Manuel de la Rocha (PSOE), Alberto Garzón
(IU) y Nacho Álvarez (Podemos), economistas todos, ofrecen sus propuestas
frente a los problemas de financiarización de la economía y de reestructuración
de la deuda del Estado, en este primer bloque de la serie que irá presentando
las recetas de estas tres formaciones para superar la crisis
BRUNO
ESTRADA Madrid 02/12/2014 00:01 Actualizado: 02/12/2014 10:03
Manuel de
la Rocha (izq), Alberto Garzón (centro y Nacho Álvarez (der)
Tres
economistas de reconocido prestigio en la izquierda, Manuel de la Rocha
secretario de Economía de la C. Ejecutiva del PSOE, Alberto Garzón, diputado en
el Congreso por Izquierda Unida, e Ignacio Álvarez, miembro del Consejo
Ciudadano de Podemos contestan a las preguntas de Bruno Estrada, Director de
Estudios de Fundación 1º de mayo en relación con las causas de la crisis
financiera y con las erróneas políticas que se han aplicado en la UE y España
para afrontarla.
Dado lo
extenso de las entrevistas se han separado las respuestas en cuatro bloques: el
primero sobre financiarización de la economía y reestructuración de la deuda
pública; un segundo bloque sobre estabilidad presupuestaria, reforma fiscal y
la defensa del estado del bienestar, incluida la reforma del art. 135 de la
Constitución Española; en el tercer bloque se han planteado temas relacionados
con las últimas reformas laborales, así como propuestas que permitan empoderar
a los trabajadores; y en el último, cuestiones relativas a la banca pública y
la necesidad de una política industrial activa.
En este
primer bloque se analizan las causas de la crisis financiera y las medidas que
debiera tomar un próximo gobierno progresista en relación con la regulación de
los flujos de capitales cortoplacistas, tal como recomienda en la actualidad el
propio Fondo Monetario Internacional. Así como la necesidad de afrontar una
reestructuración del endeudamiento público para poder desarrollar políticas
económicas eficaces que tengan como objetivo la creación de empleo y la
consolidación del Estado del bienestar.
En relación
con la financiarización de la actividad económica Manuel de la Rocha (PSOE)
advierte que "el crecimiento exponencial del sector financiero
internacional se ha llevado a cabo sin una coordinación efectiva de las
políticas económicas nacionales y supranacionales, sin una robusta arquitectura
financiera mundial y desde luego, sin una regulación internacional adecuada de
los nuevos productos financieros". Tal como reconoce Ignacio Álvarez
(Podemos) "uno de los principales problemas que ha presentado la economía
mundial en estas últimas décadas ha sido efectivamente la liberalización
generalizada de los flujos de capitales". Alberto Garzón (IU) considera
que "el poder de la élite financiera es inmenso, y hay que tenerlo muy en
cuenta: antes de plantarle batalla abiertamente necesitamos reducir su
poder".
"Sería conveniente permitir a los países recuperar
instrumentos para contrarrestar el efecto contagio entre economías"
En concreto
Manuel de la Rocha (PSOE) manifiesta que "sería conveniente permitir a los
países recuperar instrumentos como los controles temporales de capitales para
contrarrestar el efecto contagio entre economías", Alberto Garzón (IU)
aboga por "prohibir operaciones verdaderamente peligrosas, mal vistas por
la sociedad, y de volumen no muy cuantioso como las operaciones en corto contra
la deuda pública" e Ignacio Álvarez (Podemos) critica que "diseño
institucional (de la UE) impide la aplicación unilateral de los controles de
capitales, con notorias excepciones (...), pero no se debería renunciar a su
uso en caso de que se produzcan nuevos episodios de crisis de deuda
soberana".
Los tres
economistas dan su opinión sobre los avances que se han producido en la
regulación financiera internacional, pero también de las cuestiones pendientes que hay en relación
a la separación legal entre banca de inversión y banca comercial, las SICAV, el
control de capitales que la UE sometió a Chipre, o el que decidió Islandia, la
supresión de los paraísos fiscales, la regulación y control de los productos
derivados, de los fondos de alto riesgo y del sistema financiero en la sombra,
de los mercados extrabursatiles (OTC), de la fiscalidad del ahorro y de las
ganancias patrimoniales especulativas, de los sistemas de incentivos y salarios
de los ejecutivos, de las agencias de calificación.
