Pasen,
pasen... y dejen los corotos en ese ladito
Viernes, 20 de febrero de 2015
"Al pasar, se cruzaron las miradas, - escribe Ramón
Afonso - se rozaron las ropas y se midieron los odios con un tropel de gente
que no parecía muy contenta de salir. Esta gente es como de la familia, pero la
verdad, qué ganas tenía de que se fueran" (...)
Por RAMÓN AFONSO /
CANARIAS-SEMANAL.ORG.- Pasen, pasen, no se queden ahí, entren y dejen
los corotos en ese ladito. Al pasar, se cruzaron las miradas, se rozaron
las ropas y se midieron los odios con un tropel de gente que no parecía muy
contenta de salir. Esta gente es como de la familia, pero la verdad, qué
ganas tenía de que se fueran. Los recién llegados no lo dudaron ni un
momento, estaban extenuados y a punto de perderlo todo, aunque sabían que al
cruzar aquel umbral todo podría cambiar.
Ya Íñigo nos
avisó de que venían unos cuantitos y que por nada del mundo les dejáramos ir,
así que esta casa, aunque a medio, qué digo a medio, empezándose a construir,
es toda suya. Tómense la jícara de café y se la enseño. Esto es el
recibidor, es bastante grande ¿no?, es lo más grande de la casa.
"Se puede dar hasta un mitin", dijo entre risas. Y siguió
enseñándoles la casa que era de una sola planta, pero con varios huecos de
escalera para el futuro. Este es el baño, el comedor, muy amplio también,
los dormitorios… Y llegaron a la cocina, mire qué hermosura. La verdad es
que nos hacen falta muchas cosas, no tenemos electrodomésticos ni ordenador,
teléfono sí, ahora no sé si empieza por 922 ó 928 ¿?. Platos, calderos y
cubiertos tenemos bastantes y, sobre todo, ganas de sacar p'alante la casa,
pero lo que peor llevamos es que nos achacan no saber cómo organizar todo esto
No se preocupe, para eso estamos aquí, le
contestó con suficiencia el que parecía comandar la expedición. Unos
meses después, los huéspedes, poco a poco y sin estridencias, convirtieron en
simples inquilinos a quienes los habían acogido y se hicieron con el control de
todo, distribuían el dinero, programaban el trabajo, decidían las comidas,
acordaban las lecturas, organizaban ágapes y tertulias y hasta reprendían a
quienes no cumplían su código ético… Finalmente, reordenaron la casa - tirando
unos tabiques y construyendo otros, cerrando puertas y abriendo ventanas - con
la esperanza de ganar espacio para las previsibles celebraciones de otoño.
Fuente: www.canarias-semanal.org
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