El libro de
Federici, más que una crítica al marxismo, se debe considerar como un análisis
de la lucha de clases y por tanto de la historia, donde se incluye la visión de
las mujeres pero en ningún momento de forma separada del sector masculino de la
clase trabajadora.
En primer
lugar se debe decir que en esta respuesta a la reseña del libro de Silvia Federici Calibán y la
bruja, mujeres, cuerpo y acumulación originaria (Traficantes de Sueños, 2010)
del compañero David Karvala, aparecida en el último número de La Hiedra, he
tenido más espacio para desarrollar mis ideas, así que de alguna forma parto
con ventaja. Dicho esto, David en su reseña saca a relucir algunos aspectos de
la obra de Federici que considera que no se demuestran bien en el libro y que
como mínimo generan muchas dudas.
Básicamente
los puntos de desacuerdo que pretendo discutir en este artículo son dos: la
importancia de la caza de brujas en la transición al capitalismo como parte de
la acumulación originaria y si esta transición fue una respuesta planeada de
las clases dirigentes.
El debate
sobre qué aspectos han tenido más relevancia en la acumulación originaria y por
tanto en la aparición del sistema capitalista es largo, complejo y no se ha
resuelto en más de cien años de marxismo. Por tanto no pretendo aquí dar una
respuesta definitiva a la pregunta, sino esbozar algunas dudas respecto a la
negación de Karvala de la importancia de la caza de brujas.
Para Marx lo
más importante a nivel de acumulación originaria, o dicho de forma más clara,
acumulación previa al capitalismo, fueron los cercamientos de tierras,
básicamente la privatización de las tierras a través de su expropiación. Este
proceso no era más que “el proceso histórico de disociación entre el productor
y los medios de producción”1, que a su vez incluye también el saqueo de las
colonias y la trata de esclavas y esclavos. El economista marxista Ernest
Mandel cita al propio Marx cuando dice que “el descubrimiento de los países del
oro y de la plata en América; el exterminio, la reducción a la esclavitud y el
entierro en las minas de la población indígena; el principio de la conquista y
del saqueo de la India oriental; la transformación de África en un territorio
de caza comercial de pieles negras, fueron los procedimientos que caracterizaron
la aurora de la época de producción capitalista. Estos idílicos procesos
constituyen los momentos principales de la acumulación primitiva”. Aunque va
más allá, diciendo que pese a ese reconocimiento se podría incluso afirmar que
el filósofo alemán podría haber “subestimado la importancia del pillaje del
tercer mundo para la acumulación del capital industrial en Europa occidental”2.
Con esta
afirmación pretendo remarcar la posibilidad de que Marx, a pesar de detectar
muchos de los factores que propiciaron la acumulación originaria, pudo haber
subestimado algunos. Entre ellos, el papel que tuvo el control del cuerpo de la
mujer como única forma de reproducción de la fuerza de trabajo, ya fuera
esclava o asalariada. Y es que cuando hablamos de caza de brujas hablamos de
uno de los métodos que usaron las clases dirigentes de la época para controlar
a las mujeres y por tanto su cuerpo. De hecho, el propio Karvala admite en su
reseña la importancia de la opresión de las mujeres en la transición al capitalismo.
¿Por qué no aceptar entonces la caza de brujas, o mejor dicho el intento de
controlar el cuerpo de las mujeres, como una parte importante de la creación de
esta opresión? A lo que hoy se le dice bruja no era nada más que una mujer
independiente y que se escapaba al control del estado. Marx en su análisis
tiene poco en cuenta el papel de la reproducción de la fuerza de trabajo. Tener
en cuenta los factores que reproducen el sistema capitalista, formen parte o no
del trabajo asalariado, es fundamental para entender el sistema en su conjunto.
A nivel
cuantitativo, algo a lo que Karvala también le da importancia en la reseña, la
profesora de la UB y experta en historia de las mujeres, Isabel Pérez Molina,
afirma que, a pesar de que es difícil contabilizar aún hoy en día la magnitud
de los asesinatos de mujeres entre los siglos XIV y XVII, el período donde se
desarrolla más la caza de brujas, los estudios que más reducen las cifras las
sitúan en 200.000, mientras otros las sitúan en hasta nueve millones de
mujeres3. Siempre es polémico tener en cuenta un aspecto de la transición al
capitalismo de forma cuantitativa, pero lo que queda claro es que las
cantidades de asesinatos no fueron pocas.
Contradicción
o contrarrevolución
En cuanto al
segundo punto, la transición del feudalismo al capitalismo fue un proceso
dialéctico y, como tal, se deben tener en cuenta muchos aspectos que
interactúan entre sí. Ni fue solo algo planificado hasta el último detalle por
las clases dirigentes frente a las crecientes rebeliones, ni tampoco fue solo,
como afirma Karvala en su reseña, una “lucha a muerte entre los representantes
del viejo sistema y la naciente burguesía”. En ese sentido, aunque quizá se
puede hacer una crítica a Federici por una excesiva hiper-politización de
algunos de sus argumentos, el libro muestra de forma muy contundente como la
clases dirigentes de la época construyeron durante todo este proceso una
ideología, en el sentido marxista de la palabra, para tratar de sostener una
serie de políticas encaminadas a consolidar su creciente poder. Y tal como
afirma Federici, uno de los elementos principales fue “el control de las
mujeres, de la reproducción, de su sexualidad y de su cuerpo”4.
