Salón de variedades, cárcel de republicanos
en la Guerra Civil, primera sala de Arte y Ensayo de Sevilla y, por último,
cine porno. Esta es la historia de una sala que esta semana ha sido despojada
de los últimos vestigios de lo que un día fue, el cartel de Sala X
Francisco
Artacho / Sevilla / 19 ene 2014
Imagen de la que fue la entrada del Cine Trajano,
antes de que fuera retirado el cartel, el pasado viernes. F. A.
Sevilla ha perdido esta semana el símbolo
de una época, el testimonio de una historia que jamás volverá a repetirse. Lo
que para unos era un foco de suciedad y perversión, para otros era un icono, un
paisaje urbano fotografiado miles de veces por propios y extraños. Se trata de
dos carteles -luminosos en su día-, en los que se podía leer “Sala X” (en el
frontal) y “Trajano” (en los laterales) . Entre el martes y el viernes,
tres trabajadores los retiraban para siempre del abandonado edificio, diseñado
por el arquitecto Aníbal González, artífice de la Plaza de España. Ahora otro
cartel, con otra leyenda, luce en una de las dos fachadas: “Se vende”. Esta es
la historia, al menos una parte, de lo que durante años se ha escondido detrás
de estas letras. Una sala que incluso, en los primeros meses de la Guerra
Civil, fue cárcel de presos republicanos. Esta es la memoria de un Cine X.
Juan Carlos Rodríguez conoce bien lo que
allí ocurrió desde comienzos de los 70 hasta que cerró, “en enero de 2003”,
detalla mientras los operarios realizan su trabajo. Él era uno de los
encargados de proyectar las películas, que no siempre fueron porno, género que
a él le aburría. “No había argumento, siempre era lo mismo”, explica. Se
le ilumina la cara cuando habla de cine. Cada semana, de manera casi religiosa,
acude a alguna de las salas que quedan abiertas por el casco antiguo de la
ciudad. Comenzó a amar el séptimo arte cuando era solo un niño, pero es al
recordar su trabajo como operador de cabina, manejando el proyector, cuando sus
ojos azules brillan con especial intensidad. Con 17 años fue aprendiz en un
cine de verano para, dos años después, firmar su primer contrato como ayudante
de cabina, ya en el Cine Trajano. El trabajo de su vida, con el que disfrutaba.
Juan Carlos fue testigo de cómo desaparecían los últimos vestigios de lo que
fue esa sala -y de lo que fue su propia vida- y que recordaban que allí vivió
una vez un cine.
El gran edificio que alberga la sala ocupa
solo una parte del inmueble, que cuenta con dos fachadas. Una da a la calle
Amor de Dios, la otra a la calle Trajano. “Firmé el contrato por la mañana y
por la tarde comencé a trabajar. Nunca olvidaré la película que se proyectó, Cuernos
de Cabra, de un director búlgaro, y casi sin diálogo”, recuerda Juan Carlos
a la perfección. Poco tiempo después se convirtió en el responsable de las
proyecciones, no ya como auxiliar, si no como operador. Por sus manos pasaron
los rollos de grandes películas. Entonces el cine Trajano era una sala de
Arte y Ensayo, la primera de la ciudad. Un cine de películas de autor y en
versión original que acogió ciclos de directores como Fellini, Buñuel y
Pasolini. Se inauguró con este uso en 1967, con la proyección de la película Repulsión,
de Roman Polansky.
Fue la época más dorada de este espacio,
que en la década de los 80 veía cómo sus butacas se quedaban cada vez más
vacías. Un edificio en el que, debido a su mal estado de conservación, la
viviendas tuvieron que ser apuntaladas con sus habitantes dentro. En una
ocasión se desprendió también parte del techo de la sala que en sus primeros
años de vida albergó un café de variedades.
Cuenta Juan Carlos que entonces el cine
cambió de dueño y en 1997 se convirtió en un Cine S. “Hacía falta estar un año
proyectando cine erótico para conseguir la licencia de cine X”, detalla.
Entonces la sala comenzó de nuevo a llenarse para ver cintas míticas como
Emmanuelle.
Tras el año exigido por la ley, el cine
consiguió la licencia. “Estaba firmada por Pilar Miró”, asegura Juan Carlos.
Fue entonces cuando aparecieron los carteles de Sala X (así obligaba la ley a
que fueran), y los estrenos contaban con títulos como Garganta Profunda,
El Semental negro o La duquesa que tenía caballos, algunos de los
escasos títulos que el operador recuerda. “Estas ya no las veía, siempre eran
iguales”, relata con cierta desazón. Sobre el trasiego y vida de la sala, ya
como cine porno, Juan Carlos no da detalles. “Yo estaba en la cabina, eso lo
tendría que explicar alguien de sala, pero ya no tengo contacto con ninguno”, afirma.
LA OSCURA SORDIDEZ DEL CINE X
Puerta de salida del cine, en la calle
Trajano, ya sin el cartel.// F. A.
