sábado, 21 de febrero de 2015

LA DERROTA



Daniel Fernández Abella
Jueves, 19 de febrero de 2015
 Llegaba la primavera. A pesar de que la nieve ya empezaba a derretirse, el viento helado todavía hacía temblar a los soldados que estaban de guardia. Intentándose calentar frente al fuego, éstos se afanaban en mantener vivas las llamas echando más leña, papeles o cualquier cosa que fuera de utilidad.
Una fila interminable de personas desfiló por aquel páramo helado. Envueltos en mantas, la gente huía de la batalla con lo puesto: ropa, utensilios, fotografías, recuerdos.... Sus rostros reflejaban cansancio y tristeza. llevaban varios días de camino y no había nada de comer. En silencio, los hombre, mujeres y niños caminaban sin volver la vista atrás, siempre adelante.
Anselmo dejó caer su fusil, abatido por el cansancio. Rebuscó en sus bolsillos en busca de su pipa. Necesitaba fumar. Necesitaba algo de calor . Necesitaba olvidar.

Se dejó caer en el suelo y se quitó las viejas botas, ya desgastadas. Masajeándose los doloridos pies, vio en la lejanía a Guillermo, un antiguo compañero del sindicato.
-¡Guillermo!-gritó.
El aludido volvió la cabeza, le hizo un gesto con la mano y se acercó. Con una barba rojiza de varios días, le sonrió mostrando una fila de dientes blancos y relucientes. Hacía mucho tiempo que veía a nadie sonreír.
- Me alegro de verte- le saludó Guillermo.-Pensaba que habías caído.
- Tal vez hubiera sido mejor así- respondió Anselmo- Tanto horror, tanta muerte... Ningún hombre se merece tal sufrimiento.
- Lo importante es que estás vivo. Necesitas un trago.
Guillermo sacó de su mochila una botella de coñac. Anselmo tomó un sorbo largo. El coñac le calentó el cuerpo. Notó cómo volvía  a fluir la sangre y la vida dentro de su ser.
- ¿Tienes un fósforo?
-Sí. ¿te queda tabaco?. Necesito un cigarro
Anselmo le pasó la petaca. Guillermo se lió un cigarro  y lo encendió. Le pasó la lumbre a su compañero mientras las nubes de tabaco inundaban el gélido ambiente.
- ¿En qué piensas?
- En que hemos perdido. La humanidad está pérdida.
-No pierdas la esperanza. En Europa las cosas están empezando a moverse.  Podremos frenarles antes de que actúen.
- Europa no quiere ver. No quiere saber qué ha pasado aquí. Han callado mientras la gente era masacrada. Europa nunca quiere ver...
- Eres un pesimista. Siempre ves el mundo negro. Todavía queda esperanza.
- Esto nunca terminará- murmuró Anselmo-Nunca terminará...
-Vamos- le apremió Guillermo-tenemos que seguir.
Cogiéndole del brazo, Guillermo levantó a Anselmo y le ayudo a caminar. Siguieron a la larga fila de personas que cruzaban las montañas.
Llegaba la primavera. Y el fascismo triunfaba en España.
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