En Medina de Rioseco (Valladolid)
desaparecieron 200 de los 4.000 habitantes en 1936. El Obispo de Palencia,
canonizado en el año 2001, se congratulaba de la buena labor del misionero
'Fray Palo' en una población que antes tenía “muchos rojos”. José Alfonso
perdió 14 familiares.
ALEJANDRO
TORRÚS Madrid 24/02/2013 08:51 Actualizado: 24/02/2013 08:51
Telegrama del alcalde de Medina de Rioseco al
Gobernador Civil en diciembre de 1936
En Medina de
Rioseco (Valladolid) no hubo guerra. Ni juicios sumarísimos. Ni paseados.
Cuando se produjo el golpe de Estado de 1936, el municipio, como la provincia
vallisoletana, cayó en manos del autodenominado bando nacional. Sin embargo,
alrededor de 200 personas desaparecieron en una población que apenas alcanzaba
los 4.000 habitantes. El 5% de los habitantes. Se calcula que alrededor
de 270 niños quedaron huérfanos y más de 100 mujeres, viudas.
La situación
fue descrita por el alcalde falangista de la ciudad como “urgente” en un
telegrama enviado al Gobernador Civil el 26 de diciembre de 1936. “Las
necesidades benéficas urgentes esta Ciudad son motivadas por mujeres e hijos de
individuos presuntos muertos a causa sucesos actuales (sic)”, rezaba el
telegrama. La situación, urgente para el alcalde, no lo era tanto para el obispo
de Palencia, Manuel González García.
"Qué
buen misionero es Fray Palo", escribía el Obispo de Palencia al Cardenal
Gomá“Ayer tuve el gran consuelo de distribuir en Medina de Rioseco (antes muy
frío y con muchos rojos) 2.500 comuniones y más de 1.000 confirmaciones, el
pueblo consta de 4.000 almas. ¡Qué buen misionero es Fray Palo!”, se
vanagloriaba el Obispo González García en una carta enviada al Cardenal de
Toledo y primado de España, Isidro Gomá.
El Obispo
González falleció en 1940. No obstante, fue beatificado por el papa Juan Pablo II
en 2001, quien destacó en la ceremonia que González había sido en vida
“un modelo de fe eucarística cuyo ejemplo sigue hablando a la Iglesia de
hoy”. La decisión del papa sentó como un jarro de agua fría en parte de la
población vallisoletana que no daba crédito a la actitud de la Iglesia.
“Es difícil
de creer que la Iglesia decida canonizar ya en el nuevo milenio a una persona
que ha tenido tal grado de compromiso con la sublevación y que ha llegado al
extremo de escribir una frase como esa. De alguna manera, la decisión de
Juan Pablo II refrendó todo lo que este hombre dijo y el levantamiento nacional”,
asevera, en declaraciones a Público, Julio del Olmo, Presidente de la
Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Valladolid.
Catorce familiares desaparecidos
El drama que
vivió Medina de Rioseco se personifica en el caso de José Alfonso, un hombre de
76 años que ni siquiera había nacido el 18 de julio de 1936. José Alfonso nació
el 13 de enero de 1937. Para entonces, su padre, guardia municipal, había
desaparecido cuando se encontraba convaleciente en el hospital de tres disparos
recibidos por parte de un miembro de Falange. Nadie vio nada durante años. Nadie
lo volvió a ver. Con el paso de los años, salieron los testimonios. A su
padre se lo había llevado un grupo de falangistas entre los que se encontraba
el autor de los tres disparos.
"Llegué
a pensar que mi familia tenía que haber hecho algo malo"La desaparición de
su padre no fue la única de la familia. También desaparecieron sin dejar rastro
su abuela, tres hermanos y una hermana de su padre, el novio de la hermana,
cinco primos, una prima y un tío segundo. Catorce desaparecidos en total.
No lo hicieron a la vez. Fueron desapareciendo paulatinamente. A unos los buscaban
en su casa, los metían en una furgoneta y nunca más aparecían. A otros los
citaban en el Ayuntamiento y jamás regresaban. Nunca se encontraron sus
cuerpos.
José recita
los nombres de sus familiares. No los conoció, pero recuerda el nombre y las circunstancias
de cada uno de ellos. “José, Vicenta, Joaquina, Presbiterio, Manuel, María,
Mariano, Gabriel, Emeterio padre, Emeterio hijo, Custodio, José, Manuel y
Félix”, recuerda para Público José, que no conoció la figura de su padre
hasta la adolescencia. Antes, pensó que su padre era militar porque lo único
que conocía de él era una foto durante el servicio militar obligatorio.