Mientras los tres operarios continúan con
su trabajo, pasa por allí Antonio. Él, ahora con casi 60 años, dice haber sido
cliente del Cine X. “No te puedes imaginar cómo se ponía, lleno, lleno, lleno”,
asegura con énfasis y una cierta emoción. “Sobre todo los jueves, que era más
barata la entrada, y los domingos por la tarde”, añade. El público se
distribuía según el interés en lo que se proyectaba. “En las primeras filas
se sentaban los que solo querían ver la película, en las de en medio los que se
masturbaban solos y en las filas de atrás los que querían mamadas y lo que se
presentara”, detalla con cierto anhelo. Recuerda también que en el pequeño
ambigú “no vendían palomitas, solo bebidas, una cosa bastante cutre. Y la
taquilla la pusieron en el interior, por discreción, para que nadie tuviera que
ser visto mientras compraba la entrada en la puerta”.
Pepe, también gay, como Antonio, solo
estuvo una vez en la Sala X, acompañado de un amigo. “Los cuartos de baño
estaban llenos siempre, allí estaba todo el cancaneo”. Con “cancaneo” se
refiere Pepe a sexo anónimo, fugaz y furtivo. Recuerda la sala como un lugar
“sórdido, que era lo que le daba morbo al sitio”, aunque un mal lugar para ver
películas de forma tranquila. “Siempre se te acercaba alguno a meterte mano”. Y
allí surgió el amor. No para Pepe, si no para su amigo, del que pide no
publicar el nombre. “En el cuarto de baño conoció al que fue su pareja durante
diez años”.
FRONTERA DE DOS SEVILLAS
El edificio, construido en 1922, y de
estilo neomudéjar, se encuentra a mitad de camino entre la Sevilla de la
Giralda, la parte sur del casco antiguo, y la Sevilla de la Alameda de
Hércules, en la parte norte. Esta última era el barrio chungo del centro de la
ciudad, y que muchos preferían ni pisar, con burdeles y prostitutas en sus
calles, y también heroína. El cine marcaba una especie de línea invisible que
separaba dos mundos.
Marcela, mujer transexual, recuerda cuando
en 1978 la sala acogió el estreno de Ocaña, retrato intermitente, la
película de Ventura Pons sobre la vida del artista sevillano, de Cantillana,
José Pérez Ocaña, un hombre libre en la España del tardofranquismo. “Ocaña
llegó en coche de caballos y con su vestido, sin ropa interior. Una y otra vez
se lo levantaba y enseñaba el culo y lo enseñaba todo. Se lió una buena”,
recuerda.
EL VARIEDADES, CONVERTIDO EN PRISIÓN POR
LOS GOLPISTAS EN 1936
Salón de variedades Lido. Fue el primer
nombre y uso de la sala tras su construcción, en 1922. No había cine, pero sí
cuplé y espectáculos como el baile del can-can. Un sitio de mala vida y vida
alegre hasta 1936, cuando el golpe de estado fascista contra la II República lo
oscureció todo. También el Lido, convertido en cárcel, en depósito de presos
republicanos, rojos, que pasaron allí sus últimos días de vida antes de ser
fusilados bajo las órdenes del sanguinario general Queipo de Llano.
“El la residencia de los jesuitas, que
está en la calle Trajano, se instaló el 20 de agosto de 1936 el depósito de
presos de la Delegación de Orden Público. Cuando allí no había sitio, y se
llenaba el patio de presos, pasaban al variedades. Y de allí ya eran
transportados para ser fusilados. Hasta más de 200 presos llegaron a meter, en
unas condiciones de completo hacinamiento”, explica el historiador José María
García Márquez. El 26 de noviembre de ese mismo año dejó de utilizarse como
cárcel. “En esa fecha ya habían matado a mucha gente. Ya no necesitaban
tanto espacio”, añade Márquez.
UN FUTURO INCIERTO PARA LOS HISTÓRICOS
TEATROS
Ahora queda el edificio, en el que solo
las fachadas perviven en un estado de conservación aceptable. El pasado febrero
la Asociación para la defensa del Patrimonio de Andalucía (Adepa) pidió la
inclusión del Cine Trajano en el Catálogo General del Patrimonio Histórico de
Andalucía. En la solicitud, a la que ha tenido acceso este periódico, Adepa
alegó que “reúne los requisitos de relevante interés histórico, artístico,
etnológico y social que conforman la definición de monumento” y “contribuyó
enormemente a enriquecer la cultura cinematográfica de la ciudad”.
El edificio fue catalogado por el
Ayuntamiento de Sevilla en 2006, gobernado por PSOE e IU, como Suelo de Interés
Público y Social en el Plan General de Ordenación Urbanística (PGOU), junto a
otros emblemáticos espacios culturales. Pero en mayo de 2012 el Gobierno local,
ya dirigido por el PP, hizo una modificación puntual del PGOU que le volvió a
otorgar a la finca una clasificación con la que se le puede dar cualquier uso.
El cambio fue realizado después de que el Tribunal Supremo anulara la
clasificación especial para las fincas de los cines Alameda, Avenida y
Cervantes, tras las acciones judiciales emprendidas por los propietarios.
Los tres operarios, a quienes la lluvia
les puso el final más difícil, también atendieron a muchas personas con un
deseo en común: guardar como recuerdo, al menos, una letra, un trozo de unos
carteles que durante años han formado parte del paisaje urbano de la ciudad. Un
icono para ser expuesto en cualquier museo sobre la historia de Sevilla.
Fuente: http://www.andalucesdiario.es/
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