es lo que
aspira a construir. Quizá no lo tengamos claro o quizá sí pero no nos atrevemos
a decirlo.
Yo soy de la
segunda opción.
Cómo hemos
llegado hasta aquí.
Hay
infinidad de análisis de la deriva de la universidad y el paradigma en el que
se encuentra todo el sistema universitario mundial. Entre el estudiantado
consciente se suele hablar de la privatización de la universidad y es el
mensaje que llega a la inmensa mayoría de sus compañeras vía panfleto y
eslogan, pero como es habitual esta percepción es un resumen demasiado grosero
y que da a entender que cualquier viernes leeremos en el BOE que todas las
universidades son privadas. La cosa es un pelín más compleja.
La
institución universitaria es heredera tanto de la tecnocracia del franquismo,
que cimentaron las universidades de donde debían salir los funcionarios y
técnicos del régimen, como de la transición hacia las autonomías, que sobre los
cimientos universitarios que dejó el franquismo construyó una enorme máquina de
producir funcionarios para todas las nuevas instituciones del estado. En ese
proceso y debido a las tensiones que el movimiento estudiantil generó en los 70
las universidades abrieron la puerta a sistemas de autogobierno que situaron la
institución en un punto muerto entre la institución ideal de la
democracia(plural, pública, cívica, al servicio de la ciudadanía…) y la fábrica
de titulados para alimentar un estado creciente.
Esto fue
cambiando con el tiempo y en los 90 la universidad empezó con una deriva
peligrosa. La institución se iba asentando como una constelación de pequeñas
universidades por todo el territorio que permitía una jerarquización entre las
universidades para formar cuadros altos y medios, pero que por la normativa
central y la estructura de los títulos no podía darse de forma oficial. En
aquel entonces los títulos venían recogidos en el BOE, y aquel que tenía un
título tenía unas competencias profesionales, una categoría en los convenios,
etc…Mientras esto se asentaba, el estado de las autonomías se reconstruía de la
crisis de los 90 y uno de los primeros cambios fue que el estado dejó de crecer
y absorber tituladas. Aparece el paro entre los universitarios que
mayoritariamente estudiaban para trabajar en lo público. Las empresas privadas,
que en este país no son muy dadas a usar mano de obra cualificada, no acaban de
acomodarse al sistema de los títulos, las competencias y las categorías
profesionales, propio de lo público. El modelo estaba caducado y empezaba a dar
muestras de abotargamiento. La batería de argumentación liberal empezó a
funcionar: los títulos de “devalúan”, la burocracia asfixia…
Se tenía un
pastel enorme, con una infraestructura y un potencial social y económico
inmenso, pero que se repartía entre las autonomías que financian, los
ministerios que regulan y los propios afectados, estudiantes y sobre todo
profesores, que gestionan. Ninguno de estos estamentos tenía un proyecto sólido
para reformular el modelo y dar a la universidad otra finalidad. Pero si que
había quién tenía claro su proyecto. Allá por Europa empiezan a urdir a finales
de la década lo que luego se llamó el Plan Bolonia. Como todos los proyectos emanados
de la Unión Europea, esta declaración de principios se basa en la cosmovisión
liberal del mundo: se proponen como objetivo hacer del conocimiento una
mercancía con la que fortalecer la economía europea en un escenario de libre
mercado tanto interno como externo. Querían fundar en toda Europa un mercado de
la educación superior donde aprender fuera un negocio.
En este país
la estrategia ha consistido básicamente en apuntar que el modelo estaba caduco,
denostando a la institución y a la vez ofrecer gradualmente la solución al
problema.
Primero fue cambiar la
estructura interna de la universidad pública y la parición de la privada.
Informe Bricall y LOU fueron los caballos de batalla de esta primera fase, que
en la universidad pública supuso un freno a las posibilidades de autogobierno
que cada universidad ofrecía y una mayor intervención de agentes externos
(gobierno central, autonómico y sector privado). Una vez que las universidades
estaban sometidas se podían acometer todas las reformas a placer. Hubo
respuesta ante esta primera fase. Mucha respuesta. Una respuesta en la que se
empezó a echar en falta un proyecto propio que oponer al que tan claro tenía la
oligarquía. El movimiento de respuesta a la LOU tenía muy claro que esa era la
reforma clave, que una vez la LOU estuviera implantada ya no habría marcha
atrás y esto también se cumplió, como la inmensa mayoría de los pronósticos del
movimiento estudiantil.
La tercera
fase es esa reforma no tan mediática como el Plan Bolonia que sus promotores
llaman la Estrategia Universidad 2015 y en la que ya estamos completamente
inmersos. El movimiento estudiantil, llevado por la inercia con la que se dejó
llevar en Bolonia prácticamente se ha dedicado a repetir los métodos, discursos
y programas planteados en 2001 contra la LOU sin prácticamente haber asumido
esa derrota. Eso ha generado en el movimiento una actitud de desánimo y de
incredulidad. Nadie se creía que se pudiera parar Bolonia o ahora 2015.
