Artículos de
Opinión | Juan Rivera* | 17-03-2013 |
El Sr.
Fernández Díaz, ministro del Interior, es un crédulo.Cree a pie juntillas que
Escriva de Balaguer, santo varón capaz de ver la huella de un carmelita
descalzo en la nieve, se llamaba así; la secta de fanáticos a la que pertenece
una Obra de Dios o que los antidisturbios se identifican y no se extralimitan
cuando les ordenan disolver manifestaciones del 15 M o del 25 S.
De pequeño
ya apuntaba maneras: la pederastia del clero -pensaba- era un invento de la
masonería bolchevique y en el Vaticano no hay alfombras porque allí no debe
taparse miseria alguna. De mayor, barruntaba que Bárcenas amasó su fortuna
limpiamente, nadie del PP estaba implicado en el caso Gürtel o que Rajoy es el
súmmum de la inteligencia y perspicacia.
Mientras que
sus pensamientos estuvieron circunscritos a su círculo de beatos y los dejó
caer entre quinarios, rezos y suspiros de mojigatas, no pasó nada. El problema
vino cuando lo hicieron cargo público. Para más inri, ministro. Desde entonces,
cuando opina, a falta de ángeles, sube el pan.
Sus últimas
perlas, perdón inspiraciones divinas, rozan las alucinaciones provocadas por el
ergotismo o como él lo llamaría, el “ fuego de San Antonio” ( ya se sabe, comer
sin saberlo el cornezuelo alucinógeno que parasita el centeno), tan presente en
la dieta de los místicos y santos que escuchaban todo tipo de voces y a los que
tanto admira.
Al hablar
redacta un tratado de estulticia. Se pronuncia sin pudor sobre lo divino y lo
humano, ya sea la homosexualidad, la asignatura de religión o el porcentaje de
católicos en el país.
Para que la
realidad no le estropee un dogma preconcebido - el 75% de españoles son
católicos a marchamartillo- obvia que, pese a los privilegios seculares
disfrutados por su credo, la exclusividad del control educativo e ideológico
fomentado por los poderes públicos en las leyes y constituciones a lo largo del
XIX, XX y XXI o el nacionalcatolicismo franquista del que siente tanta
nostalgia, en la España de 2013, -aunque los datos del CSIC los intente
maquillar hasta Intereconomía-, ni un 15% de la población va a misa, la cruz en
la casilla de la renta a favor de la Iglesia la ponen sólo el 35% o 6 de cada
10 bodas son civiles.
Es decir,
aunque le pese, la sociedad española está afortunadamente lejos de la
uniformidad sumisa a la que aspira y es mucho más plural y abierta de lo que
desearían los Torquemadas vocacionales que tanto abundan en las filas del
conservadurismo hispano.
Con tanta
obsesión por los asuntos celestiales, el ministro no está para gobernar. Lo
mejor que podía hacer sería consolidar la conquista del Paraíso que tiene al
alcance de la mano y abandonar el valle de lágrimas que es su dedicación a la
política, retirándose a un lugar recóndito para dedicarse a la meditación. Como
buen ermitaño.
Eso sí,
cuando dé el paso debería llevarse con él al Gobierno y a la cúpula de su
Partido. Al completo. Que no falte nadie (aunque en su fuero interno sean más
de “sobre”).
No sabemos
si Dios, en el caso de que existiera, le agradecería la acción. La gran mayoría
de españoles, con toda seguridad, sí.
* Miembro
del Colectivo Prometeo y del Frente Cívico-Somos Mayoría

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