Jorge Bezares Periodista político y presidente de la
Junta Rectora del Parque Natural Los Alcornocales.
20 de febrero de 2015
Durante el mes de febrero que nos viste y calza, el ministro
de Asuntos Exteriores y Cooperación, José Manuel García-Margallo, se ha cargado
cualquier posibilidad de que el actual conflicto con Gibraltar, que dura ya
tres largos años, pueda tener una salida negociada a través de los llamados
grupos ‘ad hoc’.
De entrada, el propio Margallo presionó al propietario de
Nueva Economía Forum, José Luis Rodríguez, para que el ministro principal de
Gibraltar, Fabian Picardo, no pudiera comparecer en Madrid en este foro el 3 de
febrero. ¿Le llamó al organizador traidor a la Patria? ¿Le amenazó con
retirarle las medallas concedidas por el Rey? ¿Le amedrentó con presionar
directamente a los patrocinadores para que le retiraran el apoyo? Eso solo lo
sabe Rodríguez, que acabó suspendiendo la conferencia por unos “problemas
organizativos” inverosímiles. Es de suponer que algún día, en sus memorias,
cuente toda la verdad sobre un incidente que ha mermado sustancialmente la
independencia de la que presumía su civilizado foro de diálogo.
Seguidamente, una vez que Picardo compareció en Madrid en un
acto organizado por el Gobierno de Gibraltar, Margallo respondió a la presentación
que le hizo el embajador británico en España, Simon Manley, anunciando el
cierre a cal y canto del Instituto Cervantes en el Peñón.
Según explicó en la Comisión Exteriores del Congreso de los
Diputados el propio Margallo, al ser preguntado convenientemente por el
portavoz popular, el cierre se debía a que en Gibraltar todos hablan
español, excepto los simios. De paso, aprovechó para reivindicar la
españolidad del Peñón y para no reconocer ni al ministro principal ni al propio
pueblo de Gibraltar.
Posteriormente, en varios medios de comunicación, el
ministro español agregó que en el Instituto Cervantes en Gibraltar solo
estudiaban hijos de militares británicos, y que, por tanto, si alguien debía
pagar las clases de español era el Gobierno gibraltareño.
Lo peor de todo es que este derroche de patrioterismo solo
está sirviendo para socavar los derechos que pudiera aún tener España sobre el
Peñón, en virtud de un Tratado de Utrecht, que prohibía incluso la presencia en
el Peñón de moros y judíos, superado por los tiempos.
En fin, una sarta de mentiras, una tras otra, para cargarse
caprichosamente uno de los acuerdos adoptados en el seno del Foro Tripartito de
Diálogo, que España firmó en 2006 en Córdoba con el Reino Unido y Gibraltar en
tiempos de Miguel Ángel Moratinos en Santa Cruz. Y que también sirvió para
que el Reino Unido empezara a pagar a los ex trabajadores españoles de
Gibraltar las pensiones. Algo que podría peligrar si el Gobierno británico
quisiera mantener la escalada insensata iniciada por el ministro español.
Pese a que esta retahíla de mentiras, insultos y
bravuconadas, impropios de un diplomático que se precie, habían dejado tocadas
de muerte las conversaciones ‘ad hoc’, Margallo, tras el encuentro con el
secretario de Foreign Office, Philip Hammond, esta semana, salió a defender
esta fórmula de compromiso como si le fuera la vida en ello.
Eso sí, antes dejó claro que los controles inhumanos y
desproporcionados que vienen soportando gibraltareños y trabajadores
españoles, patrocinados por la Mesa del Tabaco, no se reducirían pese a que la
propia CE le ha requerido al Gobierno español reiteradamente que deje de matar
moscas a cañonazos en una frontera de la UE, con la excusa de los tráficos
ilícitos.
Todo, claro está, por el bienestar de las dos poblaciones
separadas por la Verja, según repitió en varias ocasiones con una carga de
cinismo escandalosa para quien sabe y conoce el daño a la convivencia que ha
hecho su política a la zona en estos tres últimos años.
Sin embargo, para paliar el fracaso absoluto de su
política a empujones sobre Gibraltar –Hammond le dejó claro que el Reino
Unido sigue apoyando el Foro Tripartito de Diálogo-, Margallo buscó cobijo en
una pregunta amiga, como se las ponían a Fernando VII, para culpar a Gibraltar
-unos supuestos “cálculos electorales” que vienen del Peñón, dijo- de que las
conversaciones ‘ad hoc’ no estuvieran ya en marcha.
En una especie de delirio teatral, el ministro español casi
llegó a fletar un avión para Bruselas para esa misma tarde para embarcar a
todas las partes en un diálogo que él mismo, casi con sus propias manos, se ha
encargado de dinamitar para poder seguir utilizando el Peñón como cortina de
humo, como casquería para patriotas extremos que gustan llamar traidores a
todos aquellos que no piensan como ellos.
No se sabe bien si en ese avión de papel que esgrimió
metafóricamente hubieran tenido cabida los periodistas gibraltareños, a quienes
intentó impedir la entrada a la rueda de prensa conjunta con Hammond con
excusas más propias de repúblicas bananeras.
Posiblemente, no. Si no reconoce ni al propio ministro
principal ni a Gibraltar, difícilmente puede aceptar la existencia de los
gibraltareños en general y de los periodistas gibraltareños en particular.
Y hete ahí el problema. Sin contar con los gibraltareños,
sin conocerlos, ni entenderlos, ni respetarlos, estos patriotas solo lograrán
convertir la Patria, que Seneca extendió al mundo entero, en un lugar triste y
oscuro, en el último refugio de los cobardes.
Fuente: http://www.andalucesdiario.es/
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