"La
Oficina de la Dirección Espiritual de España era una suerte de 'Ministerio de
la Verdad' de Orwell"
Martes, 2 de diciembre de 2014
Me llamo Antonio
Esquivias, tengo 60 años y me dedico a la formación de docentes en Educación
Emocional. Sin embargo, durante 30 años he sido numerario del
Opus Dei. Una vida muy distinta a la que llevo ahora, casado con mi
mujer Amina, musulmana y con tres hijos de su anterior relación y la más
pequeña, que es hija de los dos. La verdad es que nunca imaginé que podría
tener una vida tan distinta a la que llevaba en el Opus, al que me uní con 16 años,
porque estando dentro te acabas identificando con una vida en la que
todo está reglamentado, previsto y controlado. De hecho, ni siquiera
pensé que podría tener, simplemente, una vida fuera del Opus Dei...
Mis días en el Opus Dei se caracterizaban por la monotonía,
por repetir una y otra vez la misma rutina, donde dominaba el rezo, los
sacrificios y el estudio. Me levantaba bien tempranito, poco después de las
seis y media, con el "minuto heroico", es decir, ponerme en pie en el
mismo momento en el que suena el despertador, sin remolonear. Inmediatamente
después tenía que hacer el primer ofrecimiento a Dios del día: besar el suelo y
decir serviam, que significa "serviré", tanto al
Opus como a Dios. Acto seguido, una ducha de agua fría como ofrecimiento al
fundador de la Obra, una de las cosas que más me costaban porque soy
muy friolero.
Tras vestirme, y sin desayunar, iba al centro de la Obra a las
siete y media, justo a tiempo para la media hora de oración para los
numerarios. A las ocho, la misa y, ahora sí, el desayuno. De nueve a una y
media lo dedicaba a estudiar con una única interrupción para la oración del
ángelus a las doce. Después, quince minutos de lectura espiritual, comida y
oración de la tarde.
Las tardes las pasaba en la Escuela de Ingenieros Agrónomos,
hasta las nueve y media de la noche, cuando cenaba y hacía el examen de
conciencia del día y, tras rezar tres Ave Marías de la pureza con
los brazos en cruz, me iba a dormir.
LOS PEQUEÑOS Y GRANDES
"SACRIFICIOS"
Además de la ducha de agua fría, había multitud de mortificaciones con
la intención de controlar las necesidades básicas. El cuerpo y sus
sensaciones, su sensualidad y capacidad de disfrute del placer, ha sido
el gran enemigo para veinte siglos de cristianismo y sigue siéndolo para el
Opus. El objetivo no es otro que una desensibilización de las
necesidades básicas.
Cada numerario ha de tener una lista de unas diez
pequeñas mortificaciones que realizar a diario. Se trata de pequeños
placeres a los que tienes que renunciar. Por ejemplo, quitar el azúcar
del café, retrasar el agua hasta el segundo plato en la comida o suprimirla
totalmente. También podía ser no apoyar la espalda en el respaldo de
la silla mientras se trabaja o se estudia. Había que ingeniárselas para
buscarlas y tenía que costar hacerlas, porque al final te acostumbrabas a todo
y acabas no percibiendo siquiera si el café tiene o no tiene azúcar.
Luego están, además, las mortificaciones corporales.
Obligatoriamente había que hacer todos los días dos horas de cilicio, un
chisme hecho con alambre de púas que hay que ponerse en el muslo, y una vez a
la semana, las disciplinas: golpes con un látigo de cuerda en la espalda o el
trasero.
Además una vez a la semana los numerarios varones tienen que dormir en
el suelo, y las mujeres, todos los días sobre una tabla encima
de la cama.
CONTROL
SOBRE TODOS LOS ASPECTOS DE LA VIDA
El control en el Opus Dei es total en todos los aspectos de la vida, desde
lo más cotidiano a lo más íntimo o personal. Por ejemplo, todos los días hay
que rellenar una hoja marcando con una X las acciones que has hecho ese
día y cuánto tiempo les has dedicado.
