jueves, 7 de junio de 2012

"UN ANALISIS EN TRES ENTREGAS"


LA RUPTURA INEVITABLE  (I) LA ATALAYA



En Mayo del 2010 y a propósito de la reforma del mercado laboral presentada por el PSOE escribía en Mundo Obrero lo que sigue:

La unánime conjunción de organismos, sectores económicos, gobiernos y creadores de opinión en la explicitación de la actual ofensiva capitalista le dan a esta un marcado sesgo de asalto final.

La apelación a los sacrificios se reviste con un lenguaje pseudo-científico que hace de la Economía una especie de divinidad lejana, inapelable y ajena a los intereses mayoritarios. Los poderes económicos, sus guardaespaldas gubernamentales y sus pregoneros intelectuales y mediáticos predican un día sí y el otro también la inevitable necesidad de acatar los dictados de los mercados.


Mi argumentación de entonces quería llamar la atención acerca de que estábamos ante una ofensiva del sistema que, independientemente del partido gobernante que fuera, quería acabar definitivamente con todo aquello que desde los años cuarenta se había conocido como el Estado del Bienestar. El que la triste historia de la socialdemocracia se haya resumido en que -cual caballo de Troya- haya iniciado las políticas que luego los conservadores han culminado consecuentemente, se ha visto nuevamente avalada en estas dos últimas décadas.

Sin embargo no debiéramos dejar aquí nuestro comentario ya que esta ligereza induciría a error sobre la auténtica gravedad de la situación. Para el capital, sus contradicciones, sus problemas y sus guerras internas la solución que representan Merkel y compañía es la única posible. La nueva configuración del orden mundial con la aparición de otros protagonistas internacionales, el sobredimensionamiento de la capacidad productiva, la crisis de sobreproducción inherente y la financiarización de la economía internacional han puesto a los integrantes del sistema en una carrera que sólo admite en su seno la supeditación de todo lo que ha significado la herencia de la Revolución Francesa a la lógica infernal del beneficio privado. Estamos ante una crisis de civilización provocada por las contradicciones del sistema que ya Marx advirtiera y las nuevas a ella sumadas: energética, demográfica, medioambiental, política, de valores, etc.

Los empresarios españoles saben perfectamente que el origen real del paro es la creciente atrofia del proceso productivo, del modelo económico y de las expectativas de relanzamiento de la economía; la recesión no es cíclica, es ya inherente al sistema. Nadie tampoco sospechoso de marxista como Shumpeter (1883-1950) ya anunció el fin del capitalismo por una enfermedad que calificó de muerte por éxito. Nuestros empresarios reconocen que la demanda exterior está bajando y que la interior también a causa del creciente subconsumo; sin embargo su alienación ideológica en la supuesta taumaturgia del despido libre y de la precariedad no es otra cosa que una huida hacia delante haciendo bueno lo de pan para hoy y hambre (la de los otros) para mañana.

Grecia no tiene remedio en el euro, ni tampoco España, Portugal e Italia por ahora, y los otros después. El dulce sueño europeísta del Mercado Único a palo seco se acabó. No hay lugar para dilaciones, escapismos o mientras tantos; Rajoy lo sabe perfectamente y se aplica a una política que palie o demore por un tiempo el inexorable final aún a costa del empobrecimiento de la población y de hacer retroceder varias décadas a la sociedad española.

Ante esta evidencia la izquierda que es consciente de ello y que confiesa su continuidad en la oposición al sistema tiene ante sí un reto como pocas veces se ha visto. Y el núcleo central del problema que debe abordar es saber si ella también participa de la idea de que la batalla iniciada tiene las características de batalla final. Sobre ello continuaré en el próximo número.

Publicado en el Nº 246 de la edición impresa de Mundo Obrero Marzo 2012

 LA RUPTURA INEVITABLE  (II) LA ATALAYA
Como continuación de mi anterior artículo expongo en apretadísima síntesis los contenidos que sobre la Ruptura expresé en el Ateneo de Madrid el pasado día 9 de Marzo.

Debemos ser conscientes y asumir que hemos perdido una guerra ¿Quiénes? Objetivamente los trabajadores y asalariados en general; abundantes capas de las clases medias; la juventud y su futuro educativo y laboral; los jubilados y la inmensa mayoría de las familias. También han perdido la guerra conceptos como Democracia, Derecho, Razón, Justicia y Cultura; los DDHH en suma. Y no menos derrotada ha sido la idea de una Europa Federal exponente de un espacio europeo económica, social y políticamente cohesionado. Los derrotados somos quienes a través de los tiempos y desde la I Internacional nos hemos sentido cohesionados, organizados y representados por toda una trayectoria de lucha que ha devenido en conquistas sociales y políticas.

Y la derrota comenzó a gestarse cuando la lógica del sistema capitalista, su universo ideológico y de valores fue siendo, lenta pero inexorablemente, asumido como alternativa de Estado y de organización social. Las luchas, que las ha habido y hay, han sido, durante un tiempo, enmarcadas exclusivamente en los parámetros de lo económico- social pero como demanda de una mayor participación en el modelo de crecimiento, consumo y reproducción político- cultural. El proceso que comienza con el Acta Única Europea y su aceptación poco meditada me excusan de mayores comentarios. Y es que a una lógica o se le opone otra de diferente estructura y contenido o al final se pierde la guerra. La aceptación acrítica de conceptos como mercado, competitividad y crecimiento sostenido son los polvos que han traído estos lodos.

