sábado, 21 de febrero de 2015

ENTREN PA' DENTRO



Pasen, pasen... y dejen los corotos en ese ladito
Viernes, 20 de febrero de 2015
"Al pasar, se cruzaron las miradas, - escribe Ramón Afonso - se rozaron las ropas y se midieron los odios con un tropel de gente que no parecía muy contenta de salir. Esta gente es como de la familia, pero la verdad, qué ganas tenía de que se fueran" (...)  
   Por RAMÓN AFONSO / CANARIAS-SEMANAL.ORG.- Pasen, pasen, no se queden ahí, entren y dejen los corotos en ese ladito.  Al pasar, se cruzaron las miradas, se rozaron las ropas y se midieron los odios con un tropel de gente que no parecía muy contenta de salir.  Esta gente es como de la familia, pero la verdad, qué ganas tenía de que se fueran.  Los recién llegados no lo dudaron ni un momento, estaban extenuados y a punto de perderlo todo, aunque sabían que al cruzar aquel umbral todo podría cambiar.
         Ya Íñigo nos avisó de que venían unos cuantitos y que por nada del mundo les dejáramos ir, así que esta casa, aunque a medio, qué digo a medio, empezándose a construir, es toda suya.  Tómense la jícara de café y se la enseño.  Esto es el recibidor, es bastante grande ¿no?, es lo más grande de la casa.  "Se puede dar hasta un mitin", dijo entre risas.  Y siguió enseñándoles la casa que era de una sola planta, pero con varios huecos de escalera para el futuro.  Este es el baño, el comedor, muy amplio también, los dormitorios… Y llegaron a la cocina, mire qué hermosura.  La verdad es que nos hacen falta muchas cosas, no tenemos electrodomésticos ni ordenador, teléfono sí, ahora no sé si empieza por 922 ó 928 ¿?.  Platos, calderos y cubiertos tenemos bastantes y, sobre todo, ganas de sacar p'alante la casa, pero lo que peor llevamos es que nos achacan no saber cómo organizar todo esto
  No se preocupe, para eso estamos aquí, le contestó con suficiencia el que parecía comandar la expedición.  Unos meses después, los huéspedes, poco a poco y sin estridencias, convirtieron en simples inquilinos a quienes los habían acogido y se hicieron con el control de todo, distribuían el dinero, programaban el trabajo, decidían las comidas, acordaban las lecturas, organizaban ágapes y tertulias y hasta reprendían a quienes no cumplían su código ético… Finalmente, reordenaron la casa - tirando unos tabiques y construyendo otros, cerrando puertas y abriendo ventanas - con la esperanza de ganar espacio para las previsibles celebraciones de otoño.
  










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