06/09/2013 - 19:09h
Ilustración:
Silvia Alcoba.
La Unión Europea, que tiene
tantos miramientos a la hora de meterse en los asuntos internos de sus países
miembros, ha avisado al Gobierno español que no puede tolerar casos como el
homenaje de la delegada del Gobierno en Cataluña, la señora Llanos de Luna, a
la División Azul. Este homenaje, que se dio hace unos meses, motivó una queja
de los eurodiputados catalanes Raimon Obiols y Dolores Badia (PSC), Raül Romeva
(ICV), Salvador Sedó y Ramon Tremosa (CiU) y Ana Miranda, del BNG, en
representación de ERC. Ahora, dicha queja ha dado como resultado el aviso de la
eurocomisaria de Justicia, Viviane Reding, que encuentra incompatible la
"banalización del nazismo" con la democracia. Y que a partir del año
que viene, una actitud semejante podrá ser juzgada y castigada penalmente por
Bruselas. Perfecto. Veremos si lo hacen.
Las manifestaciones externas
totalitarias (frases, afirmaciones, gestos, simbología, etc.) que se dan
últimamente por parte de muchos elementos del PP pueden provocar que se acumule
el trabajo en el despacho de la eurocomisaria Reding. Será interesante
seguirlo. Pero volvamos a la División Azul. El acto de homenaje, en su momento,
fue una provocación más de la señora Llanos de Luna, una mujer con carácter de
virreina. Así hay que tomárselo. Pero entonces, como ahora, he echado de menos
un matiz imprescindible a la hora de hablar de la División Azul. Todavía se
recuerdan los pasquines pegados en las paredes reclamando hombres para
enrolarse al famoso grito de "Rusia es culpable". El régimen franquista
tardó poquísimo a ordenar la formación de una división militar para ir contra
Rusia al lado de las potencias del Eje que acababan de invadir la Unión
Soviética. Pero cualquiera que sepa un poco de historia de España, sobre todo
la de los vencidos en la guerra civil, sabe que dicho cuerpo de ejército era
algo más que unos cuantos miles de exaltados anticomunistas. La memoria de los
vencidos está llena de amargura. Sobre todo si, como en el caso de la División
Azul, una parte de los expedicionarios eran vencidos camuflados. Hay que
rescatar el recuerdo. Y justificarlos.
El director Luis García
Berlanga lo explicó muy bien en sus memorias, poco antes de morir (
Bienvenido, mister Cagada, Editorial Aguilar, 2005). En el libro aparecen
muchos recuerdos de la División Azul ya que Berlanga, una persona notoriamente
roja y de familia roja, participó en ella. ¿Es una contradicción? ¿Por qué lo
hizo?
Hay que situarse en aquel
tiempo, en 1941, en medio de la feroz represión de los vencedores de la guerra
civil. De hecho, el director de cine ya había hablado también públicamente
muchas veces: Él, como tantos otros, se alistó, entre otras razones, para
ayudar a su padre represaliado. Se puso la máscara y subió al tren que le
llevaba a Alemania primero y en Rusia, después. Los que sobrevivieron -hubo
8.000 muertos, 15.000 heridos y más de quinientos prisioneros-, como
exdivisionarios, se convirtieron en héroes del Régimen. Barcelona todavía
conserva el recuerdo del recibimiento multitudinario, en 1954, de los últimos
divisionarios que habían sido prisioneros de los rusos casi diez años. Y
Berlanga, como tantos otros que optaron por el exilio interior, se aprovechó
del Régimen tanto como pudo. ¿Qué debe pasar por la cabeza de los
supervivientes de aquella aventura? Los republicanos camuflados de exaltado
anticomunista, decididos a irse a Rusia para conseguir el aval que podía abrir
tantas puertas a parientes y amigos a la vuelta.
El Régimen de Franco se
construyó sobre un montón de mentiras. Una de las cuales está relacionada con
la División Azul. Tanto en lo que respecta a la eficacia guerrera como la
cohesión ideológica de sus componentes. Ahora, simplemente, una vez más me he
puesto en la piel de uno de esos falsos divisionarios, situados en la
disyuntiva de irse a disparar contra quien había sido su aliado hacía cuatro
días. He aquí el terrible dilema: conservar la fidelidad a la idea o conservar
la fidelidad a la otra idea, la de la supervivencia (la tuya y la de tus). No
nos precipitemos: No es fácil de responder. Incluso ahora, que las imágenes de
la guerra civil, de las personas que fueron, de la terrible posguerra, se van
desvaneciendo lentamente, injustamente.
La señora Llanos de Luna, sin
ella saberlo, también homenajeó a estos hombres, muchos de los cuales se dejaron
la piel sin saber muy bien por qué. Las crónicas cuentan que Berlanga, de
vuelta, se paseaba con comodidad entre los exdivisionaris. ¿Y qué?
Fuente: http://www.eldiario.es/
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