El proyecto
que se está ejecutando para las universidades es el plan de quienes manejan la
unión europea y sus súbitos de cada país. Es un plan ideológico, completamente
político, pero que como otras tantas cosas que pasan en Europa desde 1990 se
nos vende por las empresas de comunicación como medidas que son científica y
objetivamente positivas para la economía y para la sociedad. En esta limpieza
de cara del liberalismo ha contribuido mucho que la socialdemocracia tradicional
de cada país haya sido tantas veces la vanguardia de esas reformas liberales.
Porque la socialdemocracia carece de un proyecto que no sea agarrarse a sus
esferas de poder que en concreto en España fueron ganando durante los 80.
Todo esto
suena muy grandilocuente y generalista, pero la Universidad de Valladolid está
pasando por esta transformación gradual y quién quiera verlo sólo tiene que
echar mano de actas de claustros y consejos de gobierno para ver sobre el papel
cómo han cambiado las cosas en 10 años y cómo están cambiando ahora. “Nosotros
no podemos hacer nada””eso no es competencia nuestra””nos viene impuesto de
fuera”…son frases que aparecen en las actas de los órganos de gobierno
universitario creciendo linealmente según pasan las reformas. También un paseo
por las facultades-centro comercial o conversar con las estudiantes revela qué
la mentalidad de la gente que estudia ahora ha cambiado mucho. Ahora somos
clientes.
Lo que está
pasando.
Lo que nos
ha ocurrido ahora es que aprovechando la crisis ese liberalismo utópico se ha
puesto a acelerar la aplicación de sus programas. Se recorta en educación y
sanidad para dejar más hueco a la iniciativa privada y a la mano invisible, no
es por una locura que se les acabe de ocurrir. No quieren emprendedores para el
ejército ni para la policía y por eso ahí no se mete la tijera, ya les tocará.
El momento en el que estamos ahora es el de los recortes, como acelerador de la
EU2015, y de la respuesta a los mismos. Ahora el movimiento estudiantil se
pelea en medio de mareas de gente muy verde en lucha social por defender su
análisis de que los recortes no son una coyuntura, son parte de una estrategia
muy bien marcada.
El
movimiento estudiantil se está demostrando potentísimo en la movilización y la
acción mientras se confirma que lo sigue siendo en el análisis. Esa potencia
viene dada por sus señas de identidad: asambleas, autonomía y heterogeneidad.
En el movimiento estudiantil confluyen militantes y activistas de distintas
corrientes políticas, sociales y sindicales. Eso crea un magma donde es
imposible encontrar cabezas y manos y que aun con toda la diversidad existente
“el proyecto” se intuye bastante común a lo largo, ancho y profundo del
movimiento. Pero nadie habla de “el proyecto”.
Valladolid
tal vez sea una de las mejores muestras de lo que es el movimiento estudiantil
y sus ciclos. Una ciudad pequeña como para que toda la gente activa se conozca
y grande como para poder tener repercusión y actividad constante y efectiva. En
la historia reciente del movimiento estas características se han hecho más
visibles que nunca. Si bien en la lucha contra Bolonia la heterogeneidad no se
supo llevar del todo bien y eso marcó el periodo de pasividad posterior, en el
que cada pequeño colectivo actuaba sin coordinación ni repercusión, el ciclo
actual de movilizaciones y asambleas surgidas contra los recortes y posteriores
al 15M está trabajando con constancia en la movilización pero sin profundizar
en los objetivos para evitar divisiones y discusiones potencialmente inútiles.
El resto del movimiento estudiantil del reino comparte esas características y
ciclos en mayor o menor medida, siendo en las ciudades más grandes más difícil
de percibir por la complejidad de las relaciones entre activistas y militantes
que confluyen en el movimiento. Todo el mundo es consciente de que en el
movimiento estudiantil confluye gente de muy diversa ideología y eso se pone de
relieve a la hora de concretar propuestas. Es coherente y responsable evitar
ese tipo de discusiones simbólicas o ideológicas en los espacios de toma de
decisiones, pero es una muestra de la cojera del movimiento que no haya
espacios para esas discusiones, sean estos espacios presenciales, impresos o
virtuales.
Sea el
debate:
Es una
percepción común de la juventud que la política no existe, no existe ya porque
murió. Ver a según qué gente hablando de libertad, socialismo y democracia a
diario ha destruido el significado de esas palabras. Nos han quitado tantas
palabras que hablar no vale para prácticamente nada. Pero hemos de seguir
haciéndolo.
