jueves, 31 de julio de 2014

UNA IDEA NUEVA SOBRE EL SALARIO MÍNIMO

Sindicatos y partidos de izquierda tienen una idea de la importancia social del salario mínimo pero no de la importancia económica.
nuevatribuna.es | Antonio Mora Plaza | 30 Julio 2014 - 12:25 h.

Podría aventurar que, tanto los sindicatos como los partidos de izquierda tienen una idea de la importancia social del salario mínimo, pero que no la tienen de su importancia económica. Tal es así que podría establecerse que es el cuarto problema más importante que tiene España en lo estrictamente laboral. Jerarquizando los problemas, el primero de ellos no sería el paro, sino las consecuencias del paro; el segundo, el paro mismo, especialmente el de larga duración; el tercero, la precariedad galopante de la contratación, y el cuarto sería el salario mínimo, al menos en España, que lo es de 645,30 euros en 14 pagas desde la época de Zapatero (que lo aumentó más que en cualquier época anterior: a cada uno lo suyo) y que Rajoy ha congelado con absoluto desprecio a pesar de que ya era muy bajo. Lo que diferencia a un programa de izquierdas de uno de derechas no está en los problemas que aborda –todos abordan los mismos problemas salvo alguna excepción- sino en la jerarquía con que se presentan y los presupuestos que dedican.
Todos los grandes países de Europa tienen salario mínimo, porque incluso Alemania, que no lo tenía, lo está implementando. También los países pequeños europeos, salvo las notables excepciones de algunos nórdicos y Austria. Incluso en USA hay un salario mínimo federal (FSLA). El salario mínimo tiene las siguientes virtudes: 1) asegura un mínimo a los trabajadores en contra de los empresarios buitres que en algunos mercados laborales podrían pagar incluso por debajo de ese salario en función de la oferta y demanda de trabajo, mercados a veces locales y con trabajadores con poca o nula posibilidad de cambiar de empleo dada su formación y su actividad anterior. En España está el caso del sector de la Construcción y el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. No es el único sector porque ha sucedió algo parecido con la naval (situación retratada maravillosamente en la película Los lunes al sol) y las reconversiones industriales de épocas pasadas Y aún más atrás con las grandes migraciones interiores del campo a la ciudad. Por ello y aun cuando el salario mínimo (752,85 euros de media mensual) sea notablemente inferior al salario medio (en España en torno a 1.550 euros mensuales según A.Tributaria), eso no significa que haya casos y sectores donde el salario real medio esté muy por debajo de un mínimo para vivir dignamente. En España hoy ser mileurista es casi un privilegio y eso es vivir hoy casi en la pobreza; 2) un salario mínimo relativamente cercano a los salarios reales medios expulsaría del mercado a los empresarios de chiringuito, a los que miran sólo hacer negocio a corto plazo a costa de una explotación extrema y que hacen la competencia a quienes piensan más en los ingresos fruto de la modernidad que en reducir los costes a base de salarios de miseria. Aventuro que en la España actual aún predomina el empresario de chiringuito sobre los otros. Un alto salario mínimo ayudaría a crear empresarios que busquen la ganancia basada en la profesionalidad de sus empleados y en la gestión eficaz del negocio. Estos son aspectos que parecen intangibles económicos porque son de difícil medición, pero que son decisivos para valorar, por ejemplo, la productividad general del trabajo en un país dada una estructura económica; 3) pero quizá sea el tercer elemento que juega un papel fundamental en la economía el menos considerado: el del mantenimiento de la Demanda Agregada a través del Consumo. En un país como España, con casi 6 millones de parados y la consiguiente caída del Consumo derivada del aumento del paro desde 2007, un salario mínimo en torno a los 1000 euros hubiera mantenido el tono económico, incluso con la criminal austeridad del gobierno de Rajoy, porque habría tirado de los salarios reales y, por ende, del Consumo, evitando, además, la situación de deflación actual. Y el futuro es incierto a pesar de una cierta mejoría estacional del turismo principalmente, porque la exportaciones ya no están sosteniendo la demanda agregada, el salario mínimo es muy mínimo y la tasa de ocupación no despega. Y más aún con la creciente precarización del empleo, donde los contratos indefinidos ya no alcanzan el 50% del empleo total (un 49,73% de indefinidos sobre el total en mayo 2014). Y en esta situación de balanza de pagos comercial, con la inversión pública reducida a mínimos, la privada a la expectativa pero sin despegar, si el Consumo flojea volveríamos a una tercera recesión. Resumiendo, tendríamos tres recesiones seguidas en menos de una década: 1) la derivada de la crisis que comienza en el 2007, 2) la derivada de la austeridad que nace con Zapatero y sus congelaciones de salarios a funcionarios y pensiones en mayo del 2010 y que agrava extraordinariamente Rajoy con sus recortes en Sanidad y Educación de 10.000 millones en abril del 2012, con la subida del IVA en julio del mismo año, con la reforma laboral de febrero/julio también del 2012, con la limitación a un 0,25% de subida de las pensiones en diciembre del 2013 y de nuevo con la congelación de los salarios de los funcionarios, 3) a causa de la atonía del Consumo y las exportaciones derivada de una política económica y social nefasta del gobierno de Rajoy, incidiendo en la austeridad en un país donde el colchón de lo público sólo está en torno al 35% del PIB. Para comprobar las dos primeras sólo hay que ver la evolución del PIB y de los componentes de la demanda agregada desde el 2007 hasta el 2013.
