Francisco Javier Vivas |
Escritor
nuevatribuna.es | 16 Diciembre 2013 -
13:07 h.
Bien,
pues ya sabemos cosas más precisas sobre el proceso soberanista en Cataluña.
Pero el asunto no se aclara, sino que se oscurece con esas concreciones.
Por
boca de Artur Mas conocemos la pregunta -en realidad, dos-, que se formularía a
los catalanes en un referéndum sobre la independencia, en caso de celebrarse:
“¿Quiere que Cataluña sea un Estado? ¿Quiere que este sea independiente?”.
También
nos ha dado a conocer la fecha del posible refrendo, el día 9 de noviembre de
2014, que parece escogida adrede para molestar, pues ese día es la fiesta
oficial de la Comunidad de Madrid, la virgen de la Almudena. Lo cual no es un
detalle que haya podido pasar por alto una persona católica y conocedora del
santoral como Artur Mas, y que, desde luego, no dejarán pasar sin bronca las
huestes madrileñas del Partido Popular.
Y
conocemos también la taxativa y rápida respuesta de Rajoy: “Garantizo que ese
referéndum no se va a celebrar. Es inconstitucional”. Punto pelota.
Pues,
sabidas las preguntas de uno y la respuesta del otro, no parece que quede mucho
más que hablar.
En
realidad, sobre un fondo de indignación popular que busca en Cataluña
responsables a tantos desafueros habidos en España, el proceso está siendo un cúmulo
de torpezas, surgidas, por un lado, de la prisa de Mas por escapar como sea de
sus responsabilidades en la crisis económica y en los recortes posteriores,
para endilgar al Gobierno de Rajoy y a España, como si fueran lo mismo, los
nefastos efectos de su antisocial y poco honesta gestión (CiU no es un partido
ajeno a la corrupción). Y en este deseo de escapar, la salida soberanista
aparece como el ungüento mágico que todo lo cura: si España es culpable, nos
vamos y en paz (pero no con paz).
Por
otro lado, está la prisa de ERC, que espera obtener una buena cosecha de votos
de la situación y presiona a CiU para que impulse el proceso soberanista hacia
una salida que tiene mucho de anticolonial, como si buscase el choque frontal
con el gobierno de la metrópoli. De ahí viene el amontonamiento de agravios,
ciertos o imaginarios, la retórica victimista, la manipulación de la historia y
la continua elevación de la tensión con desplantes y gestos, que a veces son
infantiles.
Es
difícil saber qué ideas hay en la cabeza de los ideólogos de este proceso, pero
conviene recordarles que todos los conflictos y, desde luego, las peleas,
acaban en una negociación, pero es mejor negociar antes que empezar a darse
bastonazos. Y si miran con atención lo que está ocurriendo en Escocia, verán
que el proceso marcha por otros derroteros por la capacidad de negociar que han
mostrado los independentistas escoceses, quienes han arrastrado al diálogo al
gobierno de Cameron, que, desde luego, poco tiene que ver con el del Partido Popular,
siendo ambos conservadores.
La
solución menos mala, incluso para los independentistas, está en negociar,
negociar y volver a negociar, antes, durante y después de celebrado el
hipotético refrendo. ¿O es que alguien se imagina que se puede proponer la
escisión de un país, convocar a sus habitantes a un refrendo y, que, una vez
ganado para la causa independentista, se puede colmar la escisión sin hablar
hasta el agotamiento y sin negociar?
Acumulando
agravios contra España, no contra el Partido Popular sino contra España, y con
escasa propensión a negociar, Mas y los que le siguen, sean o no
independentistas, se enajenan apoyos que podrían ser fundamentales para
su causa, porque no toda España es anticatalana, como ellos creen y hacen creer
a sus seguidores.
Una
de sus principales preocupaciones debería ser buscar apoyos entre los
ciudadanos que no viven en Cataluña, dotar de razones a los habitantes del país
“opresor” para conseguir su simpatía o, al menos, para no fomentar su
oposición. Pero parece que pretenden precisamente lo contrario, provocar la
animadversión hacia Cataluña, y no sólo hacia los soberanistas, con lo cual
proporcionan apoyos a su adversario, el denostado “gobierno de Madrid”, cuando
no atraviesa por uno de sus mejores momentos. La táctica es, cómo poco, miope.
En
realidad, estamos asistiendo al enfrentamiento de dos versiones del proverbial
genio hispánico de sostenella y no enmendalla, de la misma intransigencia
española y de la (mala) manera de querer hacer las cosas a la brava, mientras
una dice: quiero esto y lo quiero ahora, la otra responde: pues no lo tendrás,
ni ahora ni nunca.
Mas
parece haber perdido el “seny” catalán y Rajoy su parsimonia de gallego; ambos
dirigentes, poseídos por la profunda convicción de hallarse en posesión de la
verdad, firmeza que han recibido de la misma fe católica, han perdido la cabeza
y actúan con la testuz, y como dos cabras hispánicas están dispuestos a darse
topetazos hasta que uno de ellos desista.
Y,
en este país tan proclive a utilizar la cabeza para embestir -Machado,
¡vuelve!- y a darse cabezazos, ambos están poniendo las condiciones para que el
día 9 de noviembre del año 2014, sea, en nuestro calendario maya, el día del
gran testarazo.
Fuente:
www.nuevatribuna.es
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