Editorial
Los datos del paro registrado hechos
públicos ayer revelan que el pasado mes de agosto la cifra de desempleados
inscritos en los servicios públicos de empleo descendió en 31 personas, un
número que se eleva a más de 13.000 si se corrige el efecto de calendario y
estacionalidad. Pese a que esos 31 parados constituyen un dato irrelevante a
efectos estadísticos, supone que el pasado agosto se convierte en el sexto mes
consecutivo de caída del paro registrado en nuestro país.
Aun así, los signos de mejora no se han
trasladado al ámbito de la creación de empleo. En el mes de agosto se perdieron
casi 100.000 cotizantes, aunque en la persistente caída de las cifras de
afiliación comienzan también a advertirse signos de desaceleración. El ajuste
anual de cotizantes ha registrado el ritmo de destrucción más bajo de los
últimos 12 meses y ha habido sectores –es el caso de la hostelería– en los
cuales se ha ganado afiliados entre agosto de 2012 y agosto de este año. El
cuadro que componen todos estos datos permite vislumbrar por fin signos de
esperanza en el horizonte del empleo, pero revela al mismo tiempo que el camino
que resta por recorrer es largo y difícil. La cifra de parados registrados
continúa siendo escandalosamente alta –4,69 millones– y sigue ejerciendo de peligrosa
bomba de relojería para la estabilidad económica, financiera y social de
nuestro país. Es cierto que los datos positivos que se han ido sucediendo en
los últimos meses parecen apuntar a que el proceso de destrucción de empleo
podría estar muy cerca de tocar fondo. Pero también lo es que de confirmarse
ese extremo estaríamos ante una noticia positiva que debe completarse con otra
todavía mejor: la reactivación de la creación de empleo.
Una parte importante de las condiciones
necesarias para conseguir ese objetivo están puestas ya sobre la mesa. La
reforma laboral ha eliminado muchas de las ineficiencias y barreras
responsables de haber convertido al mercado laboral español en uno de los más
rígidos de Europa. Más allá de las divergencias en cuanto al grado de
liberalización que se ha implantado en el mercado, es difícil poner en duda que
la legislación laboral española ha ganado considerablemente en términos de
flexibilidad. Pese a ello, todavía resta por resolver el gran problema que
impide al tejido empresarial español crear empleo: la sequía del mercado de
crédito. Mientras la dificultades para acceder a la financiación persistan, la
economía española no podrá sentar las bases de un crecimiento sostenido que
pueda alimentar el empleo. Como reconocía ayer el ministro de Economía y
Competitividad, Luis de Guindos, “aún queda muchísimo por hacer”. Con la misma
firmeza y tesón con que se ha recorrido la primera parte del camino, hay que
afrontar este segundo tramo para que sea lo menos largo posible.
Fuente: http://cincodias.com/
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