La letra pequeña de los acuerdos de Bruselas
Artículos de
Opinión | Sergio Alejandro Gómez | 01-09-2012
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Las claves
para entender el trasfondo político de la crisis económica en Europa no parecen
estar en las rimbombantes declaraciones de la prensa, sino en la letra pequeña
que sustenta los acuerdos de Bruselas.
A finales de
junio pasado, el Consejo Europeo celebrado en la capital belga desató una ola
de euforia con la aprobación por parte de los 27 países miembros de la Unión
Europea (UE) de "nuevas" medidas para enfrentar la grave situación
económica que vive el bloque.
La
recapitalización directa de los bancos sin intervención de los Estados
nacionales y la posibilidad de que los mecanismos de estabilidad financiera
europeos interviniesen en los mercados para controlar las tasas de interés que
pagan los países por emitir deuda —ambas iniciativas impulsadas principalmente
por España e Italia—, ocuparon los titulares de buena parte del mundo, al
tiempo que llevaron un hálito de esperanza a los países más afectados por la
actual crisis económica.
Cerca de dos
meses después, la implementación de esos acuerdos ha borrado toda huella de
optimismo. Algo que no debería sorprender a quienes revisaron minuciosamente
"la letra pequeña" de los documentos de Bruselas.
En el caso
del rescate directo de los bancos, una medida vital para España —que solicitó
un salvamento para su sector financiero de 100 mil millones de euros—, se
impusieron una serie de condiciones previas que hacen inviable su aplicación,
al menos en el mediano plazo.
Para que
este tipo de acciones se lleve a cabo, la UE tiene que poner en marcha el
Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) —sustituto permanente del Fondo Europeo
de Estabilidad Financiera (FEEF), de carácter temporal— y establecer un supervisor
común para el conjunto del sistema financiero del bloque, lo cual no se espera
hasta entrado el 2013, confirmó entonces el vicepresidente de la Comisión
Europea (CE) y titular de Asuntos Económicos, Olli Rehn.
Rehn agregó
que esa "reforma de calado" supone, de hecho, un paso hacia la
integración bancaria de la Unión Europea, una de las variantes que se han
manejado para solucionar los problemas de un bloque en el que conviven países
casi en bancarrota como Grecia y, en menor medida, España, con una nación como
Alemania, cuyo superávit comercial es similar al de China con Estados Unidos.
España no
podía esperar un año para el socorro de sus bancos, por lo que los primeros 30
mil millones de los 100 mil millones prometidos llegarán por la vieja ruta FEEF-Estado
español. Esto deja indemne, al menos por ahora, el ciclo vicioso entre la deuda
de los bancos y la deuda pública.
A mediados
de julio, cuando trascendió el Memorando de Entendimiento para el otorgamiento
de los fondos a España, El País reportó que este incluía 32 condiciones para el
sistema financiero y alguna más, en paralelo, para el conjunto de la economía
española.
"El
documento lo componen 20 páginas plagadas de exigencias que cambiarán de arriba
abajo el mapa bancario español y, de paso, parte de la política económica de
los próximos años, empezando por una nueva tanda de recortes", precisó el
diario.
También
alertó que los acreedores podrán acceder, "bajo estrictas condiciones de
confidencialidad", a todos los datos del sistema financiero español que
necesiten, lo cual despoja al Ministerio de Economía ibérico de muchas de sus
competencias y deja al Banco de España bajo la tutela efectiva del Banco
Central Europeo (BCE).
Y si a
alguien le quedaban dudas de que dicho rescate repercutiría en los ciudadanos
españoles, baste mencionar que los recortes establecidos por el Gobierno
conservador de Mariano Rajoy hasta el 2014, cifrado en 102 mil millones de
euros, coincide casi milimétricamente con el monto de la "ayuda"
europea.
El otro
supuesto hito de la Cumbre de junio, la intervención europea en los mercados de
deuda o el "escudo antiprima de riesgo", como lo llamaron algunos, ha
corrido una suerte similar.
Desde el
inicio se alertó que solo un país "virtuoso" —esto es que cumpla con
las exigencias de Bruselas en materia económica— podría demandar que los
mecanismos de estabilidad financiera del bloque adquiriesen títulos de su deuda
pública para forzar a la baja los tipos de interés (o prima de riesgo), sin
asumir a cambio nuevas condiciones con los prestamistas.
Nuevamente
la "letra pequeña" de marras establece que la intervención de los
fondos queda subordinada a un Memorándum de Entendimiento con el país receptor,
lo que supone un plan de rescate en toda regla, según los analistas.
Al respecto,
todavía persiste el oscurantismo sobre cuáles serían las condiciones impuestas
por Bruselas para realizar esta operación y muchos esperan a que las próximas
Cumbres de la CE aclaren este tema antes de tomar una decisión.
Pero lo
cierto es que Italia, una de las naciones más necesitadas de este tipo de ayuda
—pues tiene una balanza comercial positiva hasta el momento de pagar su deuda
pública—, no ha recurrido todavía a esta opción, a pesar de que los tipos de
interés a los que está sujeta en los mercados están asfixiando su economía.
En medio del
alborozo del encuentro a fines de junio, las impresiones de la canciller
alemana, Angela Merkel, no fueron las más destacadas, pero la realidad ha
demostrado el laconismo de sus palabras: "No nos hemos salido del sistema:
prestación, contrapartida, condicionalidad y control".
Fuente: http://tercerainformacion.es/
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