POR UNA MEMORIA DE LUCHA
La Memoria de la lucha por la conquista de
los derechos políticos, sociales y económicos, debe ser uno de los ejes de
reconstrucción de la izquierda
Memoria
Histórica | José Mª Pedreño | 20-09-2012 |
José Mª
Pedreño, 20 de Septiembre de 2012
El nivel de
desideologización de la izquierda a llegado a niveles que rayan, en algunas
ocasiones, la inexistencia de diferencias ideológicas con la derecha. Hemos ido
adaptando nuestro discurso a la cultura dominante, en vez de mantenerlo dentro
de lo que debe ser coherente con un proyecto político global que, hoy por hoy,
aún no hemos sabido definir. Y es que la derrota sufrida en la lucha de clases
a escala mundial al final del siglo XX, ha supuesto una hecatombe de la cual no
sabemos como recuperarnos. No estamos realmente ante una crisis cíclica del
capital (el capital sigue acumulando plusvalías y aumentando sus tasas de
ganancia y los pueblos estamos sometidos a los designios del dios mercado que
maneja a su antojo), sino ante una crisis de la propia izquierda y de las
clases dominadas, como consecuencia de una gran ofensiva del capital en todos
los frentes. Esta nueva ofensiva es continuación de la anterior, que comenzó al
terminar la II Guerra Mundial y finalizó con la caída de los regímenes
socialistas del Este y centro Europa. Ideológicamente es neoliberal en lo
económico y ultraconservadora en lo político y cultural. La ofensiva se
sustenta en la superestructura mediante el control de los medios de comunicación
y de producción cultural, y en la estructura mediante el control de todas las
instituciones nacionales y supranacionales. Se trata de la implantación del
“Nuevo Orden Mundial” del que hablaba Bush hijo, que no es otra cosa que
imponer, por activa, mediante la guerra, o por pasiva, a través de
“revoluciones” naranjas y democracias controladas, el marco político necesario
para el desarrollo del capitalismo en todo el mundo.
Es lucha de
clases a gran escala, globalizada y desarrollada por las clases dominantes
para, eliminando todos los derechos sociales y económicos –y políticos, si lo
creen necesario- aumentar su tasa de ganancia. La acumulación de capital es tan
enorme y el tejido productivo mundial ha decrecido tanto –en España, se
evidencia mucho ese decrecimiento como consecuencia de la destrucción de tejido
productivo, provocada por la aplicación de políticas neoliberales por parte de
todos los gobiernos, tanto estatales, como autonómicos y locales-, que la
posibilidad de extracción de plusvalías sólo es posible mediante la
especulación y el aumento de la explotación de los trabajadores, mediante la
desaparición de derechos sociales y económicos y la desregulación del mercado
de trabajo.
En este
contexto, la Memoria de la lucha por la conquista de los derechos políticos,
sociales y económicos, debe ser uno de los ejes de reconstrucción de la
izquierda –desde y con su pluralidad, y entendiendo el movimiento libertario
como parte de la misma- tras la derrota sufrida por las clases populares al
final del siglo XX, y ante la evidencia clara de que, tras la caída de los
regímenes denominados de socialismo real del centro y este europeos, la
aseveración de Fukuyama sobre el “fin de la Historia” y la desaparición de las
ideologías, se ha abierto paso en lo que se ha dado en llamar “pensamiento
único” que, en la práctica, no es otra cosa que mantener que los postulados del
neoliberalismo (democracia formal en apariencia, más mercado libre y
desregulado), como ideología del capitalismo, son lo único aceptable, negando
toda ideología que contradiga estos principios. Al mismo tiempo, la derrota ha
provocado la desaparición de referentes reales y el desarme ideológico de la
izquierda europea en general –y de la española en particular, con sus
peculiaridades-, que se dejó arrastrar por las tendencias ideológicas
triunfantes tras la larga lucha que se desarrolló a escala mundial durante todo
el siglo XX.
Ante este
situación, es muy necesario buscar referentes históricos positivos que ayuden a
la izquierda a reconstruirse ideológicamente y sea capaz de luchar contra la
cultura dominante, para reconstruirse también organizativamente, con el
objetivo de que las clases populares dominadas puedan dotarse de los
instrumentos orgánicos de lucha necesarios para combatir la implantación de un
régimen político y económico injusto, basado en el “darwinismo” social,
impuesto a través de una aparente democracia en unos casos y de la fuerza en
otros.
Tenemos que
recordar constantemente que los hombres y mujeres cuyos restos se encuentran en
las fosas comunes no sólo luchaban por la democracia, sino también por derechos
sociales y económicos, muchos de los cuales nunca conseguimos conquistar y
otros que, tras haber sido ganados, hoy estamos perdiendo. Millones de hombres
y mujeres de todo el mundo murieron por conquistar esos derechos y nosotros los
estamos perdiendo sin que a los poderosos les esté costando nada, porque no
estamos realmente luchando, sino defendiendo un sistema en el que ya no se dan
condiciones para el pacto social que facilitó la existencia del llamado “estado
del bienestar”, que no era otra cosa que el reconocimiento de algunos de esos
derechos por parte de las clases dominantes, presionadas por la existencia del
gran bloque socialista del Este y centro Europa.
Si pudo
haber un momento en el que se podía concertar treguas con el enemigo de clase
para construir un estado social, ese momento ha pasado. Ya no tenemos una
fuerte retaguardia en el Este que nos permita presionar a los grandes poderes
que gobiernan el mundo; son tiempos de lucha y de hacer. Ha llegado el momento
de que todas las fuerzas democráticas que se oponen a la barbarie que entraña
esta gran ofensiva del capital, empiecen a converger hacía estructuras
orgánicas que permitan dar la batalla, organizando al pueblo para articular la
resistencia. En este momento no podemos aceptar ya, ni negociaciones, ni
concertaciones, ni consensos. La Transición ha muerto y ya es hora de
constituir el Frente Popular que necesitamos para construir la República Social
que deseamos.
Por otro
lado, la situación en la que se encuentra el mundo, con la destrucción, a
marchas forzadas, de los estados sociales europeos, las guerras “humanitarias”
para controlar materias primas y áreas geoestratégicas y la perdida de
soberanía de los estados-nación va a generar cada vez mayores resistencias
populares que, si no se vinculan a referentes históricos e ideológicos claros,
corren el riesgo de quedar en el vacío, o peor, derivar hacia posiciones
racistas, fascistas y xenófobas.
Necesitamos
en estos momentos un proyecto político global que defina, desde la izquierda,
un modelo de estado, un modelo social y un modelo económico; una vez definido,
el nuevo modelo, tenemos que desarrollar el discurso adecuado al proyecto
político definido y elaborar los programas para alcanzar el objetivo final. Se
necesita constancia, firmeza de pensamiento, coherencia, seriedad, analizar los
problemas en profundidad, generosidad y mucho trabajo de base sobre lo
concreto. La tradición de lucha de la izquierda, los principios y valores que
defendían los militantes cuyos restos se encuentran en las fosas, es un
patrimonio que no podemos dilapidar, ni dejar de lado.
Hoy, más que
nunca, esa Memoria de Lucha, debe impregnar cada paso, cada palabra y cada
acción; sin ella nunca seremos capaces de vencer en el presente para que
nuestros hijos y nietos tengan un futuro.
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