En relación
a la reestructuración de la deuda, aunque los tres manifiestan su profunda
preocupación por el incremento del endeudamiento público se advierten
discrepancias más profundas. Así Manuel de la Rocha manifiesta que el PSOE
está la línea de apoyar los eurobonos y la mutualización de deuda dentro de un
gran acuerdo europeo pero es contrario a una reestructuración unilateral de
la deuda pública: "A nuestro juicio sería una solución nefasta, que
implicaría salidas masivas de capital, aumento exponencial de la prima de
riesgo y podría llevar incluso a una salida del Euro".
Mientras que
Alberto Garzón (IU) exige "una auditoría ciudadana de la deuda", a la
vez que propone "mecanismos para reducir la deuda pública (...) mediante
su monetización (es decir, que el Estado se financie directamente del BCE, como
lo hace la banca privada), reestructurarla o hacer directamente quitas".
"Lo ideal es que la reestructuración de la deuda en la zona
euro tome una forma supranacional y cooperativa"
En un
sentido parecido se expresa Ignacio Álvarez (Podemos): "Lo ideal
lógicamente es que esta reestructuración de la deuda en la zona euro tome una
forma supranacional y cooperativa. (...) No obstante ninguna de estas
propuestas parece haber sido realmente considerada por la Comisión Europea o
los principales gobiernos de la zona euro, lo que obliga a pensar en la
necesidad de que sean los países periféricos los que inicien, de forma
coordinada o de manera unilateral, procesos de reestructuración de la deuda
para posibilitar la salida de la crisis."
Bruno Estrada
López, Fundación 1º de mayo: La creciente desregulación de los mercados
financieros vivida en los países occidentales desde los años ochenta dio lugar
a lo que se conoce como financiarización de la economía, cuyos efectos han
sido: 1) un fuerte crecimiento de la desigualdad por un crecimiento mayor de
las rentas del capital y 2) la creación de una enorme burbuja
financiero-inmobiliaria, cuyo estallido dio lugar a la actual crisis. Los
últimos informes del FMI han reconocido los riesgos que entraña para numerosas
economías la creciente volatilidad de los flujos de capitales cortoplacistas y
ha abogado por una mayor control de los flujos de capitales extranjeros,
incluso llegando a ofrecer su asesoramiento a varios países latinoamericanos
para controlar dichos flujos, ¿qué medidas debería tomar un próximo gobierno
progresista en España en este sentido?
Manuel de
la Rocha (PSOE): La
financiarización de la economía es en efecto un fenómeno que ha surgido en los
últimos 40 años, al albor de la globalización económica, las tecnologías de la
información y la comunicación y sobre todo las liberalizaciones y
desregulaciones promovidas por la ideología neoliberal. El resultado ha sido
más inestabilidad económica y mayor frecuencia de crisis financieras, al tiempo
que se ha incrementando de una manera muy pronunciada la desigualdad del
ingreso y el endeudamiento de las familias y empresas. El crecimiento
exponencial del sector financiero internacional se ha llevado a cabo sin una
coordinación efectiva de las políticas económicas nacionales y supranacionales,
sin una robusta arquitectura financiera mundial y desde luego, sin una
regulación internacional adecuada de los nuevos productos financieros.
"La financiarización de la economía ha provocado inestabilidad
económica"
En los
últimos años se han producido algunos avances notables en este sentido,
liderados por el impulso inicial del G20, como la creación del Consejo de
Estabilidad Financiera, la aprobación del acuerdo de Basilea III sobre ratios
prudenciales de capital, o el reforzamiento del FMI en su labor de prevención y
monitoreo (surveillance). También a nivel de la UE se ha establecido una
Unión Bancaria que busca reforzar y armonizar de forma más contundente la
regulación, supervisión y liquidación de entidades bancarias. También se han
aprobado directivas de requisitos de capital para bancos.
Sin embargo,
aún reconociendo los avances, pensamos que muchísimo más debe hacerse a nivel
internacional y europeo en aspectos como: la separación legal entre banca de
inversión y banca comercial; supresión definitiva de los paraísos fiscales,
verdaderos agujeros negros del sistema financiero internacional; la estricta
regulación y control de los productos derivados, de los fondos de alto riesgo y
del sistema financiero en la sombra; de los sistemas de incentivos y salarios
de los ejecutivos; los mercados OTC; o las agencias de calificación entre
otras. También sería conveniente permitir a los países recuperar instrumentos
como los controles temporales de capitales para contrarrestar el efecto
contagio entre economías.
