jueves, 4 de diciembre de 2014

MIS 30 AÑOS DE SUPERNUMERARIO EN EL OPUS DEI



"La Oficina de la Dirección Espiritual de España era una suerte de 'Ministerio de la Verdad' de Orwell"
Martes, 2 de diciembre de 2014
Me llamo Antonio Esquivias, tengo 60 años y me dedico a la formación de docentes en Educación Emocional. Sin embargo, durante 30 años he sido numerario del Opus Dei. Una vida muy distinta a la que llevo ahora, casado con mi mujer Amina, musulmana y con tres hijos de su anterior relación y la más pequeña, que es hija de los dos. La verdad es que nunca imaginé que podría tener una vida tan distinta a la que llevaba en el Opus, al que me uní con 16 años, porque estando dentro te acabas identificando con una vida en la que todo está reglamentado, previsto y controlado. De hecho, ni siquiera pensé que podría tener, simplemente, una vida fuera del Opus Dei...
         Mis días en el Opus Dei se caracterizaban por la monotonía, por repetir una y otra vez la misma rutina, donde dominaba el rezo, los sacrificios y el estudio. Me levantaba bien tempranito, poco después de las seis y media, con el "minuto heroico", es decir, ponerme en pie en el mismo momento en el que suena el despertador, sin remolonear. Inmediatamente después tenía que hacer el primer ofrecimiento a Dios del día: besar el suelo y decir serviam, que significa "serviré", tanto al Opus como a Dios. Acto seguido, una ducha de agua fría como ofrecimiento al fundador de la Obra, una de las cosas que más me costaban porque soy muy friolero.
     Tras vestirme, y sin desayunar, iba al centro de la Obra a las siete y media, justo a tiempo para la media hora de oración para los numerarios. A las ocho, la misa y, ahora sí, el desayuno. De nueve a una y media lo dedicaba a estudiar con una única interrupción para la oración del ángelus a las doce. Después, quince minutos de lectura espiritual, comida y oración de la tarde.
    Las tardes las pasaba en la Escuela de Ingenieros Agrónomos, hasta las nueve y media de la noche, cuando cenaba y hacía el examen de conciencia del día y, tras rezar tres Ave Marías de la pureza con los brazos en cruz, me iba a dormir.
       LOS PEQUEÑOS Y GRANDES "SACRIFICIOS"
       Además de la ducha de agua fría, había multitud de mortificaciones con la intención de controlar las necesidades básicas. El cuerpo y sus sensaciones, su sensualidad y capacidad de disfrute del placer, ha sido el gran enemigo para veinte siglos de cristianismo y sigue siéndolo para el Opus. El objetivo no es otro que una desensibilización de las necesidades básicas. 
       Cada numerario ha de tener una lista de unas diez pequeñas mortificaciones que realizar a diario. Se trata de pequeños placeres a los que tienes que renunciar. Por ejemplo, quitar el azúcar del café, retrasar el agua hasta el segundo plato en la comida o suprimirla totalmente. También podía ser no apoyar la espalda en el respaldo de la silla mientras se trabaja o se estudia. Había que ingeniárselas para buscarlas y tenía que costar hacerlas, porque al final te acostumbrabas a todo y acabas no percibiendo siquiera si el café tiene o no tiene azúcar.
        Luego están, además, las mortificaciones corporales. Obligatoriamente había que hacer todos los días dos horas de cilicio, un chisme hecho con alambre de púas que hay que ponerse en el muslo, y una vez a la semana, las disciplinas: golpes con un látigo de cuerda en la espalda o el trasero.
     Además una vez a la semana los numerarios varones tienen que dormir en el suelo, y las mujeres, todos los días sobre una tabla encima de la cama.
      CONTROL SOBRE TODOS LOS ASPECTOS DE LA VIDA
      El control en el Opus Dei es total en todos los aspectos de la vida, desde lo más cotidiano a lo más íntimo o personal. Por ejemplo, todos los días hay que rellenar una hoja marcando con una X las acciones que has hecho ese día y cuánto tiempo les has dedicado.
    Además, desde el primer momento tuve que entregar todo mi dinero al secretario del centro en el que estaba y solo podía sacar lo que necesitaba (siempre menos de lo que ingresaba, ¡claro!), demostrando después en qué me lo había gastado, aunque fuera en un billete de autobús. El concepto "necesidad" está altamente regulado y pasa por el control del secretario, pero esto, dentro de lo que cabe, era algo que entendía, como una consecuencia de la pobreza que implica la entrega en el Opus 
