lunes, 2 de febrero de 2015

GRECIA: RENEGOCIAR LA DEUDA



Carlos Echeverría Vázquez
Abogado y Fundador y Expresidente de Ateneo Republicano de Galicia
A Coruña 02 de Febrero de 2014

Las deudas hay que pagarlas, dicen la troika y los acreedores. Y añaden: no a ninguna reestructuración de la deuda sino tan solo a una breve prolongación del plazo de devolución.
Eso indica que están dispuestos a volver a negociar, pero de rebajas nada. Y añaden: El orden mundial se basa en el cumplimiento de los compromisos adquiridos.

Hasta el gobierno español ha salido a defender su crédito de 20.000 millones y avisa que no es posible.

La contundencia de la respuesta casa mal con lo acontecido históricamente fuera y dentro de la Unión Europea, dándose muchos casos de liberación sustancial de parte de la deuda, es decir, no es un hecho nuevo, ni imposible, ni contrario a los usos internacionales.

Los infantiles argumentos esgrimidos para cerrarse a la petición griega (efecto llamada: vendrán otros con igual pretensión), no se sostienen. Admiten la razón de unos pocos pero no de muchos que gritarían demasiado. La demagogia del recurso a la ciudadanía (lo prestado pertenece a todos los españoles, dice Mariano el de las cositas) es patético. Cuando nuestro presidente asumió la deuda de nuestros bancos, infinitamente mayor, no le tembló el pulso y accedió al rescate financiero.

Los acreedores financieros no son ciudadanos, sino buitres carroñeros que negocian con la angustia de los que sí son ciudadanos, viéndose estos obligados a endeudarse por necesidad y en las condiciones leoninas  de los que fijan las reglas.

Ese orden mundial que reclaman, ha sido respetuosamente aceptado por los gobiernos que otrora han cedido al chantaje, pues comparten los mismos intereses. Tendrán que admitir democráticamente que los gobiernos populares que les sustituyan hagan de forma diferente.

Renegociar lo mal negociado, por decirlo de forma benevolente, no significa necesariamente romper las reglas. Pero los poderes financieros se ven cogidos por una pinza que ellos mismos han creado. Dieron créditos suculentos por plazos, intereses y bonificaciones no rentables, a clientes privilegiados (grandes empresarios afines, partidos políticos, amigos) a los que incluso perdonaron toda o parte de la deuda. Esta amabilidad hacia los suyos se compensaba con la usura inmisericorde a los que estaban fuera del sistema. Mientras permanece equilibrado su quehacer lucrativo por los dos elementos que sujetan el tinglado, todo va bien. Pero en el momento en que se desgaja el extremo donde está la renta remuneradora, sólo queda asumir la pérdida o  renegociar con el otro extremo, tarea esta última notoriamente difícil.

Un diagnóstico compartido es que Grecia, ni a cincuenta años vista, podrá pagar la deuda que representa un 175 % de su PIB. Negarle la renegociación es como condenarle a una deuda permanente no revisable.






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