Periodistas y estudiosos sostienen que ETA
fue sólo la mano ejecutora de un atentado que, a su juicio, beneficiaba a
muchos: desde el propio entorno de Franco hasta la extrema izquierda, pasando
por la URSS y a EEUU
Sagrario
Ortega / EFE Madrid 20/12/2013 08:17 Actualizado: 20/12/2013 08:17
Estado del coche de Carrero Blanco tras el atentado.
Este viernes
se cumplen 40 años de la muerte del almirante Luis Carrero Blanco, cuatro
décadas en las que no se han podido disipar las sombras de duda que aún se
ciernen sobre el primer atentado de ETA en Madrid, por el que nadie se ha
sentado ni se sentará en el banquillo.
¿Fue el
asesinato del entonces presidente del Gobierno y mano derecha de Franco una
conspiración?. Los expertos que han estudiado esa época de la historia más
reciente de España así lo creen, pero lo cierto es que ni los libros editados
sobre el asunto ni, incluso, las series de televisión, han despejado la
incógnita. Lo único seguro es que ETA perpetró la acción. Los terroristas de
la denominada operación Ogro eligieron el 20 de diciembre de 1973, con
Franco ya enfermo, para dar un gran golpe de efecto que trascendió más allá de
nuestras fronteras.
Un aviso de
que la banda tenía capacidad suficiente para acabar con la vida del número dos
del régimen, pero, en opinión de los expertos, ETA fue sólo la mano
ejecutora, porque muchos intereses se escondían detrás de esa acción, como
refleja el periodista y escritor Manuel Cerdán en su libro Matar a Carrero
Blanco: la conspiración. Pese a que en ese momento Madrid estaba blindada
por la Policía, los terroristas pudieron excavar un túnel en la calle de
Claudio Coello, tiraron cable a plena luz del día vestidos con monos de trabajo
y colocaron ocho kilos de goma-2.
Imagen del
socavón que dejó en la calle Caludio Coello la explosión al paso del coche de
Carrero Blanco.
Hombre de
costumbres y con escasas medidas de seguridad, ese 20 de diciembre el almirante
se dirigía a primera hora de la mañana a misa, como todos los días, en el coche
oficial para recorrer el corto trayecto entre su casa, en la calle Hermanos
Bécquer, hasta la iglesia San Francisco de Borja, en la calle Serrano. Muchos
recuerdan en España las imágenes de aquel día, en el que la goma-2 que ETA hizo
explosionar lanzó al vehículo a una altura de 20 metros hasta caer en el
patio interior de la casa provincial de la Compañía de Jesús.
El atentado causó
la muerte del almirante y de los dos policías que le acompañaban. Sus
autores fueron los etarras Jose Ignacio Múgica Arregui, alias Ezkerra;
Pedro Ignacio Pérez Beotegui, Wilson, y José Miguel Beñarán Ordeñana,
conocido como Argala.
Pero esta es
sólo la secuencia de los hechos. La pregunta ha sido, es y, previsiblemente,
seguirá siendo esta: ¿Quién estaba detrás del atentado que desestabilizó el
régimen y desbarató la sucesión de Franco y, por ende, el continuismo de su
política?.
Cerdán, que
se ha leído los 3.000 folios del sumario, plagado de errores
"bestiales", según dijo con motivo de la publicación de su libro,
asegura que la muerte del almirante beneficiaba a muchos: a la propia ETA, a
la extrema izquierda, parte del entorno de Franco o más bien de su mujer, a la
URSS y a EEUU. A cada uno le movía su motivo, que Cerdán explica
detenidamente en su libro, pero a la pregunta de si ETA atravesó el Atlántico o
el Telón de Acero, respondió: "Me quedo con el Atlántico antes que con los
Urales".
Juan Carlos,
siendo príncipe, con Luis Carrero Blanco y el presidente de las Cortes,
Alejandro Rodríguez de Valcárcel, se dispone a acompañar a Franco en la tribuna
del desfile de la Victoria de 1970
Y es que,
según su investigación, a Estados Unidos no les gustó nada que Franco
nombrara presidente a Carrero, ya que éste se oponía a la renovación del
acuerdo de las bases estadounidenses en nuestro país. Con Carrero ya en la
tumba, Carlos Arias Navarro refrendó la continuidad del convenio.
No sólo
Cerdán ha apostado por la teoría de la conspiración. El periodista Ernesto
Villar, autor del libro Matar a Carrero, dice que aunque la idea del
atentado no surgió del propio régimen, desde éste se respaldó por acción u
omisión. Va más allá y asevera que el régimen quiso pasar de puntillas y lo
antes posible por este atentado. Y para perpetrarlo, sus autores pudieron
moverse por Madrid con toda impunidad, además de haberse ignorado todos los
informes que llegaron sobre los terroristas.
Tanto Cerdán
como Villar son pesimistas sobre la posibilidad de conocer toda la verdad. Muchos
de los protagonistas han muerto y los que viven, callan.
Fuente: www.publico.es



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