Alberto
Garzón (IU): Aunque
sería lo ideal, prohibir la libre circulación de los capitales es una medida
muy drástica que generaría una sobrerreacción en los mercados financieros
(generación de un mercado ilegal paralelo al oficial y masiva respuesta crítica
de la élite económica y financiera). Islandia y Chipre pudieron hacerlo de
forma relativamente satisfactoria porque se trata de economías muy pequeñas
(entre las dos no llegan ni a un millón y medio de ciudadanos), por lo que el
impacto en el mercado internacional fue reducido. En una economía tan grande
como la española el efecto sería muy drástico y perjudicial. El poder de la
élite financiera es inmenso, y hay que tenerlo muy en cuenta: antes de
plantarle batalla abiertamente necesitamos reducir su poder. Tenemos que ser
más inteligentes.
"Necesitamos reducir el poder de las élites
financieras"
Un
movimiento mucho más eficaz, rápido y fácil que la prohibición de estos
movimientos es el de reducir los incentivos a que se materialicen; es decir,
establecer impuestos nuevos sobre las transferencias financieras y aumentar
otros ya existentes. De esta forma logramos reducir el poder de las élites
económicas y financieras, reducir el riesgo de desestabilización financiera y
aumentar la recaudación. En primer lugar, deberíamos establecer la conocida
"tasa Tobin" (impuesto a las transacciones financieras) tanto a nivel
nacional (ya lo han hecho varios países en determinados períodos, como Suecia o
Reino Unido) como -preferiblemente- a nivel europeo (se está trabajando en ello
en el Parlamento Europeo aunque no sólo a ritmos lentos -se prevé que entre en
vigor en 2016- sino con un alcance limitado, pues sólo se pretende gravar las
acciones y derivados de acciones -dejando de lado multitud de activos como las
divisas que conforman uno de los mercados que más dinero mueven en el globo-.
En segundo
lugar, se trata de reducir la cantidad de dinero que la élite utiliza en los
mercados financieros con impuestos sobre la riqueza, limitación de las SICAV y
de las entidades de tenencia de valores extranjeros, aumento del tipo de la
renta del ahorro, así como de las ganancias patrimoniales especulativas. Sólo
deberíamos prohibir operaciones verdaderamente peligrosas, mal vistas por la
sociedad, y de volumen no muy cuantioso como las operaciones en corto contra la
deuda pública.
Nacho Álvarez (Podemos): Uno de los principales problemas que ha presentado la economía mundial en estas últimas décadas ha sido efectivamente la liberalización generalizada de los flujos de capitales. Los supuestos efectos positivos que tradicionalmente se asocian a esta liberalización -la llegada de financiación externa para los países que lo precisan- no siempre se han producido. Sin embargo, lo que sí se ha producido son los efectos negativos asociados a esta libertad de flujos (y frente a los que ya habían advertido numerosos economistas): abruptas salidas de capitales de numerosas economías, recurrentes crisis cambiarias, acumulación de burbujas bursátiles, crediticias e inmobiliarias y, como consecuencia, fuertes crisis económicas.
Nacho Álvarez (Podemos): Uno de los principales problemas que ha presentado la economía mundial en estas últimas décadas ha sido efectivamente la liberalización generalizada de los flujos de capitales. Los supuestos efectos positivos que tradicionalmente se asocian a esta liberalización -la llegada de financiación externa para los países que lo precisan- no siempre se han producido. Sin embargo, lo que sí se ha producido son los efectos negativos asociados a esta libertad de flujos (y frente a los que ya habían advertido numerosos economistas): abruptas salidas de capitales de numerosas economías, recurrentes crisis cambiarias, acumulación de burbujas bursátiles, crediticias e inmobiliarias y, como consecuencia, fuertes crisis económicas.
Hemos
vivido, en definitiva, una inestabilidad financiera a lo largo de las últimas
décadas como no se había visto en ninguna otra época del capitalismo
("Efecto Tequila" en México en 1994, crisis del sudeste asiático en
1997, crisis financiera rusa en 1998, crisis financiera en Brasil en 1999,
crisis del Nasdaq en 2000, crisis financiera de Argentina y Turquía en 2001 y,
finalmente, crisis financiera de EEUU en 2008 y crisis del euro en 2010).
En el marco
de la zona euro, con el actual diseño de la Unión Económica y Monetaria, la
libertad en los flujos de capitales es total. Eso es en buena medida lo que ha
explicado el fuerte endeudamiento y la posterior crisis de las economías
periféricas: no ha existido ningún tipo de control a los flujos de capitales,
ni en sus movimientos ni en el uso que se le ha dado a éstos.
