03 de
diciembre de 2014
El viernes se propuso mi expulsión de las Fuerzas
Armadas después de más
de doce años de servicio, y ello se debe al libro UN PASO AL FRENTE. Ahora, más
que nunca, soy consciente de mi inmensa derrota, que ya podría ser pírrica como
esas victorias que siéndolo no lo parecen, pero no es el caso.
Hoy puedo decir que las Fuerzas Armadas son un sitio
mejor, más disciplinado y más seguro, porque ya no tendrán que soportar que un
chiflado como yo diga o escriba lo que piensa, ni tampoco que lo haga en
público. Hoy los soldados desfilarán mejor, más recios y orgullosos, y los
mandos mandarán más y lo harán con más facilidad, porque hoy ya no habrá un
militar indisciplinado que “envenene” la mente de los soldados, ni tenga la
extraña ocurrencia de hablar de lo que sucede o lo que piensa o siente.
Hoy, ahora mismo, ya tengo permiso concedido para llorar
por perder mi trabajo, por perder lo que amaba; porque ahora ya no soy lo que
quería ser, soy lo que me dejan ser. Y los perdedores y los civiles —que eso es
lo que casi soy—, podemos llorar. Así que, gracias al permiso, lloro en la
soledad de mi habitación, en la oscuridad de este encierro que no sé cuánto más durará.
Y ya que soy un llorón y un mal militar o ambas cosas a
la vez, lloro de felicidad, de esa inmensa felicidad de saber que he hecho
(quizá por primera vez en mi vida) lo que tenía que hacer y que no hace falta
que me liberen de la mordaza porque esa locura que se llama Libertad de
Expresión ya me la han arrebatado.
Lloro por mi familia que tanto ha sufrido estos meses y
que por fin va a dormir tranquila sin pensar si me encierran o no, si lo hacen
por sorpresa o no, si me humillan o no, si me difaman o no, si es todo injusto
o más injusto…
Lloro porque nunca pensé que tantas y tantas personas de
ámbitos y lugares tan diferentes me iban a ayudar, a animar, a empujar, a
sostener… Sois muchos los que en lugares tan dispares, profesiones tan
diversas, circunstancias o destinos tan variados me habéis susurrado palabras
de ánimo (a veces a escondidas de vuestros jefes en el caso de los militares),
os habéis volcado en ayudarme como nunca más nadie lo había hecho y como,
quizás, yo no hubiera hecho por vosotros. Lo habéis hecho de forma
desinteresada, de forma tozuda y de forma valiente.
Habéis hecho historia, al distinguiros de los
impertérritos y separaros de los cómplices. Lo sé, es una triste historia, es
la historia de una derrota, pero es nuestra historia, nuestra bonita historia,
y en mi corazón sabéis que seréis esos grandes héroes que yo pensaba que sólo
existían en las novelas y vosotros habéis conseguido que tengan nombre y
apellidos.
Muchos de vosotros (más de 30,000), habéis comprado UN
PASO AL FRENTE porque es la única forma en la que podéis protestar sin ser
reprimidos o perseguidos en vuestro trabajo.
Sois tantos que no puedo nombraros a todos, pero lo
sabéis, sabéis que os lo agradezco (aunque encerrado en este agujero ni
siquiera sepa si lo podéis leer), sabéis que cada lágrima que esta noche
derramo es un inmenso ¡GRACIAS! a vosotros, y lo es porque no lloro por este
fin que preveía (o no tanto por ello, mejor dicho), lloro porque gracias a
vosotros he descubierto que la humanidad no está tan perdida como pensaba, que
hay esperanza, que podemos cambiar…
Puede que sea más fácil militarizar a la población que civilizar
a los militares (¿?), pero yo no voy a dejar de intentarlo, al menos, mientras
me quedes TÚ… Aunque ya no pueda ir camuflado, o precisamente por ello.
GRACIAS POR LA ESPERANZA CON LA QUE
HABÉIS ILUMINADO MI ENCIERRO, TANTO QUE ESTA NOCHE DE LLUVIA Y LLANTO, YA DE
MADRUGADA, MIRO ENTRE LAS ALAMBRADAS, SIENTO QUE NO ESTOY SOLO Y CREO, TAL VEZ
EN UNA ALUCINACIÓN, QUE LOS VENCEDORES CADA DÍA SON MENOS, Y LOS DISPUESTOS A
DAR UN PASO AL FRENTE, MÁS.
Fuente: www.publico.es
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