Artículos de
Opinión | Oscar Ugarteche y Ariel Noyola Rodríguez | 04-02-2013 |
A raíz de la
crisis de 2008, el Fondo Monetario Internacional (FMI) sufre de una nueva
crisis de credibilidad. Su misión es mantener la estabilidad de la economía
mundial para que no se repitiera una crisis como la del 29. ¿Qué estaban
mirando cuando reventó la crisis? La crisis iniciada en agosto del 2007 recién
fue analizada en enero del 2009. El problema subyace en el diagnóstico
equivocado de Estados Unidos en su informe del Artículo IV del 2007.
A partir de
la segunda mitad de los setenta, el FMI ha actuado más como el "brazo
armado" del Departamento del Tesoro estadounidense y cobrador judicial y
menos como un fondo multilateral de ayuda a la estabilización monetaria. La
crisis de la deuda en América Latina (AL) en la década de los ochenta y la
crisis asiática de 1997-98 pusieron al descubierto su articulación acorde con
los intereses del complejo financiero bancario con base en Wall Street y la
City.
Los
dirigentes de seis de los siete países deudores más grandes del mundo (Japón,
Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Italia y Francia) y los doce países
acreedores mayores (China, India, Rusia, Brasil, México, Turquía, Arabia
Saudita entre los más significativos) reunidos en el G20 en Londres en marzo
del 2009, triplicaron la capacidad de préstamos del FMI de 250,000 millones de
dólares (mdd) a 750,000 mdd en la reunión del G20 de Londres en abril del 2009.
Como
sabemos, el estallido de la burbuja financiera en el mercado de hipotecas de
mala calidad [subprime] de Estados Unidos provocó impactos desiguales en el
“mundo” según el grado de exposición de los sistemas bancarios nacionales a los
activos tóxicos. El “mundo” se define como los países desarrollados. Sin
embargo, tras los rescates financieros con fondos públicos siguió la austeridad
fiscal en Europa vía reducción salarial y del gasto público, consolidándose la
hipótesis de que el objeto de las políticas de ajuste es la concentración del
ingreso. Las consecuencias son: 1) contracción del mercado interno, 2) baja de
las perspectivas de recuperación y 3) aumento del riesgo y la deuda.
Blanchard y
Leigh del FMI, reconocen en Growth Forecast Errors and Fiscal Multipliers [4],
que la institución subestimó los impactos de la austeridad fiscal sobre el
crecimiento económico y el empleo. Durante décadas se estimó que el tamaño del
multiplicador fiscal era entre 0.40 y 0.50. Si se reducía el gasto público en 1
euro, se reducía el PIB en 0.50 céntimos de euro. Ahora encuentran que su
magnitud oscila entre 1.50 y 1.90. Es decir, que por cada euro no gastado, el
PIB se contrae entre un euro y medio, y dos euros.
Se ha
demostrado además que en periodos de caídas severas de la actividad económica,
el multiplicador opera a la inversa y es mayor aún. Por cada euro ahorrado en
el presupuesto público, el PIB se contrae tres euros porque cobran menos euros
en nuevos impuestos, lo que contrae el PIB. Cualquier keynesiano hubiera predicho
esto.
La
interrogante es porqué el FMI hace público algo tan subversivo ahora. Una
hipótesis es que mientras fuera América Latina, no interesaba. Parece que ellos
olvidaron la “década perdida” de los ochenta. No se perdió; se la llevaron. Lo
que interesaba acá era abrir los mercados de capitales. Otra es que Francia no
quiere que se profundice la crisis europea. Europa es una cosa, América Latina
es otra.
Empero, la
transformación discursiva del FMI no cambia aún las políticas para lo que
necesitará vistos buenos de los miembros poderosos, que son paradójicamente, lo
más afectados por éstas. En la actualización sobre las perspectivas de la
economía mundial publicada en enero de 2013, Europa toda crecerá más o menos 0
y Estados Unidos, 1% menos que antes.
Fuente:
Alai-Amlatina
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