"No ha existido ningún tipo de control a los flujos
de capitales"
Precisamente
por ello también dicho diseño institucional impide la aplicación unilateral de
los controles de capitales -con notorias excepciones, como los controles
impuestos en Chipre durante más de un año-. Un gobierno progresista en el marco
de los países periféricos de la UE debería iniciar, desde mi punto de vista, un
proceso de negociación serio que alterase este diseño institucional, sin
renunciar a un uso unilateral de la medida en caso de que se produzcan nuevos
episodios de crisis de deuda soberana.
Además, y a
diferencia de lo que hicieron los gobiernos españoles durante el periodo previo
a la crisis, el Gobierno debería tomar medidas que canalizasen los flujos de
capitales entrantes hacia el desarrollo de un nuevo modelo productivo, y no a
consolidar un patrón de desarrollo ya fracasado centrado en servicios de
limitada calidad, de baja productividad y bajos salarios.
Bruno
Estrada López, Fundación 1º de mayo: Hay un debate abierto en la sociedad
española sobre la necesidad de reestructuración de la deuda pública para poder
desarrollar políticas económicas eficaces que tengan como objetivo la creación
de empleo y la defensa del Estado del bienestar, dado el creciente peso de los
gastos por los intereses de la deuda pública emitida en los presupuestos
públicos ¿Qué opinión tiene al respecto?
Manuel de
la Rocha (PSOE): Nos
preocupa mucho el incremento exponencial de la deuda pública en España en estos
años. Desde que gobierna el Partido Popular ha crecido en casi 30 puntos del
PIB, y también la deuda exterior neta, que lo ha hecho en unos 8 puntos. Ambas
están ya prácticamente en el 100%, lo que convierte a Rajoy en el campeón del
endeudamiento.
"Un nivel de endeudamiento público tan elevado será una
rémora para el crecimiento futuro"
Es evidente
que un nivel de endeudamiento público tan elevado será una rémora para el crecimiento
futuro y eso nos preocupa mucho. El PSOE no plantea, ni planteará nunca la
posibilidad de una restructuración unilateral de la deuda pública. A nuestro
juicio sería una solución nefasta, que implicaría salidas masivas de capital,
aumento exponencial de la prima de riesgo y podría llevar incluso a una salida
del Euro. Lo que si nos parece es que este debate debe llevarse al terreno
europeo, y buscar acuerdos en el marco de la UE, o al menos de la Zona Euro,
que avancen en instrumentos de responsabilidad compartida y garantías
solidarias para reducir los niveles de deuda pública.
En el pasado
el Parlamento Europeo y la Comisión Europea propusieron la posibilidad de la
creación de un Fondo de Amortización de Deuda, que permitiría refinanciar la
deuda pública de los estados miembros por encima del 60% del PIB a cambio de un
mayor control fiscal. Dicho fondo se financiaría con la emisión de eurobonos a
cargo de un Tesoro Europeo. Hay incluso otras propuestas más audaces como la
del economista Charles Wyplosz, llamada iniciativa PADRE, que en la práctica
implicaría que una parte de la deuda pública la asumiera el BCE. Nosotros
estamos en esta línea, apoyando los eurobonos y la mutualización de deuda
dentro de un gran acuerdo europeo.
Alberto
Garzón (IU): Es
directamente un robo para la ciudadanía que la mayoría de partidas del
presupuesto público del Estado hayan disminuido considerablemente a la vez que
la dedicada a la deuda pública se haya incrementado en más de un 30% desde
2011. Si se sigue priorizando el pago de la deuda al gasto social no habrá
ninguna posibilidad de recuperación económica en el país. Por un lado, es
necesario hacer una auditoría ciudadana de la deuda. Primero, por una cuestión
democrática, y es que la sociedad española tiene el derecho a conocer cómo se
ha generado la deuda. Segundo, porque existe legislación y jurisprudencia
internacional que recogen mecanismos para declarar en función de su origen
parte de la deuda como ilegítima, si el préstamo o las condiciones vinculadas a
la obtención del préstamo violan la soberanía y los derechos humanos.
Y para el
caso de España es claro, porque el aumento descomunal de la deuda pública desde
que comenzó la crisis proviene de dos mecanismos: de la socialización de la
deuda privada de bancos y de grandes empresas (como el rescate a las
autopistas) emprendido por los gobiernos de Zapatero y Rajoy y de los efectos
de la crisis económica (fundamentalmente por la disminución de los ingresos
públicos). A esto se ha sumado la especulación que las entidades bancarias han
hecho con los propios bonos del Estado con el beneplácito del BCE elevando
considerablemente los intereses.
