A propósito de la última encuesta del
Centro de Investigaciones Sociológicas
Lunes, 6 de mayo de
2013
Por Manuel
Medina - Canarias Semanal
Curiosas
paradojas la de esta peculiar "democracia" de partido único
bicéfalo. Según se desprende de la última encuesta que publicó el 3 de mayo el Centro
de Investigaciones Sociológicas, si se celebraran hoy elecciones el
partido de Mariano Rajoy obtendría el 34% de los votos. Es decir,
la organización de la derecha tradicional española apenas perdería un punto en
relación con la encuesta realizada el pasado mes de enero. Lo sorprendente es
que en el transcurso de estos 120 días han ocurrido muchas cosas. Entre otras,
un agravamiento continuado y persistente de la situación económica; un
abrumador crecimiento del paro en cifras que alcanzan los centenares de
miles; el alucinante asunto Bárcenas; el endurecimiento de la represión
en la calle etc., etc., etcétera. Del resultado de las
encuestas del CIS podría uno llegar a deducir que el gobierno de Mariano
Rajoy posee mayor capacidad de sobrevivencia que las cucarachas después de
una guerra termonuclear.
En cambio, el PSOE, que hace lo indecible para poder "comunicarse"
con la sociedad a través de una verborrea seudo revolucionaria impropia de su
naturaleza socialdemócrata, no sólo no avanza en la estimación electoral de los
potenciales votantes del Estado español, sino que retrocede nada menos
que dos puntos, situándose en un escuálido 28, 2%. Estos datos ponen de relieve
-siempre según la encuesta realizada por la institución estatal- que se ahonda
la distancia entre las dos facciones del partido único gobernante
Sin embargo, según el CIS, el panorama que hay más
a la izquierda no resulta tampoco muy alentador. Izquierda Unida, cuyo
Coordinador Cayo Lara proclamaba hace unas pocas fechas su convicción de
superar en votos al mismísimo PSOE, apenas obtendría un
9.9%, todavía distante de aquel 11% - con 2.639.000 votos -
obtenido por Julio Anguita en una época en la que todavía no
acuciaban las garras de la crisis económica capitalista
Sea como fuere, no es tampoco cuestión de prestarle mucha atención a esto de
los sondeos electorales. Por varias razones. En primer lugar, porque los
resultados de estas consultas se cuecen primero en las cocinas de los técnicos
y sociólogos que preparan las preguntas. Y en segundo lugar, porque en esta
sociedad del espectáculo, como la llamaba Guy Debord, la
denominada "opinión pública" se fabrica también en los
laboratorios mediáticos de las grandes empresas de la comunicación.
Cierta
"izquierda", pese a la enorme experiencia histórica acumulada
por sus ancestros políticos a lo largo de una férrea
dictadura, una de cuyas características fue el control omnímodo de la totalidad
de los medios de comunicación - desde los púlpitos hasta la TV -,
ha olvidado que su campo de batalla no se encuentra dentro del cuadrilátero
mediático. Ahí va a estar siempre en inferioridad de condiciones. Lo que
digo no es una "novedad". Ha sido históricamente así por
razones obvias.
La
izquierda que ha puesto su voluntad en revolucionar la sociedad, en
acabar con las estructuras socioeconómicas existentes, no ha encontrado
nunca sus aliados en los medios de difusión situados en los aledaños del poder.
Aquello que se dice en determinados ámbitos de que "si no sales
en los medios no existes", solo será cierto en la
medida que las fuerzas políticas empeñadas en volver al revés las
estructuras económicas y sociales permanezcan sin conexión con la base de la
cual pretenden lograr su apoyo. En la historia del capitalismo los
revolucionarios han librado siempre la contienda política y propagandística
abajo y "desde abajo", desde los centros de trabajo,
desde los desde barrios, desde las aulas, desde la vida cotidiana.
Es cierto que este trabajo es muy laborioso y esforzado, pero es también
más seguro y resistente en el tiempo. La conciencia del cambio, de la necesidad
de que se produzca el cambio, no brota de las alas del Espíritu Santo, sino de
la lenta, algunas veces lentísima, labor cotidiana y callejera de aquellos que
han sido precoces en el descubrimiento del sentido de la historia. No se trata
de una opinión, lo clama la experiencia histórica de generaciones enteras. Lo
demás son ilusiones, estériles ilusiones.
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