Hay que
decir que si que hay proyecto. Las universidades suponen la cima de la montaña
del conocimiento de una sociedad. En las universidades se produce, se acumula y
se difunden las ideas que luego serán útiles a la sociedad para su realización
y la de sus individuos. Tanto la cultura, la ciencia, el arte o la técnica
tienen misiones que cumplir en la vida de los humanos, y la universidad es la
organización que se dedica a que estos conocimientos existan y sigan
existiendo. El proyecto pasa por que las universidades se centren en esa labor,
la de difundir y expandir el conocimiento. El conocimiento como ente neutral,
alejado de sesgos ideológicos, teológicos o monetarios.
Para ello se
quiere una universidad soberana, que sea ella misma la que decide qué, cómo y
cuánto enseña e investiga. La libertad de estudio, cátedra e investigación son
la piedra angular de la universidad que defendemos pues lejos de la mentira
infundida por las empresas de comunicación no hay investigación inútil ni nadie
pierde su tiempo estudiando por voluntad (cuando no te obliga un currículum)
cosas que considera innecesarias.
La mayor
expresión de soberanía es que la universidad sea democrática. De verdad. Las
decisiones deben ser tomadas por las mismas personas afectadas por esas
decisiones con plena información e igualdad en el proceso.
Y el punto
complicado viene con la universidad autónoma, especialmente por la
financiación. Esta ha sido hasta ahora la palanca que evita que los otros dos
puntos del proyecto se pudieran llevar a cabo de forma real, por la dependencia
de la organización de los estados y las corporaciones. En realidad los otros
dos puntos tampoco son viables en una sociedad con distintas formas de
dominación generalizadas y operando a la vez. Es aquí donde hacemos el
silencio. Nos callamos lo que pensamos para evitar ser tachados de
pretenciosas, utópicos e ingenuas. No defendemos nuestro modelo de universidad
con todas las consecuencias, sólo lo hacemos en parte y eso se nota cuando
empiezan a cojear las argumentaciones y a despegarse de la realidad, asumiendo
que es imposible todo lo que pedimos cuando no lo es. No lo es.
Llegados a
este bache, para superarlo y definir nuestro proyecto tenemos que profundizar
en lo que pedimos. Debemos entender que aquí nuestro proyecto confluye con
otros proyectos, asumir que la universidad deseada sólo es posible en un
escenario en que el estado y la empresa cambien completamente. Cambien por
redes horizontales de producción y consumo, donde la universidad sería un átomo
más en la red, pues sólo en una red el autogobierno de uno de los nodos tiene
sentido. Es solo en una economía de principios anticapitalistas, libre de la
especulación y la propiedad privada de los recursos, en la que la financiación
de la universidad es una prioridad básica en la que usar los recursos
disponibles. Es una cuestión de coherencia y de realismo. Durante las últimas
décadas en las universidades el movimiento estudiantil ha experimentado con
modelos de participación verdaderamente brillantes que se han dado una y otra
vez contra los muros del gobierno y de la empresa. ¿Qué sentido tiene una
democracia interna universitaria si esta tiene que supeditarse al control
financiero, académico o curricular de entes externos? La respuesta es la que
dan constantemente los estudiantes “eso no vale para nada”.
Si, estoy
asumiendo que sin una ruptura revolucionaria que elimine el poder de estados y
empresas de la sociedad no será posible este proyecto de universidad. Pero lo
que es más importante, estoy asumiendo que después de la ruptura revolucionaria
se pretende conservar el patrimonio intelectual acumulado durante siglos por
los trabajadores de bata y tiza. Entiendo desde mi punto de vista que estas son
las inquietudes que mueven a las miles de personas que de vez en vez echan sus
horas, su dinero y sus ganas en participar de organizaciones y asambleas
estudiantiles que escudándose en el “progresismo” muchas veces su programa pasa
por propuestas maximalistas(democracia, laicidad, gratuidad…) sin entrar al
fondo de la cuestión. Yo, y creo que en la inmensa mayoría de las personas con
las que he compartido calle y aula de este movimiento, tenemos esa sensación de
que todo lo que queremos es imposible mientras no ocurra esa transformación de
toda la sociedad. Es por eso que nuestro discurso siempre suena cojo, porque
nunca se contempla completamente todo el proyecto, porque el proyecto pasa por
algo tan ambicioso como una revolución social. Sí, frente a bolonia, la LOU, o
los recortes somos capaces de hacer críticas muy convincentes, críticas propias
de quién tiene un buen proyecto en la manga. Pero a la hora de discutir sobre
qué queremos siempre hay una incertidumbre y un silencio incómodo cuando hay
que llegar hasta el final. Se puede decir que el movimiento estudiantil anda
desorientado, sin estrategias por falta de sinceridad consigo mismo. Hay que
decirlo alto y claro: el movimiento estudiantil es un movimiento revolucionario
anticapitalista. Hay que tenerlo claro y hay que contemplar sin ingenuidades que
una transformación puede darse y que tenemos que trabajar tanto para que se dé
cómo para que nos sea útil.