          En cuanto al control cultural, se regía por las "normas de prudencia" en las lecturas, un eufemismo que en realidad significa preguntar al director cada libro que se lee. Los libros están clasificados en ficheros que se amplían y amplían cada vez más, con bastantes personas trabajando en esto: es parte de la función de la Oficina de la Dirección Espiritual de España, algo parecido al Ministerio de la Verdad de 1984 de George Orwell. La escala de libros va del uno al seis. 1 libros infantiles; 2 lo habitual que se permite leer a todo el mundo; 3 que el libro presenta alguna dificultad, por lo que necesita madurez y "buena formación". A partir del número 4 ya hay que consultar y no basta el permiso del director, tiene que pasar por la Oficina Central de España. Sin un motivo justificado no se da este permiso. Yo por ejemplo, tuve que pedir permiso para leer un libro de Joseph Ratzinguer, más adelante Papa Benedicto XVI, porque consideraban que se alejaba de la doctrina del Opus.
      EL CONTROL ESPIRITUAL 
         Luego está el control espiritual. En el Opus es obligatoria una conversación semanal de una media hora con el director del centro o con quien éste decida. En esa conversación manifiestas desde el prisma de tu conciencia todo lo que te pasa. Cómo vives, cómo te mortificas, cómo rezas, qué piensas...
           Este control de la conciencia se redondea con la confesión que debe ser siempre con un sacerdote de la Obra, pero no cualquiera, debe ser el del centro al que perteneces. Si a juicio del sacerdote aparecen "problemas", sobre todo en cuanto a la sexualidad, debe "aconsejar" que esos temas se comenten con el director.
        A la sexualidad nunca se la llama como tal, sino que se utiliza el término "pureza". La palabra ya lo dice todo, porque cualquier cosa puede ser sensible de ser "impura", especialmente entre los numerarios, que no se casan. Hay un punto que siempre salía: la "guarda de la vista", que por decirlo sencillamente consiste en no mirar a las chicas por la calle. Yo acabé acostumbrándome a mirarles los pies. En este terreno es donde más pesa la desensibilización y la despersonalización, atajando la sexualidad antes incluso de que aparezca. Por eso, mi primer acercamiento a la sexualidad fue con 44 años, ya fuera del Opus, y mi primera masturbación incluso años después porque yo la tenía especialmente demonizada 
          Con el tiempo y poco a poco, fui haciendo mayor mi protesta por las violaciones de la libertad que me iba encontrando. Es difícil explicarlo ahora, pero cuando yo me uní al Opus Dei era la época de Franco, y la Obra era de lo más moderno que podías encontrar dentro de la Iglesia Católica. Y desde luego, no te decían ni la mitad de lo que luego, poco a poco, ibas encontrándote.
       EL CASTIGO CONTRA LA PROTESTA
         Cuando empiezas a "protestar", lo haces solo, te hacen creer que nadie más ve las cosas que tú ves. Poco a poco, me fueron dejando de lado, y sufrí auténtico mobbing, que terminó con tres años en la residencia de Tajamar, un colegio del Opus en Vallecas, Madrid. Yo, que había sido director de residencias universitarias, me vi sin perspectiva de futuro, me habían ido retirando de toda posible actividad, y me dedicaba a chupar la pared. Agarré una depresión tal que decidí dejar la Obra, fuera como fuera
       Por eso, ahora disfruto de lo más sencillo de una vida normal, desde ir a buscar a mi hija pequeña a su colegio y preguntarle cómo le ha ido, hasta escoger los croissants para el desayuno, pasando por explicar en mis clases la importancia de un beso y del afecto 
        Cuando salí tuve que descubrir quién era yo, qué cosas me gustaban. Acostumbrado, por ejemplo, a comer lo que fuera que me ponían en la mesa, no sabía ni qué pedir en un restaurante, porque no sabía qué era lo que me gustaba. Hasta ese punto de despersonalización te lleva el Opus Dei.
         Sin embargo, mi lucha aún no ha terminado y a día de hoy sigo combatiendo para que el Opus Dei me reconozca todos los años que pasé en la organización y poder tener así algo de jubilación. Un motivo que me ha impulsado a escribir un libro, y sacar a la luz esta realidad oculta, que todos los que han vivido en el Opus conocen y que ha influido mucho más de lo que se sospecha en la historia en este país ya que, quitando los gobiernos socialistas, desde 1958 siempre ha habido miembros del Opus Dei en el gobierno, también actualmente.





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