Pero hay un cuarto papel o una cuarta posibilidad que ni los sindicatos ni los partidos políticos han vislumbrado de la bondad de un nuevo criterio sobre el salario mínimo. Siempre se ha señalado la dualidad del trabajo referido al aspecto jurídico que atañe a la duración del contrato. Contrato fijo o indefinido y contrato temporal o precario, aunque no sean exactamente lo mismo los dos primeros entre sí y los dos segundos también entre sí. Y se dice en la jerga económica que se trata de “mercados duales”. Dejando aparte que el lenguaje juega un papel a favor de consolidar unas prácticas como si se tratara de designios fatales, una especie de fatum griego que avocara a esa dualidad, hay que decir que el error fundamental de los sindicatos y la izquierda ha sido el de tratar de abordar la solución de esta dualidad con medidas meramente jurídicas. La experiencia ha demostrado en España y en todo el mundo que con el carro de lo jurídico por delante de los bueyes de lo económico no se rompe esa dualidad, dualidad que por cierto se sesga cada vez más hacia el contrato precario, temporal o a tiempo parcial, como ya he señalado. Las anteojeras con que se ha abordado este tema por la izquierda y los sindicatos demuestran maneras inerciales de pensar y actuar porque estas organizaciones se impermeabilizan a las críticas de sus prácticas desde la izquierda que podría considerarse crítica o simplemente libre. Se rodean también de asesores a sueldo y, por tanto, sin libertad de juicio real, aunque sin negar su buena voluntad y su profesionalidad. En vista de la experiencia del pasado podríamos establecer la siguiente ley económica en lo laboral: cualquier medida que prime lo jurídico sobre lo económico para romper esa dualidad real en el mercado de trabajo está llevada al fracaso (en general, cualquier medida meramente jurídica). Y eso independientemente de la buena voluntad de las partes.
Por ello traigo una novedad, una nueva manera de pensar para abordar este tema. En primer lugar decir que la diferenciación entre contratos indefinidos y fijos por un lado y contratos temporales o precarios por otro es meramente jurídica, no es operativa. Por ello propongo una denominación económica clara: contratos con costes de despido y contratos sin costes de despido. Sin más. Es importante porque los empresarios han propuesto reiteradamente ¡un contrato indefinido con costes de despido nulo! aprovechando el error de la división meramente jurídica del mercado laboral dual. Es evidente que las cosas no cambian porque se las llame de otra manera pero ayuda a pensar con claridad. El lenguaje es el vestido del pensamiento y conviene ir bien vestido a la mesa de la negociación. Pero lo importante viene ahora. Una diferenciación económica del salario mínimo que ayudaría notablemente a superar parte de la dualidad entre contratos con costes de despido y contratos sin costes de despido sería la de crear dos salarios mínimos: uno para los que tienen costes de despido y otro para los que no lo tienen, siendo más alto –y esto es fundamental- el salario mínimo de los contratos sin coste de despido. Con ello los empresarios tendrían dos alternativas reales y distintas: tener parte de la plantilla –o toda- con costes de despido pero con salarios mensuales más bajos y otra parte –o ninguna- sin costes de despido pero con salarios mensuales más altos. Con unos salarios mínimos que se acercaran mucho a los salarios medios reales el salario mínimo incidiría cada vez más en los primeros. La segunda virtud que tendría esa diferenciación sería la de su gradualidad. Su variación apenas llenaría dos líneas en el BOE. Supongamos que se estableciera el salario mínimo con costes de despido en 1100 euros y el salario mínimo sin costes de despido en 1200 euros. Si se viera que la empresa o el sector –con su convenio bajo el brazo- no  cambia los contratos de los trabajadores sin costes de despido por contratos con costes de despido, no habría que hacer más que aumentar la brecha entre los salarios mínimos –y por ende de los reales- entre ambos tipos de contrato. El tercer aspecto a contemplar sería la necesidad de que los salarios mínimos se acercaran muy mucho a los salarios reales para establecer una relación causa y efecto entre mínimos y reales. Ello podría ser fruto de la negociación colectiva –cambiando la ley de Rajoy- porque no todos los sectores pueden trabajar con los mismos salarios mínimos y los mismos salarios medios. Por ello sería necesario que, además de unos salarios mínimos de nivel estatal contemplados anteriormente, los convenios deberían contemplar a su vez unos salarios mínimos más altos –o en su caso iguales- respecto a los fijados en el BOE bajo estos criterios.
Está claro que este artículo es una invitación a la reflexión acerca de un problema que está en un callejón sin salida con los criterios usados hasta ahora. Y más claro aún que la derecha no tiene ninguna prisa ni preocupación por resolverlo, pero para la izquierda y los sindicatos es ineludible si no se quiere que se siga precarizando lenta pero




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