martes, 24 de febrero de 2015

POCA MEMORIA PARA TANTA MUERTE



En lo que ahora es un parking, fusilaron a 1.700 personas durante la posguerra. Un solitario y sucio cartel recuerda la ubicación del parapeto usado como paredón
NATÀLIA FARRÉ / BARCELONA
Martes, 24 de febrero del 2015

Un paseante, ayer, junto al cartel que indica la ubicación del parapeto del Camp de la Bota donde entre 1939 y 1952 fueron fusiladas 1.700 personas.
De espaldas a un descampado por urbanizar y de cara al mar, por encima del Port de Sant Adrià de Besòs y en medio de la nada hormigonera de la zona del Fòrum, junto a las plazas de parking reservadas a los clientes de una gran superficie de ropa deportiva cercana, un humilde cartel -pintarrajeado con su correspondiente dosis de arte callejero- recuerda que allí se alzaba el parapeto del Camp de la Bota: una montaña artificial de arena de tres metros de alto por 40 metros de largo en la que entre 1939 y 1952 fueron fusiladas más de 1.700 personas por las autoridades franquistas. Aunque para ser justos, a estos asesinatos habría que sumar 44 ajusticiamientos más: los militares que en el mismo punto murieron en 1936 en manos de los republicanos por apoyar el alzamiento. Muchas muertes para tan escasa memoria.
Como cada día desde el 2009, cuando fue colocado por el Memorial Democràtic, el cartel lucía el domingo en medio de este paisaje tan desolado, que el día de marras era aún más inhóspito, si cabe, por el viento. Ni un alma para recordar la barbarie ocurrida en esa esquina de las 16 hectáreas de hormigón que convierten la plaza del Fòrum, a caballo entre Barcelona y Sant Adrià de Besòs, en una de las más grandes de Europa y más duras, también. En otra esquina, lejana, una multitud celebraba la inauguración de la placa conmemorativa con la que el consistorio barcelonés ha decidido honrar la memoria de los barraquistas que durante años, y hasta 1989, ocuparon la zona, por entonces Camp de la Bota, y fueron, en la posguerra, oyentes obligados del ruido de la muerte. «Mi despertador era cuando a las siete de la mañana fusilaban a los condenados. Por los tiros de gracia, sabía cuántos habían muerto cada día». Así recordaba en el 2004 las madrugadas de 1941 Pere Ribot, párroco de Sant Adrià.
El domingo solo dos ciclistas desafiaban la soledad de lo que un día fue paredón para muchos y ahora es un anodino aparcamiento comercial para otros. «Pasamos habitualmente». «No, nunca nos hemos fijado en el cartel». «Ni idea de que esto era el parapeto y ni idea de lo que era el parapeto». «¿El Camp de la Bota? Sí. Era esta zona cuando aquí había barracas». Cuatro respuestas claras a cuatro preguntas obvias de quien suscribe. Nadie más a quien interrogar para aumentar una estadística que dé la razón al artista Francesc Abad: «Nuestro bienestar está construido sobre el olvido».
Proyecto artístico
Un olvido que le llevó a la indignación en el 2004, cuando se remodeló la zona y la Diagonal llegó al mar: «Se hizo pensando en el turismo, no en los ciudadanos. Se obvió a la gente de esta ciudad, pero, además, se obvió una cosa mucho más grave: la memoria de los fusilados. Que en la plaza más grande de Barcelona, donde murió tanta gente, no se tuviera la delicadeza del recuerdo, me molestó», recuerda Abad. Sí hay un monumento que ya estaba entonces, el de la Fraternidad. Una especie de cruz de término levantada en 1992 con la leyenda A todas las víctimas de la guerra civil, leyenda que molestó a las asociaciones que velaban por los fusilados de la posguerra, los más. El error se subsanó en el 2004 añadiendo una segunda parte: Y de la posguerra. «Algo forzado», según Abad. El humilde cartel que recuerda la ubicación del parapeto, instalado con posterioridad, no merece ningún comentario -por humilde, se supone- del artista.
Así, Abad pasó de la indignación a la acción con un proyecto artístico de recuperación de la memoria histórica. Un trabajo que lleva por nombre El Camp de la Bota que empezó en el 2004 pero que no tiene fin, y que recoge testimonios de lo que allí aconteció. Un archivo digital en internet y un archivo físico que custodia el Macba y que en ocasiones se expone por partes. Ahora, la huella de los ajusticiados de Terrassa recorre las paredes de la UAB: «Mi padre era republicano hasta la médula [...]. El día que lo mataron salieron dos camiones hacía el Camp de la Bota, siete de los presos eran de Terrassa», reza uno de los testimonios recogidos por Abad.








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