martes, 24 de diciembre de 2013

MADRID NO ES UN CORTIJO, ES UN CLUB CON DERECHO DE ADMISIÓN


Eduardo Sotillos | Sistema Digital
nuevatribuna.es | 23 Diciembre 2013 - 19:43 h.

Los seis millones de habitantes de Madrid cuentan poco. Madrid, Madrid, lo que se dice Madrid, es un núcleo de poder y de influencias, de relaciones personales, políticas y económicas, que cabe en un estrecho perímetro urbano con el centro en la Plaza de la Cibeles y la frontera en la M-30. Algunos centenares de personas, la inmensa mayoría vinculadas al Partido Popular, han ido entretejiendo una red de intereses comunes que ahora ha saltado a la luz pública gracias al descubrimiento de unos correos electrónicos y alguna aislada acción de la Justicia.
Cajamadrid, como se ha encargado de poner de manifiesto uno de sus últimos gestores, el transitorio residente en Soto del Real, Miguel Blesa, recompensado con cerca de veinte millones de euros por sus horas de trabajo en la entidad compatible con cruceros y cacerías de corzos en los paisajes más exóticos, ha sido -¿ha sido?- uno de los más eficaces instrumentos para alimentar con el dinero hurtado a la viabilidad de esa banca pública proyectos culturales descabellados y nóminas de amigos y familiares de los gobernantes madrileños. La desvergüenza de los mensajes que ahora hemos conocido, pero que siempre hemos sospechado, dejan al desnudo la sinceridad con la que el hijo mayor de José María Aznar se creía legitimado para transmitir su irritación porque no se le pudiera conceder a su padre todo lo que pedía. Con la lógica de quien sabe que si Blesa estaba allí, sin merecerlo, era gracias a la dádiva personal de su ilustre progenitor. Blesa no está, pero José Mari sí. Tiene a su cargo una denominada “empresa-buitre”“que se encarga de malvender los fondos inmobiliarios de la actual Bankia”.
El sentido familiar de ese Madrid dominante, no impide problemas afectivos ni crisis matrimoniales, pero preserva los patrimonios. El Jaguar nunca visto por Ana Mato, utilizado por su esposo, Jesús Sepúlveda, es una anécdota al lado de la supina ignorancia manifestada por Esperanza Aguirre en sus provocadoras respuestas al interrogatorio judicial. La misma que puede interesarse por la presencia de un periodista en una tertulia de Telemadrid, ignora absolutamente quién se encarga de la organización de todos sus actos públicos y cómo se pagan esos saraos. Naturalmente, “no ha sido de su confianza” la persona de su absoluta confianza, el imputado López Viejo, ni ninguno de sus colaboradores directos. Claro, normal, en un partido político cuyo Tesorero, un tal Bárcenas, parece que era un “okupa” de ese edificio de la calle Génova remodelado con facturas redactadas en un taxi, “que no se sabe si se cobraron”. Una minucia de apenas 200.000 euros para un apellido con pedigrí.
A nadie debe sorprender, en este contexto, que doña Lourdes Cavero, esposa de don Ignacio González, imputada por una jueza de Estepona y defendida por la Fiscalía Anticorrupción con inusitada premura, cobrara 700.000 euros de indemnización por un ERE -igual que cualquiera de los trabajadores despedidos en Telemadrid- y encontrara rápidamente un trabajo a las órdenes directas del omnipresente Arturo Fernández en la organización patronal madrileña. ¿Quién duda de la eficacia de la actual Reforma Laboral?
Madrid es un club donde se juega al golf por la cara si eres de la peña. Pero donde también los clubs de fútbol, o sus directivos, aparecen bajo sospecha por sus operaciones urbanísticas o por sus negocios audiovisuales dependientes de la buena voluntad de la casta política madrileña, que la gobierna desde los tiempos del “tamayazo”.
Si la izquierda no se pone las pilas, se deja de luchas cainitas y viejos rencores, y fragua una alternativa fiable con personas limpias de la mínima mácula en su biografía, habrá que apelar al dicho castizo: “Apaga y vámonos”. Y el último que apague la luz, si puede pagar la factura.


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