Publicado en 2013/09/10
Por Andrea Rizzi
Una industria que
fabrica hegemonía
La pujanza de una constelación de medianas empresas vertebra la fuerza política de Alemania y su nuevo protagonismo ideológico en Europa.
La pujanza de una constelación de medianas empresas vertebra la fuerza política de Alemania y su nuevo protagonismo ideológico en Europa.
[Diario El País / ANDREA RIZZI Schwanau 9 SEP 2013] La planta para
la fabricación de tuneladoras que Martin Herrenknecht fundó en 1980 en
Schwanau, en el suroeste de Alemania, exuda ese amor a la complejidad que tan a
menudo ha empujado a los alemanes hacia cotas excelsas en la filosofía, la
música, el derecho. Y en la industria. Aquí no hay producción estándar, cada máquina
es perfilada según las exigencias específicas del cliente. Llegan a medir 15
metros de diámetro y 300 de largo. Herrenknecht, un ingeniero de 71 años, habla
con sobriedad de los excelentes resultados de su empresa, pero se le enciende
la mirada cuando se refiere a su tecnología. Al lado de la planta discurre
majestuoso y sereno un Rin de tardo verano. En la otra orilla, muy cerca,
Francia. Pero esta historia, la historia de Martin Herrenknecht y de su empresa, solo podría
haber ocurrido por este lado del río. Es la historia que explica porqué, hoy,
en Europa, manda Alemania.
Como tantas compañías alemanas del fabuloso Mittelstand —el
segmento de empresas pequeñas y medianas— tiene sede en una anodina localidad
de provincia; es de propiedad de una familia; es líder mundial en un nicho de
mercado relativamente pequeño; sus productos tienen un grado de desarrollo
tecnológico que tiende a desanimar cualquier competidor; y la mayoría de su
facturación procede de las exportaciones. Alemania cuenta con toda una
constelación de empresas así, que brillan en la sombra de gigantes como Siemens o Volkswagen. Su empuje explica
en buena medida que el balance de cuenta corriente con el exterior alemán
registre un activo anual por un valor de 240.000 millones de euros. Más que
China. ¿Cómo puede ser?
La empresa de Herrenknecht es líder mundial en tuneladoras
“Hay varios factores específicos del sistema alemán que son
consustanciales al éxito de firmas como la nuestra. Las buenas relaciones con
unos sindicatos flexibles y el sistema de formación profesional que produce
técnicos muy especializados son elementos fundamentales”, opina Herrenknecht.
Efectivamente, son dos factores muy locales, dos cuestiones que, de alguna
manera, ahondan sus raíces en la Alemania plasmada en el periodo bismarckiano,
en la gran crisis de 1873 y que se han mantenido y adaptado en el tiempo
incluso a través de las catástrofes del siglo XX. Cuestiones que complican la
posibilidad de replicar el modelo en otras sociedades. “En Francia creo que
esto no habría sido posible porque es un país demasiado rígido y elitista para
ello”, agrega Herrenknecht.
La propia figura del dueño de una empresa que ahora factura
1.000 millones de euros al año y tiene 5.000 empleados sugiere cosas.
Herrenknecht llega conduciendo su propio coche; recibe sin corbata; vive sin
lujo en una casa grande pero normal, difícil de distinguir de las que la
rodean; no tiene inconvenientes en hablar con los obreros y muestra una
instintiva prudencia en todo lo que concierne aventuras financieras y
apalancamientos desaforados. “El objetivo de todo esto no son los beneficios”, llega
a decir. Encarna de alguna suerte el espíritu de un capitalismo renano que se
yergue en este momento histórico como una poderosa alternativa al anglosajón y
que alimenta la nueva asertividad ideológica de una Alemania cada vez más
segura de sí misma.
La relación con los sindicatos es muy fluida. Nunca hubo una
huelga
Pelo largo, mirada franca, Hartmut Kaiser explica que aquí
nunca hubo una huelga. “Aquí hablamos, negociamos y las cosas se resuelven”,
dice Kaiser, que es el presidente del comité de los trabajadores. Impresiona
oírle decir que, incluso si la empresa va bien, la moderación salarial sigue
siendo la mejor opción, para mantener la competitividad. Un obrero cobra unos
2.500 euros brutos al mes.
Alexander Herzog-Stein, analista de la fundación
Hans-Böckler, cercana a los sindicatos, sostiene que precisamente las
negociaciones entre patrones y trabajadores son la clave del actual éxito de
las empresas manufactureras alemanas. “Se habla mucho de las reformas de
Schröder, que, entre otras cosas, aumentaron la flexibilidad externa (los
despidos); pero, en realidad, la flexibilidad interna (negociaciones de
convenios) ha tenido un peso decisivo”, dice.
El PIB alemán cayó en 2009 un 5%, más que el español. El
paro no se resintió. “Creo que las empresas aprendieron de la crisis de
2001-05, cuando echaron muchos trabajadores, y se dieron cuenta de que se
quedaron muy descapitalizadas en el factor humano cuando llegó la
recuperación”, comenta Herzog-Stein. “Hay que proteger y retener la mano de
obra cualificada”, considera Herrenknecht, y una vez más sorprende notar la
cercanía de posturas entre patrón y sindicatos, una coincidentia oppositorum
que sugiere que la sociedad alemana ha llegado a un consenso bastante sólido.
No siempre fue así. En 1997, el entonces presidente Roman
Herzog habló abiertamente de la “pérdida de dinamismo económico, del torpor de
la sociedad, de una increíble depresión mental”. Pero el viento ha cambiado.
El 95% de la facturación de Herrenknecht procede de
exportaciones. Controla más de la mitad de su mercado y no tiene competidores
que puedan, como él, cubrir toda la gama. Sus máquinas cavan túneles en todo el
mundo. Por ejemplo, en la M-30 de Madrid. Hubo un momento en que la empresa
tuvo 30 maquinas trabajando en España a la vez. Pero, ahora, solo tienen una.
La hoja de planificación en la sala de ingenieros ilustra claramente los nuevos
mercados: prácticamente toda ella está copada por contratos en Asia.
Herrenknecht empezó a sembrar en China ya a principios de los noventa y ahora
tiene plantas ahí, pero retiene los elementos clave de la producción y know-how
en Alemania.
Como muchas otras empresas alemanas del sector de producción
de maquinaria, cada vez más vende servicios junto a sus productos. La
complejidad de sus máquinas aconseja a sus clientes contratar paquetes de
soporte técnico. Esto representa ya un 30% de la cifra de negocio, que además
se está abriendo al sector minero.
“Está claro que la industria en Europa podrá resistir a la
competencia solo si alcanza la excelencia”, dice Herrenknecht. Él lo ha
conseguido. Su logro, junto a los de muchos otros emprendedores alemanes como
él —en un país cuyos sectores de servicios y financiero no destacan—, es el
músculo que crea la fuerza de la que dispone Angela Merkel en la escena europea
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