“La
desgracia se cebo en la familia de mi padre con saña. Llegué a pensar que
tenían que haber hecho algo malo para que recayera sobre ellos ellos tanto
castigo. Con el tiempo se da uno cuenta que no es así, sino que estaba inscrito
en el pensamiento de estos genocidas. Tenían una lista negra y la familia de mi
padre estaba en ella por estar vinculada a PSOE y UGT”, resume José, que
recuerda como siendo aun niño era señalado en el pueblo como rojo siendo el
centro de miradas, críticas e insultos..
La razón perdida
Su madre
nunca quiso hablar del tema. Lo poco que contó lo hizo a regañadientes, cuenta
José. Ella, complemente sola, tuvo que hacer frente a la alimentación de José y
su hermana, Libertad, cinco años mayor que él. Sirvió en dos “casas de
señoritos”, trabajaba en el campo y hacía la colada para varios vecinos. Los
bienes de sus familiares también le fueron usurpados por los vencedores de la
guerra. Su madre, Vicenta, no tenía derecho a nada como mujer de rojo.
Ni siquiera a criar a sus hijos.
"Sus
últimos días mi madre se preguntaba en voz alta que qué habría sido de mi
padre"Cuando José cumplió los cuatro años, Vicenta fue obligada por parte
de las clases altas del pueblo a ceder la custodia de sus hijos a Auxilio
Social. “Los que habían matado a toda mi familia querían educarnos a nosotros
para que no fuéramos rojos como nuestros padres”, señala José. Su madre, la señora
Vicenta, no pudo superar este paso. La distancia con los hijos, el recuerdo de
su marido, las interminables jornadas de trabajo acabaron con su salud mental e
ingresó en un manicomio.
Hoy, Vicenta
descansa en el cementerio con una tumba a su lado con el nombre de su marido.
“Así lo ordenó ella. Sus últimos días mi madre se preguntaba en voz alta que
qué habría sido de mi padre y se respondía a sí misma que estaría en cualquier
cuneta. Nos decía que si algún aparecía el cuerpo de mi padre lo enterráramos a
su lado. En la Ciudad de Medina de Rioseco hay una tumba esperando tal
acontecimiento”, cuenta José.
La tragedia como norma
La tragedia
de la familia Alfonso, primer apellido de José, fue compartida por otras en
Medina de Rioseco y en el resto de España. Cuenta Julio del Olmo, presidente de
la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Valladolid, que
era habitual que desaparecieron más de un miembro de cada familia, así como la
preocupación del Régimen por hacerse cargo de los hijos de los represaliados. “Para
las viudas no había nada. Para los hijos intentaban meterlos en la senda
católica y darles un mínimo de futuro. Aun eran salvables. Es este espíritu
católico”, señala.
"La
Guerra se produjo porque los dueños de España no podían consentir que les
quitaran el poder"
En Medina de
Rioseco se cuentan otros casos similares como el de José María, un niño de
apenas tres años, que en 1936 perdió a su madre, su tío y a su abuelo.
Su padre desapareció en 1937. “Otra mujer vio como el mismo día un camión se
lleva de su casa a su padre y a su madre cuando ella tenía siete años”, apunta
Julio.
José Alfonso
rehizo su vida y, al contrario de lo que siempre pensó, no cayó “en la
delincuencia”. Ahora, con 76 años, sentado frente a su ordenador, mientras
escribe sus memorias, espera encontrar a través de internet compañeros de los
diferentes orfanatos y centros de Auxilio que visitó. Sin embargo, y a pesar de
las veces que lo ha meditado hay una cosa que José sigue preguntándose sin
parar: “¿Por qué?”
“Muchas
veces a lo largo de mi vida escuché decir que los rojos habían matado tanto
como los nacionales, pero en mi pueblo, que se sepa, solo fue asesinado un
guardia civil en la fallida revolución de 1934. Durante la guerra sólo
desaparecieron los que ellos llamaban rojos pero que no eran más que gente que
no pensaba como ellos y que habían ganado las elecciones. Sólo puedo
concluir que la Guerra se produjo porque los dueños de España no podían
consentir que les quitaran el poder democráticamente. Y hasta los días de hoy
estamos sufriendo las consecuencias de los actos de los que se creen los
dueños de España”, sentencia José Alfonso.
Coral de la Casa del Pueblo de
Medina de Cantalejo. Gran parte de los integrantes desaparecieron durante la
Guerra Civil.
Fuente: www.Publico.es
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