En España no basta con el triunfo del libre mercado y la financiarización de la economía. Hay que seguir amarrando el espíritu nacional-católico del que la Transición no nos ha librado, más bien todo lo contrario. El pensamiento único necesita sostener sus cimientos sobre una doctrina que nos permita asumir con resignación el sufrimiento provocado por esta crisis. Mientras que se defienden enconadamente aquellas libertades que promueven los intereses económicos de una minoría, se coarta la libertad de las mujeres para decidir sobre su vida reproductiva con la propuesta de reforma de la Ley del Aborto, o se limita la libertad de conciencia imponiendo, o mejor dicho blindando, la presencia de la religión en la escuela a través de la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE). En pro de la libertad, más bien deberíamos garantizar que nuestros/as vástagos/as tuvieran una adecuada educación cívica universal, que les lleve a convertirse en personas con pensamiento propio, autónomas y críticas, con independencia de las creencias que puedan profesar en su vida privada y manifestar públicamente en los espacios destinados a ello.
El
laicismo es algo inherente a la democracia, en cuanto que constituye la
garantía de la libertad de conciencia y de pensamiento y, por ende, de libertad
religiosa. El Papa Juan XXIII, que será elevado a los altares este mismo año y
por tanto es poco sospechoso de ser ateo o laicista fundamentalista, decía que "hay
que admitir que la libertad religiosa debe su origen no a las iglesias, no a
los teólogos, y ni siquiera al derecho natural cristiano, sino al Estado
moderno, a los juristas y al derecho racional mundano. En una palabra, al mundo
laico". Sin embargo, para mantener su influencia en los ámbitos de
poder, y mantener o acrecentar así sus privilegios, la Iglesia Católica trata
de imponerse a toda costa con argumentos falaces y hechos más que cuestionables
desde el punto de vista no sólo ético, sino también legal. De esta forma, a la
vista del descenso del número de alumnos y alumnas que cursan religión
actualmente en los centros educativos españoles, especialmente en Bachillerato,
nos encontramos con que no se informa adecuadamente a las familias sobre el
contenido de la alternativa a la religión; se utilizan métodos de matriculación
capciosos que confunden a los padres a favor de la matriculación en religión
católica; en algunos colegios, hemos tenido que ver propaganda de las campañas
organizadas por la Conferencia Episcopal a favor de la religión y, lo que es
más grave, cómo los catequistas que imparten religión utilizan la excusa de
exponer el trabajo de sus alumnos/as para hacer proselitismo religioso.
Por
su parte, ante la supresión de siete unidades concertadas (tres de ellas en la
provincia de Jaén) la patronal Escuelas Católicas de Andalucía esgrime
el derecho de las madres y padres a elegir libremente la educación que quieren
para sus hijos, apelando al artículo 27 de la Constitución. Como ya publicó
Jaén Laico en un comunicado, las madres y padres que deseen educar a sus hijos
e hijas dentro de la religión católica tienen todo el derecho a hacerlo, pero
en sus propios hogares o en la parroquia correspondiente, y no en centros
educativos sostenidos con los fondos de todos y todas. Pero además, esta
supresión no se debe a una campaña de la Junta de Andalucía para eliminar los
conciertos educativos en beneficio de un sistema educativo conformado
únicamente por centros públicos, lo que sería deseable, sino que responde a un
descenso en la natalidad que conlleva, a su vez, un descenso en la solicitud de
plazas y que hasta hace muy poco era asumido en su totalidad por los colegios
públicos. En sus quejas no mencionan que, a pesar de la reducción de unidades,
en este curso la probabilidad de obtener plaza en un colegio concertado es
mayor que en el curso pasado (datos de ASAPRIDE). No parece muy racional, con
la que está cayendo, que los cada vez más menguantes recursos públicos se
deriven a la educación concertada cuando son necesarios en la pública.
La
intoxicación informativa siempre es más sencilla en mentes que desde la más
tierna infancia han sido moldeadas para pensar de acuerdo con determinados
dogmas, algunos de los cuales cuestionan las bases del estado democrático. De
ahí el interés de la Iglesia Católica por mantener la evangelización en la
Escuela, asegurada ahora por la LOMCE, triunfo de los obispos y fracaso del
(Anti)ministro Wert.
Pero
lo más desconcertante no es que la Iglesia Católica, como organización, intente
influir en los ámbitos de decisión para mantener privilegios, sino que lo
consigue. Esto es debido fundamentalmente a que los fieles católicos se
encuentran en todos los poderes del Estado y anteponen el mandato divino a las
leyes mundanas, lo que además es percibido por la mayoría de ciudadanos y
ciudadanas sin inquietud alguna, aunque sean esas leyes mundanas las que
realmente los defienden. Véase si no la impasibilidad con que vemos, por
ejemplo, a los miembros del Tribunal Supremo, elegidos recientemente, jurar su
cargo delante de un crucifijo y de la biblia (¿qué leyes primarán en sus
sentencias?); o escuchamos a un diputado del Partido Popular en la Xunta de
Galicia decir, ante las voces que solicitan que la Iglesia pague el IBI, que “hay
que ayudar en vez de echarles la mano al cuello”, por su inmensa labor
social, fundamentalmente a través de Caritas, que por cierto recibe un 35% de
fondos públicos frente al 2% que aporta la propia Iglesia.
No
nos engañemos, los cristianos no están perseguidos (desde el Edicto de Milán,
año 313). Más bien han sido perseguidores durante mucho tiempo (Guerra Santa,
Inquisición,…), conniventes con dictadores y siempre del lado de aquellos poderosos
que garanticen sus privilegios, normalmente a costa del rebaño del que se
pretenden pastores. Por eso, en vista de que en algunas regiones del mundo este
rebaño va disminuyendo, se empeñan en evangelizarnos. Ya tuvimos en 2011 la
Jornada Mundial de la Juventud (Católica, la atea también se manifestó aunque
con muchas más dificultades) y ahora estamos en pleno Año de la Fe. Para
celebrar este Año, en Jaén se ha celebrado una Catequesis Pública que tomó las
calles y que el Alcalde de la ciudad saludó efusivamente poniendo los recursos
municipales a disposición de los organizadores, ya que para él, “lo
importante es la celebración del recogimiento cristiano”. En fin, hay quien
sueña con entrar en misa bajo palio.
Los
laicistas, respetuosos por definición con todas las opciones religiosas,
vivimos todos estos acontecimientos como la imposición de una confesión
particular sobre cualesquiera otras creencias, nos preguntamos si como
estrategia neoevangelizadora o como necesidad de autoafirmación ante una sociedad
que no comulga del todo con ellos y que empieza a cuestionarlos. No están
perseguidos, pero sí tienen miedo….
*
Jaén Laico
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