"El deber de cualquier Gobierno es ponerse del lado de los
intereses de su población"
Por otro
lado, hay que buscar los mecanismos para reducir la deuda pública. Para ello,
se pueden emprender medidas como monetizar la deuda (es decir, que el Estado se
financie directamente del BCE, como lo hace la banca privada), restructurar la
deuda o hacer directamente quitas. La gran mayoría de los títulos de deuda
pública (por encima del 90%) están en manos de entidades financieras tanto
españolas como extranjeras. El deber de cualquier Gobierno es ponerse del lado
de los intereses de su población y no del lado de los acreedores financieros
privados, que además son los que han generado esta situación.
Si nos
remontamos a la historia reciente podemos ver que la gran mayoría de veces que
se da una crisis de deuda acaba ocurriendo un impago o restructuración de la
deuda, y ahí tenemos el ejemplo de Grecia. La cuestión es qué forma de impago
se negocia para no someterse a las exigencias de la parte acreedora que sólo
está interesada en sacar los mayores beneficios posibles. Es decir, de lo que
se trata es de construir una correlación de fuerzas favorable a los intereses
de la gran mayoría para negociar con los acreedores, y para ello es importante
construir alianzas con otros países del sur como Portugal, Grecia o Italia.
Nacho
Álvarez (Podemos): La
deuda pública constituye en este momento una enorme losa sobre las
posibilidades para desarrollar una política económica alternativa en España.
Por eso una reestructuración ordenada de esta deuda resultaría eficaz para
salir de la crisis: permitiría liberar recursos para desarrollar una estrategia
de expansión del Estado del Bienestar, de desmercantilización de los
servicios sociales y de creación de empleo.
La
reestructuración de la deuda pública es una cuestión de eficiencia económica:
en el marco del euro, la economía española difícilmente podrá retornar a una
senda de crecimiento estable y transformar su modelo productivo si no libera
para tales fines recursos que ahora son transferidos desde los Presupuestos
Generales del Estado a los tenedores de deuda (es decir, a las instituciones
bancarias y financieras, principalmente).
Hasta que
esta dinámica no se interrumpa la deuda pública seguirá aumentando o, en su
defecto, deberán generarse importantes superávit fiscales primarios
destinados a ir cancelándola.
Es decir,
que los esfuerzos fiscales que se hagan para incrementar los ingresos públicos
no se podrán destinar a satisfacer niveles crecientes de bienestar social, sino
que seguirán siendo transferidos a los tenedores de deuda, ya sea bajo la forma
de intereses o vía cancelación del principal a su vencimiento. Recuérdese que
el Pacto Fiscal establece un techo de deuda del 60% del PIB, y la economía
española en este momento alcanza ya el 100%.
Lo ideal
lógicamente es que esta reestructuración de la deuda en la zona euro tomase una
forma supranacional y cooperativa. Existen precedentes históricos en Europa que
deben ser tomados en cuenta, que evidencian que las estrategias cooperativas
resultan finalmente beneficiosas para todos los países.
Así, la
reestructuración de la deuda alemana que tuvo lugar en el Tratado de Londres de
1953 -la más importante, por el montante negociado, que ha tenido lugar en el
siglo XX- acordó que Alemania sólo devolvería al resto de países europeos
aproximadamente la mitad de la deuda contraída. Esta devolución se hizo además
a partir de un determinado umbral de crecimiento de sus exportaciones. Es
decir, se supeditó el pago de la deuda a la recuperación económica.
"Ninguna de las propuestas de mutualización de la deuda
parece haber sido considerada por la CE"
A lo largo de
los últimos años diversas propuestas de mutualización de la deuda se han puesto
sobre la mesa para resolver el problema de las deudas soberanas en la zona
euro. Es el caso de los eurobonos, o la posible articulación de un fondo de
amortización de la deuda con cargo al BCE (el llamado plan PADRE).
No obstante,
ninguna de estas propuestas parece haber sido realmente considerada por la
Comisión Europea o por los principales gobiernos de la zona euro, lo que obliga
a pensar en la necesidad de que sean los países periféricos los que inicien, de
forma coordinada o de manera unilateral, procesos de reestructuración de la
deuda para posibilitar la salida de la crisis. El escenario alternativo es el
que ya se conoció en América Latina durante la década de 1980 con la aplicación
de las políticas de ajuste del FMI: una década pérdida en términos de
desarrollo económico y social.
Fuente: www.publico.es
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