Autor:
Paco Arenas
Sábado, 07 de septiembre de 2013
Franco y su heredero
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Hace unos días me preguntaron mi opinión sobre la transición, sobre la
actuación del PCE en concreto y sobre lo que por entonces sentimos sus
militantes de entonces y si el PCE tenía otras alternativas ante la encerrona o
la disyuntiva del resto de la oposición y del Régimen. No soy ningún
experto, ni un analista ni objetivo ni por supuesto neutral, por lo cual tan
solo puedo hablar puedo hablar más sobre mis sensaciones personales de aquel
joven idealista del momento y desde la perspectiva que da el tiempo, la
distancia y mis muchas canas.
Quien preguntaba consideraba que tal vez el PCE no tenía alternativas o lo
cogía o quedaba fuera de juego. En aquel momento yo no lo vi así,
aunque intenté en su momento verlo así, pero sin coger el carné del partido.
A toro pasado resulta muy fácil decir que no debía haber actuado así ni
Carrillo ni la cúpula del partido comunista, entonces yo me sentí muy
defraudado. Sí, es fácil que tal vez al PCE se le hiciese una encerrona, pero
sin el PCE de ningún modo se podría haber dado una apariencia democrática a la
farsa que ahora sabemos que fue la continuidad de la dictadura con envoltorio
parlamentario, pero continuadora de los principios del Movimiento. Eso lo
sabía la dirección del PCE y los sabíamos quiénes participábamos en la
lucha. Aunque algunos participásemos como si tratase de un juego por la
edad, en mi caso desde los 15 años participé siguiendo directrices del
PCE, sin entender de política, en ningún caso se nos dijo que se iba a
renunciar a la República, sino todo lo contrario.
Este amigo me decía que el PCE había tenido que pagar un precio muy alto al
renunciar a sus principios. Por supuesto que fue un precio muy alto
el que tuvo que pagar el PCE, sus militantes, simpatizantes y el pueblo español
en general, las consecuencias todavía hoy las sufrimos. No
así sus dirigentes, que poco o nada hicieron contra la decisión de
Carrillo, pensaban que iban a ser el partido mayoritario de la izquierda, pero
al vaciar de contenido el partido, ofreciendo algo parecido a lo que ofrecía el
PSOE, incluso este sin renunciar abiertamente a la República, con juventud y
labia y marcos alemanes, los impostores de Surennes se hicieron con la
hegemonía de la ilusión de gran parte de la clase trabajadora. La
dirección del PCE se limitaba - sin argumentos razonados - a intentar
convencer a la militancia, participando de una “transición a la democracia” en
la cual podían legalizarse cualquier partido incluso de extrema izquierda - los
de derecha estaban legalizados - siempre que no fuesen republicanos. A mí me
pilló con 17 años me supo el trago amargo como si me hubiese tomado una
copa de Fernet Branca, me sentí traicionado y no cogí el carnet del PCE tras su
legalización, aunque durante unos años estuve participando en actos de todo
tipo con el mismo.
No sé si considero a Carrillo un traidor o no, yo me sentí traicionado,
sensación que me duro durante mucho tiempo, a su muerte no escribí ni una sola
línea ni a favor ni en contra, no sé si hubiese preferido un PCE ilegal o no,
estaba y estoy convencido que si no se hubiese legalizado, con la fuerza que
tenía el Partido, de ningún modo hubiese sido viable la prolongación del
proyecto continuador de la dictadura, eso lo sabía tanto Suarez, como el rey o
Carrillo, no era necesario renunciar sino negociar y eso no se hizo, había
muchas prisas.
La decisión, hasta lo que yo conozco, se limitó a un número muy reducido de
la cúpula del PCE, a las bases se nos puso las condiciones, aceptándolas la
inmensa mayoría sin rechistar, entre otras cosas porque tampoco teníamos muchas
alternativas, ni decisiones, habíamos vivido en la oscuridad de la dictadura
muchos años, de repente veíamos una luz de una vela muy débil, pero que nos
permitía, al menos eso pensábamos, llegar a lograr nuestros sueños.
Aceptamos como mal menor y porque la decisión la presentaban como la
única vía posible, posiblemente de no haber coincidido la legalización del
Partido con mi llegada a la península yo habría aceptado la decisión
influenciado por mis camaradas, pero cuando quise contactar con el PCE, el
partido ya era legal y yo un adolescente testarudo.
Mi opinión de entonces, aunque desde distintas posiciones ideológicas,
coincide bastante con la actual en cuanto a lo negativo de la aceptación del
acuerdo del PCE con el Régimen, así como su evolución posterior hasta la
formación de Izquierda Unida en 1986, en que tímidamente, comenzó a recuperar
los principios republicanos. Hasta ese momento, en las manifestaciones en
la que algunos portábamos la bandera republicana, siempre habíamos sido
amonestados por los servicios de orden del PCE, porque el camarada Carrillo así
lo había decidido. Todavía recuerdo cuando en la plaza de Toros de
Valencia, abarrotada de gente se me ocurrió sacar la bandera republicana – que
había pasado escondida, colocándome en primera fila para ver si ocurría lo
mismo que años atrás - ya en el año 1986, con partidos republicanos
dentro de la coalición de Izquierda Unida, de repente vimos cómo se acercaban
miembros del servicio del orden, que se quedaron parados cuando desde la
tribuna, Gerardo Iglesias, señalando mi bandera dijo:
- Esa, esa también es
nuestra bandera.
Un gesto que siempre agradeceré, no creo que él lo recuerde, pero tal vez
sí, no había otra bandera republicana en la plaza de toros de Valencia, el
gesto del primer coordinador de Izquierda Unida lo vi con gran esperanza, pero
los cambios en el PCE, en Izquierda Unida, en la izquierda y en el movimiento
republicano, todavía hoy van muy lentos, pero espero que valgan la pena y
pronto ya sean por las torpezas, tropelías, robos, sobres varios, aciertos
nuestros pronto consigamos que la bandera que ondeo aquella tarde en Valencia,
ondeé en toda España como única bandera constitucional.
Es cierto que el PCE, era un rival a batir por todos los partidos de la
oposición y del Régimen franquista borbónico pero se podían haber hecho las
cosas de manera muy diferente consiguiendo logros que fueron sacrificados por
ambiciones tal vez personales. El PCE tenía antes de ser legalizado mucho
poder, además controlaba CC.OO. Está claro que todos los partidos
hubiesen deseado que no fuese legalizado, pero al final nos les hubiese quedado
otro remedio, las encuestas eran claras, a principios de abril estaba 45 %
de los españoles a favor de la legalización y el 17% en contra. Desde la
distancia que da el tiempo, no soy capaz de juzgar como traición las prisas del
PCE por ser legalizado, pero creo que el precio que pagamos y continuamos
pagando es demasiado alto, más sabiendo cómo se ha comprobado que el partido en
el cual habíamos puesto nuestras esperanzas participo y fue cómplice de la
continuidad de ilegalidad franquista.
Aquella circunstancia (¿traición?) me hizo y me hace desconfiar mucho
de la única organización que comparto una parte muy importante de mi ADN
político, tal vez eso sea bueno, tal vez así, no se cometan los errores de
antaño y consigamos un estado más justo, ético e igualitario: la
República.
Publicado también en Unidad Cívica por la República
Publicado también en Unidad Cívica por la República
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