Los ejemplos
del intento de las clases dirigentes de la época para tratar de controlar el
cuerpo, no solo de las mujeres sino de ser humano en general, quedan muy bien
reflejados a partir del análisis de las políticas aplicadas por parte de los
estados y las iglesias, sostenidas muchas veces por los estudios de filósofos
como Thomas Hobbes, que sin duda sentaron muchas de las bases actuales en las
cuales se basa el capitalismo. Tal y como afirma el propio Karvala en su
publicación Marxismo para anticapitalistas, “la ingeniosa solución, impulsada
por respetables pensadores de la época como David Hume y Thomas Hobbes, fue
inventar la idea de ‘diferentes razas’ […] De ahí empezó toda una industria de
teorías racistas, que sigue hoy en la sociobiología y algunas aplicaciones de
la genética”5.
En una línea
similar, el autor marxista Alex Calllinicos explica en su trabajo Racismo y
clase que “la esclavitud no surgió del racismo; al contrario, el racismo fue la
consecuencia de la esclavitud”. Curiosamente, Callinicos también señala a
través de un texto del escritor y periodista marxista Peter Fryer que uno de
los objetivos de la construcción de esta ideología era precisamente “en gran
parte defensiva, como el arma de una clase que se sentía cada vez más atacada
por su riqueza, su forma de vida y su poder”6.
¿No podemos
considerar todo esto como algo planificado para hacer frente a las cada vez más
frecuentes rebeliones de las clases populares? No hay espacio aquí para
desarrollar las múltiples formas de resistencia a esa transición, pero está
claro que no fueron pocas7. Y es que tal y como afirma Federici, “la primera
máquina desarrollada por el capitalismo fue el cuerpo humano y no la máquina de
vapor, ni tampoco el reloj”8. Es decir que detrás del control del cuerpo humano
en general, y del cuerpo de las mujeres en particular, existieron políticas
concretas para controlar el cuerpo en todos sus aspectos.
Por falta de
espacio no podré desarrollar una respuesta a otras de las críticas de Karvala
al libro de Federici, como el debate sobre lo imprescindible del capitalismo y
por tanto la pre-condición del desarrollo de las fuerzas de producción para la
liberación humana. De todas formas, son debates que el libro de Federici pone
encima de la mesa, que no están cerrados y que nos haríamos un flaco favor si
así lo hiciéramos, porque si una cosa nos enseñó Marx y el marxismo es que sus
teorías son una herramienta viva que en el momento en que paran de avanzar y de
repensarse pierden todo su sentido.
El libro de
Federici, más que una crítica al marxismo, se debe considerar como un análisis
de la lucha de clases y por tanto de la historia, donde se incluye la visión de
las mujeres pero en ningún momento de forma separada del sector masculino de la
clase trabajadora. Federici tiene claro que es el capitalismo quien más se
beneficia del trabajo de las mujeres y que eso acaba dividiendo a la clase
trabajadora en su conjunto, produciendo lo que ella llama “acumulación de
diferencias y divisiones”. Todo esto desde un análisis materialista de la
historia, teniendo en cuenta las relaciones de producción y de clase y
alejándose de las explicaciones transhistóricas del patriarcado y la opresión
de las mujeres de algunas corrientes de pensamiento feministas.
* Es
militante de En lluita / En lucha
Notas
1. Marx,
Karl (2002) El Capital, “La llamada acumulación originaria”, Capitulo XXIV.
Marxists Internet Archive,www.marxists.org/espanol/m-e....
2. Mandel,
Ernest (2007) “La acumulación originaria y la industrialización del tercer
mundo”, en Materiales para el seminario “De Marx al marxismo latinoamericano:
una aproximación”,www.rebelion.org/noticia.php....
3. Pérez
Molina, Isabel Saberes y poderes,Duoda, Centre d’Investigació de Dones. Universitat
de Barcelonawww.ub.edu/duoda/diferencia/...
4. López,
Isidro (2011) “La génesis violenta del capitalismo”, entrevista a Silvia
Federici. Minervawww.traficantes.net/index.ph....
5. Karvala,
David (2002) Marxismo para anticapitalistas. En lucha, http://www.enlucha.org/site/?q=node/261.
6.
Callinicos, Alex (1996) Racismo y clase. En lucha, www.enlluita.org/site/?q=nod....
7. El propio
libro de Federici expone muchos ejemplos de estas resistencias, pero para más
información se puede consultar Zinn, Howard (1997) La otra historia de los
Estados Unidos. Ed. Hiru. Gipuzkoa; o Harman, Chris (2013) Historia mundial del
pueblo. Ed. Akal. Madrid.
8. Federici,
Silvia (2010) Calibán y la bruja, mujeres, cuerpo y acumulación originaria pag.
201. Traficantes de Sueños. Madrid.
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