La gran paradoja de estos momentos es que nos hallamos en una situación que pudiera calificarse de pre-revolucionaria pero sin un sujeto revolucionario definido, claro, consciente y dispuesto. La anomia, la resignación y una apatía huidiza parecen dominar un escenario en el que las esporádicas manifestaciones de protesta son condenadas por toda la opinión publicada y, desde su silencio, por una mayoría sorda, muda y autista. Un panorama de extrema gravedad y de consecuencias inimaginables habida cuenta de que los ganadores no tienen en su mente la idea de pacto, acuerdo o transacción. Ellos se saben ganadores.

Ante nosotros reaparece como un fantasma la vieja pero clásica interrogante que escribiera Lenin entre finales de 1901 y principios de 1902 ¿Qué hacer? Una pregunta ante la cual sólo caben dos opciones consecuentes: aceptar el reto de contestarla o diluirse en las mil y una formas de escapismo inútil. Si asumimos la primera opción debemos ser conscientes de que, terminada y perdida esta guerra, se impone la organización de otra. Y ello conlleva cambios de envergadura en estrategias, tácticas, organizativos, lenguaje, valores y mensajes. De todo lo anterior debemos conservar la herencia de la experiencia actualizada pero nada más; los pertrechos para el combate. La hoja de ruta y el orden del día los debemos ir imponiendo nosotros.

Y la primera idea que, a mi juicio, se debe tener clarísima es que el objetivo no es otro que conseguir la Ruptura que no fue posible, al parecer, en 1975. Me apresuro a precisar que esa última afirmación mía tiene un mayor alcance y contenidos que la simple formulación del dilema que entonces planeábamos sobre el referéndum acerca de la forma de Estado. En este caso y como ya explicaré en el próximo número la Ruptura es radical en sus contenidos pero a la vez gradual en su aplicación siguiendo la ley de la transformación de la cantidad en calidad. Lo cual indica una estrategia indubitable. (Continuará)

Publicado en el Nº 247 de la edición impresa de Mundo Obrero Abril 2012

 
LA RUPTURA INEVITABLE  (III) LA ATALAYA
Creo que ya, a estas alturas de la experiencia vivida en las tres últimas décadas, no cabe hacerse ilusiones sobre las perspectivas de un cambio hacia posiciones que podríamos llamar keynesianas, de Estado de Bienestar o de Estado Social y Democrático de Derecho, confiando en un simple bandazo electoral hacia la otra cara del bipartidismo: el PSOE. Otra cosa es que juguemos a auto-engañarnos. Las coordenadas del sistema no admiten más variables que unos ligerísimos retoques cosméticos sin rozar en absoluto la estructura del modelo. Por eso toda fuerza política que pretenda un cambio radical -y no puede haber otro si se quiere enderezar esta barbarie que padecemos- no puede jugar a introducir simples aderezos a la política realmente existente y que comparten las dos caras del bipartidismo.

Nosotros fuimos en su tiempo los abanderados de lo que entonces se denominó Ruptura Democrática y que se visualizó con la exigencia de que se convocase al pueblo español para decidir en referéndum la opción entre República o Monarquía. Pero había mucho más que esa exigencia de imprescindible factura democrática.

En el Manifiesto–Programa del PCE del año 1975 nos atrevimos a desarrollar un proyecto de futuro en el que había una etapa denominada Democracia Político-Social. Una lectura reposada de ese documento nos demuestra -mutatis mutandi- la vigencia del mismo. Era una apuesta desde la convicción de que la Democracia en España debería ir acompañada de cambios en lo económico, social, político y cultural. Planteaba, en resumen, que cualquier alternativa al régimen franquista debiera surgir de la que entonces llamamos Ruptura Democrática.

La Transición ha consistido básicamente en una Restauración monárquica que como la de 1876 ha afianzado el poder de las oligarquías económicas, sociales y políticas con siglas y caras nuevas pero conservando intacta toda la estructura e intereses ligados al franquismo. Los años transcurridos y la evidencia de los hechos hablan mejor que nadie. Había que entrar en la CEE y se entró. Había que entrar en la OTAN y se entró. Había que homologarse siquiera en el funcionamiento político-institucional pero sin cambios democráticos en sus estructuras profundas, y se homologó.

Todo ese andamiaje se ha venido abajo. A la crisis del modelo amparado por la Transición se le ha añadido la del modelo representado por la Globalización; sin haber alcanzado nunca en España el nivel europeo del Estado del Bienestar estamos sufriendo los desastres de la era González: privatizaciones, reformas laborales, fiscalidad injusta, falta de desarrollo de tejido productivo, especulación, etc. No se trata de restañar heridas o de corregir tal o cual aspecto sino de -en plena crisis- construir otro modelo.

Abordar esa cuestión con resolución es instalarse en la Ruptura y en su contraria, la construcción de la Alternativa. Por una parte acopiar fuerzas sociales, aliados y presencia institucional para producir en su momento la Ruptura; pero de manera simultánea trabajar en la creación de un programa alternativo desde abajo y en el que los nuevos valores y la nueva Ética vayan reflejados en el mismo. Retomemos elaboraciones, propuestas y trabajos que en su día fuimos capaces de co-elaborar con otros. No caigamos en la trampa de asumir la dialéctica izquierda-derecha como disfraz del bipartidismo imperante. Nuestro pacto, hoy por hoy, sólo es posible con los esfuerzos organizados que desde la base de la sociedad plantean un mundo nuevo. Nunca los remiendos, los oportunismos o los pactos palatinos pueden paliar esta situación.

Naturalmente que esta opción por la Ruptura y la Construcción exige, demanda y obliga a una reconsideración teórica y organizativa que sigue apremiándonos. Y de tal manera que cuando la echamos por la ventana se presenta en la puerta y viceversa, Así hasta que nos deje por imposibles y termine por llamar a otras puertas que sepan abrirse.

Publicado en el Nº 249 de la edición impresa de Mundo Obrero Junio 2012







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