De el
comunista el mayo 5, 2013
Por Carlos Galeón.
¿Se puede hablar de ética y capitalismo? La respuesta
es sí, pero. Porque deberíamos de retroceder a sus inicios y a su creador, Adam
Smith, que publicó tratados sobre ética y era profesor de Filosofía Moral en la
Universidad de Glasgow, para poder hacer tal afirmación. Ya que para Adam
Smith, el capitalismo debía tener como finalidad el bien común por encima de
los beneficios personales, y la honestidad como principio que rigiera el
mercado para crear confianza. Destacaba también las obligaciones que tenía el
estado de aplicar regulaciones y proteger a los más débiles. Jamás defendió una
sociedad guiada por la norma del máximo beneficio al mínimo coste sin respeto
al ser humano.
Pero el capitalismo actual está años luz de Adam
Smith, incluso estoy seguro que ni siquiera ya se le estudia en las Facultades
de Economía. La ética ha de-
saparecido del vocabulario capitalista y ha sido
sustituida por el máximo beneficio al mínimo coste sin mirar en los perjuicios
que puedan ocasionarse. Incluso el antiguo capitalista, el que tenía su empresa
y la llevaba directamente ha pasado a la historia. Hoy en día son directivos y
ejecutivos que a cambio de grandes sueldos o a por rendimientos de beneficios,
llevan las empresas y los antiguos empresarios, fueron primero accionistas, después
inversores y finalmente especuladores que no saben ni dónde tienen su dinero,
porque ni de eso se ocupan directamente.
Hoy el paradigma del capitalismo es Bangladesh y los
cientos de ciudades por todo el mundo que viven en su misma situación. Sin derechos
humanos, laborales ni sociales, en países donde la palabra democracia suena a
algo lejano, sin respeto al medio ambiente, donde las multinacionales, sin
tener que pagar impuestos, puedan tener acceso libre a una mano de obra esclava
con salarios miserables, abusar de la pobreza y de la debilidad de la gente que
necesita subsistir, para contratar mano de obra infantil, aprovecharse de
gobiernos corruptos, o corromperlos para instalarse allí.
Son las empresas que antes han estado aquí y con la
globalización se ha deslocalizado, muchas de ellas españolas y conocidas, sobre
todo en el campo de la moda, ése en el que tenemos uno de los mayores
representantes mundiales, Amancio Ortega, multimillonario que tal vez lo sea
con parte de su dinero obtenido de forma tan infame.
Se habla del consumo responsable como la forma de
consumir lo que necesitas y comprar a un precio justo. Ahora en España estamos
aprendiendo un poco lo que es el mercado y la búsqueda del precio más justo por
el empresario, que confunde justo con bajo coste y máximo beneficio. Pero
tampoco le interesa empobrecer demasiado ese mercado que es a la vez consumidor
de esos otros productos que satisfacen la necesidad compulsiva de comprar de
una sociedad de consumo. Así le puede ofrecer primeras marcas, nombres de
prestigio de la moda en rebajas al 50% que ceden al deseo y a las pulsiones
egoístas de identificar consumo con felicidad sin pararse a pensar en las
tragedias que hay detrás de las camisetas o los pantalones que se compran.
Llevar unas Nike da prestigio, ¿pero de verdad es honroso favorecer en trabajo
infantil? Lo mismo se puede decir de otras marcas, como Mango. ¿Se puede sentir
alguien orgulloso de llevar una prenda que ha costado sangre?
El consumo responsable debe de pasar hoy en día por
exigir la eliminación de esos paraísos sin derechos sociales y laborales
que nos permiten satisfacer nuestro consumo compulsivo. Una cosa es invertir en
países subdesarrollados y otra hacerlo para aprovecharse de una falta de
democracia y de una mano de obra esclava. Se deben de internacionalizar los
costes, los derechos laborales y sociales en que las empresas inviertan para
que compremos sus productos. Éste ha de ser el consumo de verdad responsable;
el que respete el medio ambiente y los derechos de las personas, ateniéndose a
unos beneficios razonables.
Si del dinero que gana,
descontando lo que invierte
en pagar al que pervierte
y lo que para sí afana,
al trabajador pagase
sin que ello le molestase
ni querer aún más lucrarse,
¿a qué deslocalizarse?
Pero ética y capital
son como vieja pareja
en donde todo ya es queja
y no hay vida marital,
que el capital, abrumado,
de respetar se ha cansado
ya tantas normas morales,
causa de todos sus males.
Mas se ha vuelto ambicioso;
quiere aumentar beneficios
aún causando a otros perjuicios
y obrando en modo insidioso,
que le atacó la codicia
y enfermado de avaricia,
lucha, mas no tiene cura,
que su alma sufrió fractura.
Y agora el capital
sin ética y sin decoro,
lo mismo que cualquier choro
pero en forma asaz legal,
invierte do más afane
aunque para ello se gane
un gobierno interesado
después de ser bien untado.
Y como un titiritero
de un sitio para otro anda
y siendo él el que manda
haciéndolo cual trilero,
enemigos va dejando
allá por do va pasando
y un reguero de pobreza
causada por su vileza.
Si es que les hace falta nuestro cariño
Porque hoy el capitalista
ya no lleva sus empresas
que agora busca más presas
y se ha vuelto especialista
en doblar sus beneficios,
si es que no tiene prejuicios,
haciendo especulaciones
con cambios y adquisiciones.
Y pues que siendo invisible
si es el más calificado,
aquel al que se ha untado,
lo imposible, es posible,
siendo así conseguido
que un derecho sea torcido,
que un niño sea un adulto
y un adulto, sólo un bulto.
Que todo puede el dinero,
y mantiene a un mercado
si lo tiene de su lado
aunque rompa cualquier fuero,
y hace las cosas baratas
evitando las bravatas
de un posible sindicato,
pues allí no hay ni contrato.
Conseguirá buenos precios
y todo primeras marcas,
mas fabricado en charcas
de sangre, para los necios,
que compran como ocasión
sin ver que es una agresión
a los derechos humanos,
siempre por ocultas manos.
Deben de ser obligados
los derechos laborales
y con ellos los sociales
para que estén igualados
en todo el mundo los costes,
evitando que prebostes
malandrines y tramposos
sigan siendo unos raposos.
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