Admitir que
el proyecto es ambicioso no impide que se adapten tales o cuales estrategias
para llevarlo a cabo. Este punto es también crucial para entender que declarar
que el movimiento estudiantil es revolucionario y anticapitalista no resta
pluralidad al movimiento, ni contradice el trabajo realizado hasta ahora. Tan
sólo sirve para cohesionar los discursos y desarrollar nuestras luchas con una
mejor visión global de cómo encajarlas en el puzle de una transformación más
grande. Pero nos chocamos de nuevo con ese muro que suponen los prejuicios ante
“lo político” heredados del silencio franquista y la mentira democrática. Nadie
va a tirar ese muro por nosotras.
Por otro
lado nuestras acciones hablan por sí solas, o eso intentamos siempre. Pero para
que nuestras acciones tengan contenido por sí mismas deben tener un respaldo en
nuestra mente y nuestra voluntad que hasta ahora es cosa de cada una. Es raro
sorprenderse de que las motivaciones que mueven a la gente a participar en
luchas estudiantiles puedan ser diametralmente opuestas, es raro porque no
suele haber ocasión de conocer esas motivaciones. Resulta que a la hora de
evaluar la práctica llevada hasta ahora cada cual la valora a su manera,
revelando diferencias en la percepción del movimiento y sus fines entre
compañeras. La impresión que yo he sacado siempre al ver análisis de luchas
concretas es que falta poner en común qué se entiende como objetivo final para
poder evaluar si la práctica mantenida es coherente o no. Falta poner en común
el proyecto para poder crear consciencia colectiva.
Cuando hablo
de la práctica llevada hasta ahora me refiero, claro, al movimiento en su
conjunto, puesto que por la diversidad de composición del mismo es comprensible
que se tenga que dar dentro del mismo un avance dialectico, en varias
direcciones que a veces son opuestas. Dos pasos para adelante y uno para atrás.
Por ejemplo,
Valladolid.
Evaluando el
movimiento como si persiguiera de verdad un proyecto definido se podría decir
que normalmente se plantean programas etapistas, y siempre nos quedamos en la
primera etapa: ahora queremos más democracia, más control sobre las prácticas,
más accesibilidad quitando tasas… La primera etapa consiste en conseguir
cositas pequeñas que nos demuestren que somos capaces de conseguirlas, eso
significa empoderarse. La primera etapa es empoderarnos como estudiantes.
Tal vez los
objetivos marcados no son alcanzables con nuestro nivel, y por ello hay que ir
más poco a poco. En las luchas contra bolonia desde el principio se marcó como
objetivo seguir la corriente estatal e ir a parar bolonia. Se hicieron
encierros y manifestaciones de forma casi automática y sin trabajarse objetivos
más asumibles. El movimiento se disolvió entre unas cosas y otras[1]. En las
experiencias más recientes el proceso para construir conciencia y empoderar a
los estudiantes ha ido algo más despacio, empezando por tomar espacios para
reunirnos y manifestarnos[2], a veces jugando con herramientas institucionales
y a veces no, de forma que tras varios meses de pruebas y trabajo tenemos un
grupo amplio de estudiantes capaces de proponerse nuevas metas y construir
movimiento con bases sólidas. Quiero decir con esto que en la práctica el
movimiento estudiantil, al menos en Valladolid, ha aprendido de esos errores
que solo puede cometer quien se mueve. Andando se hace camino y la lucha es el
único posible.
[1]
Valladolid y Bolonia. Dramas y Fiestas. 2009 www.lahaine.org/index.php?p=42009
[2] El
origen de la actual asamblea de estudiantes de la Uva aparece de la mano de
Alternativa Universitaria que había entrado en contacto con otros colectivos
como ADEPública o 15M Valladolid para crear espacios de debate y organización
estudiantil universitaria. El planteamiento era reunirse en lugares comunes de
las facultades (vestíbulos). Sólo salió bien una de las convocatorias, la
primera. En ella las trabas institucionales fuerzan a la asamblea a cambiar de
sitio. Se debatió durante muchas asambleas si pedir o no pedir permiso, para
hacer las asambleas que ya se estaban haciendo en esos espacios comunes. La
práctica superó a los discursos y esos espacios se tomaron sin más. Lo mismo se
puede decir del uso de la calle para manifestarse, combinando las coberturas
legales con la espontaneidad. Esa mini lucha, que en el ciclo de luchas contra
bolonia no se le dio ninguna importancia, es lo que ha servido para motivar y cohesionar
el conjunto, pues sin esas tácticas no se hubiera podido plantear un trabajo
tan constante de agitación y movilización que mantiene vivo el movimiento.
Valladolid.
Septiembre de 2012.

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