Venga, valiente, españoliza la banca
Artículos de
Opinión | Isaac Rosa | 16-10-2012 |
Hoy es la
Fiesta Nacional, y ya saben que en España no nos conformamos con tener un día
festivo, hacer algún pastel típico, ir al campo o ver el desfile, como en otros
países. Aquí la Fiesta Nacional es una oportunidad para dar la nota con más
visibilidad que de costumbre. Salimos a polémica por fiesta. No hay año en que
no tengamos algo jugoso que contar de lo sucedido en el desfile, en la tribuna
de autoridades, en la recepción del Rey o en los corrillos con la prensa. Y
este año, en pleno crescendo españolista, más de uno tendrá la fecha marcada en
rojo (y gualda) desde hace semanas.
Ministros
bocazas, políticos de dedos rápidos en las redes sociales, militares henchidos
de amor a la patria, tertulianos camorristas, hoy es vuestra oportunidad, pero
tendréis que esforzaros para ganar un titular, porque el ministro Wert dejó el
listón muy alto hace dos días, y no descarten que sea él mismo quien intente
batir la marca hoy.
Mucho se
habla de la maniobra envolvente (de envolverse en la bandera) con que Artur Mas
se ha quitado de encima una parte de la contestación social a sus recortes,
subiéndose al carro del clamor de ciudadanos que no ven ya futuro en el estado
de las autonomías. Siendo ello cierto (tanto la maniobra de Mas como el clamor
ciudadano), no menos cierto es el intento del gobierno español por tapar sus
propias miserias con el paño rojigualdo. Esta vez lo que hay que tapar es tan
grande que no le daría ni con la bandera king-size de Colón, pero ante buena
parte de los ciudadanos (y no sólo entre su electorado), el recurso al
nacionalismo español, azuzando la bicha catalana, suele dar resultado.
Sin embargo,
cuando veo lo españolísimos que se ponen nuestros gobernantes cada vez que
alguien les toca su España, me recuerdan al chuleta al que se le va la fuerza
por la boca, que berrea a los conductores y entra por la puerta de casa
rebuznando, pero luego en el trabajo es un animalito sumiso que agacha la
cabeza y hasta hace la pelota al jefe por mucho que este le explote.
Porque si se
trata de sacar pecho patriótico, donde de verdad hay que ponerse
español-español y defender este país no es en Barcelona, sino en Berlín, en
Bruselas o en Washington. No en los colegios catalanes, sino ante el BCE, la
Comisión y el FMI. No es con Artur Mas con quien hay que echar el pulso para
salvar España, sino con Merkel, Draghi y compañía. Ahí es donde me gustaría ver
al gobierno sacando pecho, remangándose, sosteniendo la mirada y hablando con
voz rotunda. Porque si el futuro de España está en peligro no es por lo que
decidan los ciudadanos de Cataluña, sino por lo que decidan por nosotros en
esas capitales.
Y en esos
foros no vemos una defensa tan enérgica de España. Más allá de fanfarronerías
del tipo “no me han presionado para aceptar el rescate bancario, en todo caso
he sido yo el que he presionado” (equivalentes al mismo chuleta de antes,
cuando en la cena o en el bar dice que le ha cantado las cuarenta a su jefe),
no veo que el presidente y los suyos planten cara a quienes desde fuera están
poniendo en peligro nuestro futuro.
Sin irse tan
lejos, también en España hay oportunidades para ser patriota y defender lo
común. Podían probar a ponerse igual de gallitos con todos esos evasores de
impuestos cuyo agujero fiscal, de no existir, dejaría el famoso déficit en
calderilla. O con todos esos corruptos, algunos en sus propias filas, que nunca
devuelven lo trincado. O poner en su sitio a todas esas grandes empresas que a
base de ingenierías contables acaban pagando menos impuestos que cualquiera de
nosotros.
Puestos a
españolizar, antes que a los niños catalanes bien podrían dedicarse a
españolizar la banca (pero de verdad, para crear una banca pública al servicio
de los ciudadanos, no para socializar pérdidas como hasta ahora), españolizar
sectores estratégicos y tantas cosas que se vendieron con alegría en su momento
y que tan bien nos vendrían hoy para tener más recursos con que salir de esta.
Pero ya
digo: el patriotismo de nuestros gobernantes, su defensa de España, es la del
que te atruena con el claxon si tardas dos segundos en arrancar en el semáforo,
o da las órdenes familiares a gritos para que el vecindario sepa quien lleva
puestos los pantalones en esa casa. Pero luego, cuando se cruza con el señor
director, sonríe dulcemente, encorva la espalda y le desea un buen fin de
semana.

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