Además, desde el primer
momento tuve que entregar todo mi dinero al secretario del centro en el que
estaba y solo podía sacar lo que necesitaba (siempre menos de lo que ingresaba,
¡claro!), demostrando después en qué me lo había gastado, aunque fuera en un
billete de autobús. El concepto "necesidad" está altamente regulado y
pasa por el control del secretario, pero esto, dentro de lo que cabe, era algo
que entendía, como una consecuencia de la pobreza que implica la entrega en el
Opus
En cuanto al control cultural, se regía por las "normas de
prudencia" en las lecturas, un eufemismo que en realidad
significa preguntar al director cada libro que se lee. Los libros están
clasificados en ficheros que se amplían y amplían cada vez más, con bastantes
personas trabajando en esto: es parte de la función de la Oficina de la
Dirección Espiritual de España, algo parecido al Ministerio de
la Verdad de 1984 de George Orwell. La escala de libros va del uno al
seis. 1 libros infantiles; 2 lo habitual que se permite leer a todo el mundo; 3
que el libro presenta alguna dificultad, por lo que necesita madurez y "buena
formación".
A partir del número 4 ya hay que consultar y no basta el permiso del director,
tiene que pasar por la Oficina Central de España. Sin un
motivo justificado no se da este permiso. Yo por ejemplo, tuve que pedir
permiso para leer un libro de Joseph Ratzinguer, más adelante Papa
Benedicto XVI, porque consideraban que se alejaba de la doctrina del
Opus.
EL CONTROL
ESPIRITUAL
Luego está el control espiritual. En el Opus es obligatoria
una conversación semanal de una media hora con el director del centro o con
quien éste decida. En esa conversación manifiestas desde el prisma de tu
conciencia todo lo que te pasa. Cómo vives, cómo te mortificas, cómo rezas, qué
piensas...
Este control de la conciencia se redondea con la confesión que debe ser siempre
con un sacerdote de la Obra, pero no cualquiera, debe ser el del centro al que
perteneces. Si a juicio del sacerdote aparecen "problemas", sobre
todo en cuanto a la sexualidad, debe "aconsejar" que
esos temas se comenten con el director.
A la sexualidad nunca se la llama como tal, sino que se utiliza el
término "pureza". La palabra ya lo dice todo, porque cualquier cosa
puede ser sensible de ser "impura", especialmente entre los
numerarios, que no se casan. Hay un punto que siempre salía: la "guarda de
la vista", que por decirlo sencillamente consiste en no mirar a las chicas
por la calle. Yo acabé acostumbrándome a mirarles los pies. En este terreno es
donde más pesa la desensibilización y la despersonalización, atajando la
sexualidad antes incluso de que aparezca. Por eso, mi primer acercamiento a la
sexualidad fue con 44 años, ya fuera del Opus, y mi primera masturbación
incluso años después porque yo la tenía especialmente demonizada
Con el tiempo y poco a poco, fui haciendo mayor mi protesta por las violaciones
de la libertad que me iba encontrando. Es difícil explicarlo ahora, pero cuando
yo me uní al Opus Dei era la época de Franco, y la Obra era de lo más moderno
que podías encontrar dentro de la Iglesia Católica. Y desde
luego, no te decían ni la mitad de lo que luego, poco a poco, ibas
encontrándote.
EL CASTIGO CONTRA
LA PROTESTA
Cuando empiezas a "protestar", lo haces solo, te
hacen creer que nadie más ve las cosas que tú ves. Poco a
poco, me fueron dejando de lado, y sufrí auténtico
mobbing, que terminó con tres años en la residencia de Tajamar, un
colegio del Opus en Vallecas, Madrid. Yo, que había sido director de
residencias universitarias, me vi sin perspectiva de futuro, me habían
ido retirando de toda posible actividad, y me dedicaba a chupar la
pared. Agarré una depresión tal que decidí dejar la Obra,
fuera como fuera
Por eso, ahora disfruto de lo más sencillo de una vida normal, desde ir a
buscar a mi hija pequeña a su colegio y preguntarle cómo le ha ido, hasta
escoger los croissants para el desayuno, pasando por explicar en mis clases la
importancia de un beso y del afecto
Cuando salí tuve que descubrir quién era yo, qué cosas me gustaban.
Acostumbrado, por ejemplo, a comer lo que fuera que me ponían en la mesa, no
sabía ni qué pedir en un restaurante, porque no sabía qué era lo que me
gustaba. Hasta ese punto de despersonalización te lleva el Opus Dei.
Sin embargo, mi lucha aún no ha terminado y a día de hoy
sigo combatiendo para que el Opus Dei me reconozca todos los años que pasé en
la organización y poder tener así algo de jubilación. Un motivo que me
ha impulsado a escribir un libro, y sacar a la luz esta realidad oculta, que
todos los que han vivido en el Opus conocen y que ha influido mucho más de lo
que se sospecha en la historia en este país ya que, quitando los gobiernos
socialistas, desde 1958 siempre ha habido miembros del Opus Dei en el gobierno,
también actualmente.
Fuente: www.canarias-semanal.org
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