La Lucha de Clases fue un semanario fundamental en la
historia de la prensa socialista y de izquierdas desde final del siglo XIX
hasta la Guerra Civil.
nuevatribuna.es | Historia | Eduardo Montagut | 15 Febrero 2015 - 16:24 h.
Este semanario apareció en mayo de 1891,
dirigido por Valentín Hernández Aldaeta. Llevaba como subtítulo el
siguiente: “Semanario socialista obrero”. El origen del semanario debe
encontrarse en la decisión que tomó el Congreso Socialista en Bilbao de 1890
sobre la necesidad de que se crease un órgano de expresión propio de los
socialistas vascos. No pudo durar un año entero porque antes fue suspendido y
su director condenado en un consejo de guerra en febrero de 1892 por insultos a
la Guardia civil. El 7 de octubre de 1894 reapareció ya de forma definitiva y
con Valentín Hernández de nuevo como director, en Bilbao. El semanario salía
los domingos y tenía un tono y estilo agresivos, con un discurso claramente
anticlerical, aunque una de sus mayores señas de identidad fue la defensa de
los trabajadores inmigrantes en el País Vasco. Entre los primeros redactores
estuvieron los siguientes: José Aldaco, Luis de Aquino, Pedro Luero, Toribio
Pascual, Timoteo Orbe y el propio Pablo Iglesias. Miguel Unamuno escribió en el
mismo entre 1894, año en el que ingresó en el partido, y 1897. Sus escritos
versaron, especialmente, sobre el antimilitarismo y el antibelicismo,
artículos, que salvo uno, no llevaban su firma. También Indalecio Prieto
escribió sus primeros escritos en este semanario.
Con el tiempo fue un semanario que alcanzó
una amplia difusión. Hacia 1895 tenía una tirada de unos cinco mil quinientos
ejemplares, elevándose a diez mil hacia 1898. En gran medida, este semanario se
vendía en Bilbao y las zonas fabriles y mineras vizcaínas. Pero también tuvo
gran predicamento en Santander, Gijón y Oviedo.
Cuando Hernández fue expulsado del partido
fue relevado en la dirección del semanario en el año 1900 por Álvaro Ortiz.
Tomás Meabe sustituyó a Ortiz al quedarse ciego, y volvió a imprimir un claro
carácter anticlerical a la publicación. Sobre este renovado anticlericalismo en
el semanario se ha discutido sobre si se debió exclusivamente a Meabe, pero lo
cierto es que el socialismo vasco y español siempre había sido anticlerical,
aunque sin llegar a defender el empleo de la violencia. Por otra parte,
Perezagua no había querido colocar el anticlericalismo en la base de la
movilización socialista.
Otros directores de La Lucha de Clases
fueron: Emilio Beni, Óscar Pérez Solís, Ángel Lacort, Luis Araquistáin y Julián
Zugazagoitia. Éste último fue director en 1921 y desde sus páginas combatió la
escisión socialista que creó el Partido Comunista a partir de la III
Internacional. Zugazagoitia fue desterrado en la Dictadura de Primo de Rivera,
precisamente por delito de imprenta como redactor del semanario.
El último número de La Lucha de Clases
salió el 16 de junio de 1937.
Insertamos el fragmento de un texto de un
artículo aparecido en el número de 23 de mayo de 1896, referente a los
barracones y cantinas en las zonas mineras de Vizcaya, perjudiciales para los
mineros, situación que no se había corregido a pesar de la huelga de 1890, y
que desde el semanario se denunciaba:
“Los trabajadores de las minas de Vizcaya,
reunidos el 1 ° de Mayo en el frontón de Gallarta, hicieron nuevas y ruidosas
manifestaciones contra el mantenimiento de cuarteles y tiendas obligatorias por
los reyezuelos de esta región minera y nombraron una Comisión que reclamará de
los poderes públicos o sus representantes su pronta y absoluta desaparición.
(…)
Los trabajadores de las minas en 1890 se
levantaron en masa en huelga, reclamando la limitación de la jornada de trabajo
y la desaparición de los barracones y tiendas obligatorias. (…)
Hoy, bien que mal, se mantiene la jornada
de trabajo establecida en 1890, pero en cuanto a barracones y tiendas
obligatorias se está en toda la zona minera, con cortísima diferencia, como
antes de la primera huelga.
En la zona de Vizcaya, con menosprecio de
las leyes y mengua del espíritu liberal del siglo, es condición indispensable
para ser admitido al trabajo, albergarse en casuchas antihigiénicas y comprar
los géneros alimenticios, buenos o malos (malos casi siempre y a precios
escandalosos) en determinadas tiendas.
Esto es, a nuestro modo de ver, un
gravísimo atentado a la libertad de trabajo, tan a menudo invocada, un insulto
a las leyes de sanidad e higiene y es, sobre todo, una explotación antihumanitaria
que ningún gobierno culto deba tolerar.
Ahora bien, los obreros de las minas de
Vizcaya, para hacer desaparecer los cuarteles y las tiendas obligatorias,
signos de una nueva y repugnante esclavitud, apelarán al legítimo derecho a la
huelga, si el gobierno y autoridades no creen que debe ponerse un límite a la
insaciabilidad de negreros sin conciencia que cometen verdaderos crímenes.”
Fuente:
www.nuevatribuna.es
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