26 de febrero 2013
Vicente
Clavero
Por si
alguien albergaba todavía alguna duda, el Gobierno confirmó el viernes cuáles
eran sus verdaderas intenciones cuando hace un año impuso por decreto la
reforma laboral. Los incentivos a la contratación aprobados en el último
Consejo de Ministros cierran el círculo que se abrió entonces y que supone una
auténtica estafa para los trabajadores.
Vayamos por
partes. La reforma laboral de febrero de 2012 puso las cosas muy fáciles a
aquellos empresarios que quisieran aligerar sus plantillas sin incurrir en
demasiados costes. Al suprimirse la acostumbrada obligación de llegar a
acuerdos previos con los representantes sindicales, la ejecución de los
despidos colectivos se volvió de repente más rápida y más barata.
Los empresarios
de toda laya y condición, como era de suponer, no han desaprovechado la ocasión
que les brindó el Gobierno. Según los últimos datos oficiales, al calor de la
reforma laboral promovida por Mariano Rajoy, el número de ERE ha crecido nada
menos que un 70% y los de extinción, en concreto, un 30%, que tampoco es moco
de pavo.
Como
consecuencia de ello, el pasado ejercicio se destruyeron en España más de
800.000 puestos de trabajo, lo mismo que en 2010 y 2011 juntos. Gracias a la
reforma, en 2012 desaparecieron unos 60.000 empleos por cada décima que bajó el
PIB, casi el doble que en 2009, que para el mercado laboral fue el peor año de
la crisis económica.
Pues bien,
si hasta ahora los empresarios han disfrutado de todo tipo de facilidades a la
hora de deshacerse de trabajadores indeseados, en el futuro podrán recomponer
sus plantillas a un precio realmente bajo. Basta con que se dediquen a
contratar a jóvenes, que siempre cobran menos y por los que, además, van
ahorrarse buena parte de las cotizaciones sociales.
Ese efecto
de sustitución era lo que realmente buscaba el Gobierno, como puede deducirse
de la simple concatenación de los hechos. Primero puso en manos de los
empresarios una implacable máquina de podar y luego ha subvencionado las
herramientas necesarias para que planten lo que quieran.
Que el
consecuente abaratamiento de los costes laborales se convierta en un factor de
competitividad es muy posible, según refleja la favorable marcha de las
exportaciones. Pero, a cambio, el Gobierno ha condenado a las tinieblas del
paro a decenas de miles de asalariados veteranos y se ha cargado
irresponsablemente la demanda interna.
El resultado
de esta política es que cada vez trabajan menos personas en España y los que
trabajan cobran cada vez menos, y eso, en el mejor de los casos, es pan para
hoy y hambre para mañana.
Fuente: www.publico.es
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