Discurso fraudulento
El PP
ganó las elecciones con un relato que no se corresponde en absoluto con su
acción de Gobierno
Que no es lo mismo ser presidente del Gobierno que
ser presidente de un partido es algo que Mariano Rajoy debería haber aprendido
desde su investidura el 23 de diciembre del año pasado. Pero no parece que haya
sido así. La estrategia de dejar que el paso del tiempo permita encontrar
solución a los problemas sin tener que tomar una decisión para resolverlos
puede dar resultados en la dirección del partido. Ahí está el caso de Francisco
Camps como ejemplo. Pero no parece que pueda dar resultados en la dirección
del Estado. Entre la lógica del ejercicio de poder en el interior del partido y
la del ejercicio del poder en el Estado hay una frontera, es decir, hay
contacto, pero también separación. Dejar pasar el tiempo puede ser suficiente
para resolver un problema de partido, pero difícilmente puede serlo para
resolver un problema de Estado.
Debería haberlo aprendido. El paso del tiempo no
solo no resuelve, sino que agrava el problema. La decisión de posponer
la presentación de los Presupuestos Generales del Estado a la fecha de
celebración de las elecciones andaluzas, con la finalidad de asegurar de esa
manera que Javier Arenas pudiera convertirse en presidente de la Junta de
Andalucía, además de no conseguir ese objetivo, supuso una pérdida de prestigio
del Gobierno de España en la instancia en que más importa tener prestigio en
este momento, en la Unión Europea. ¿Puede alguien sorprenderse de que, después
de haber actuado de esa manera, la Comisión Europea rechazara la pretensión del
Gobierno de España de ampliar el déficit para este año del 5,4% al 5,8%? Dejar
pasar el tiempo pasa factura. De manera tangible e intangible. ¿Hubiera podido
ser distinta la decisión de la Comisión Europea si el Gobierno de España
hubiera atendido el requerimiento que repetidamente se le había hecho de que no
retrasara la presentación de los Presupuestos? Nunca lo podremos saber, pero no
es descabellado pensar que la pretensión española habría sido examinada con más
comprensión.
El incidente andaluz debería haber enseñado al
presidente del Gobierno que intentar ganar tiempo subordinando el interés del
país al interés del partido es una mala estrategia. Pero no ha sido así, como
la reacción ante la necesidad de inyectar 23.000 millones de euros en Bankia está poniendo de
manifiesto. El Gobierno parece más preocupado por proteger a Rodrigo Rato,
Miguel Blesa y demás gestores de Bankia que en intentar averiguar qué es lo que
realmente ha pasado y dar una explicación a los ciudadanos de por qué se ha
llegado a donde se ha llegado y es preciso consumir esa enorme cantidad de
recursos públicos en un banco privado. Los 23.000 millones de euros tienen que
ser aportados de manera inmediata. La explicación de por qué tiene que ser así
puede esperar. “No es el momento” es toda la explicación que ha dado el
presidente del Gobierno para rechazar la constitución de una comisión de
investigación parlamentaria.
Nadie puede respetar a un
Gobierno que se niega a investigar una quiebra de la magnitud de la de Bankia y
de las que van a venir a continuación
No sé si dejar pasar tiempo acabará siendo positivo
para Rato, Blesa, Olivas y demás gestores del PP de las distintas cajas que se
fusionaron en Bankia, así como para los gestores de esta última, pero seguro
que no lo es para el país y para su Gobierno, cuya credibilidad desciende de
manera vertiginosa con esta manera de proceder. Nadie puede respetar a un
Gobierno que se niega a investigar una quiebra de la magnitud de la de Bankia y
de las que van a venir a continuación. Dentro del país, como ha escrito en
estos últimos días Josep Ramoneda, supone una ruptura del contrato social en el
que descansa la legitimidad de la acción política. Fuera únicamente puede
generar desprecio no solamente hacia el Gobierno, sino, lo que es más grave,
hacia el propio país.
Subordinar el ejercicio de las funciones que tienen
atribuidas las Cortes Generales al interés del partido del Gobierno no puede
conducir nada más que a un mayor desprestigio institucional y a una mayor
desconfianza en la acción del Estado. Los ciudadanos el pasado 20-N avalaron
con su voto el discurso de Mariano Rajoy de que se había perdido mucho tiempo
por el Gobierno anterior en hacer frente a la crisis económica. Se prometió que
con el nuevo Gobierno no ocurriría lo mismo y que se recuperaría el tiempo
perdido. Lo ocurrido en estos más de cinco meses y medio nos indica que no está
siendo así. Las elecciones fueron ganadas por el PP con un discurso que no se
corresponde en absoluto con lo que está siendo la acción de Gobierno. Ha habido
un componente fraudulento muy elevado en la estrategia que llevo a Mariano
Rajoy a la presidencia del Gobierno. Cada día resulta más visible.
Fuente: www.elpais.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario